-¿Cómo es su barrio?

-Tuve dos barrios. No salí mucho de la zona pero me moví tres o cuatro cuadras cuando la crisis de 2002, porque perdimos la casa. Ahora alquilamos cerca de donde vivíamos antes. Nos mudamos del corazón de la Mondiola a lo que vendría ser Pocitos Nuevo, a Benito Blanco y Pereira de la Luz. Es un barrio lindo pero me gustaba más el de mi infancia, en Luis Lamas y Marco Bruto. Tuve una infancia de barrio, me acuerdo de jugar al “cordoncito”, al skate, todas cosas típicas de barrio; nos conocíamos todos. Donde estoy ahora, que en realidad no es lejos, es a cinco cuadras, cambia el mecanismo, porque es Benito Blanco con un tráfico infernal, donde vivo son diez pisos, pero no nos conocemos entre todos.

-¿Cómo ve el nivel intelectual de la Cámara de Diputados?

-No hay dos lecturas; el Parlamento es un reflejo de la sociedad uruguaya, en ese sentido han ido bajando el nivel y el debate parlamentario. Somos bastante conscientes de esto, es un dato de la realidad.

-¿Hay una visión monolítica en el Partido Colorado sobre las políticas de Derechos Humanos?

-Hubo una visión monolítica, basada en circunstancias históricas sin compromisos, que no tiene que ver con pactos, sino con casarse con la forma de la salida [de la dictadura] que encontraron los protagonistas de ese momento. Pasa el tiempo y de alguna manera hay variantes. Algunos personajes vemos y analizamos algunas cosas -por supuesto que es más fácil con el diario del lunes y sin haber estado en esas situaciones- con cierta mirada crítica por cómo se manejaron algunas cosas, no sólo en aquel momento sino después. Me refiero concretamente a que siento que se ha tratado el tema con falta de sensibilidad; eso es algo que no les perdono mucho a quienes estuvieron en el Partido Colorado, porque no costaba nada decir que no se podía y hacerlo de otra manera; creo que no se podía, por muchas razones. Una cosa es decir “no puedo hacerlo pero me gustaría hacerlo” y otra es encerrarse.

-¿Qué auto tiene?

-Una Suzuki Baleno.

-¿Cuánto le salió?

-Era de uno de mis mejores amigos… Yo tengo dos mejores amigos: uno trabaja en Inglaterra nueve meses al año, o sea que lamentablemente lo tengo poco acá; el otro es Martín Bueno, que vive acá y trabaja conmigo. Son como hermanos para mí. La camioneta es del que estaba en Inglaterra; me la dejó dos años entre idas y vueltas, y era más mía que de él, entonces al final le dije: "te la compro, loco". Le di 9.000 dólares y me falta pagarle 1.000.

-Ha escrito libros de investigación y denuncia sobre el Opus Dei, militares y política, la Masonería, la vida de [Óscar] Magurno. ¿Son bravos los enemigos que se ganó con sus libros?

-Puede ser. Sí, puede ser… Creo son duros sí, pero he ganado más amigos también. Digamos que los núcleos dogmáticos, tomados como objetos de estudio de cada uno de los temas sobre los que he escrito, no son un desvelo en cuanto a que simpaticen conmigo. Aun perteneciendo a esas instituciones o a esos grupos -en noviembre saco un libro sobre la colectividad judía en Uruguay-, algunos se van a enojar seguro, es natural, pero hay otros que son de alguna manera librepensadores y de alguna manera lo van a tomar como que se arroja más luz sobre determinadas cosas y que sirve. Pero sí, hay algunos que son rencorosos.

-Su padre, el teniente general Fernán Amado, llegó en democracia a comandante en jefe del Ejército. ¿Qué rol jugó en la dictadura?

-Bueno, mi viejo ascendió muy rápido, siempre por concurso, y fue muy exitoso en su carrera militar. Cuando llega la dictadura militar era teniente coronel y después fue coronel. Estuvo más en puestos administrativos: en el Comando del Ejército, dos años en Brasil haciendo cursos, fue intendente interventor de Maldonado, fue agregado militar dos años en Inglaterra. No estuvo en lugares de represión o de acción represiva. Ahora, lo habrás leído, investigado o te lo habrán comentado, él reivindica que fue una cuestión de azar estar en esos lugares: si le hubiera tocado estar en otro lado hubiera actuado igual que sus compañeros, es algo que él siempre reivindica.

-El Partido Colorado se ha derrumbado electoralmente, mientras que el Frente Amplio parece gozar de buena salud. ¿Cuál es su balance?

-En Uruguay siempre los fenómenos políticos electorales son un poco de mediano plazo. Siento que el Frente Amplio tiene gran chance de volver a ganar porque hay una inercia natural, porque hay mucha gente que está caliente o capaz que se siente estafada en algunos postulados, pero igual la inercia la lleva a que aunque carajee lo termine votando. Eso le pasó al Partido Colorado durante mucho tiempo: la gente carajeaba pero lo terminaba votando. Ese efecto residual en Uruguay dura: la gente es más de votar lo que venía votando. El fenómeno es típicamente uruguayo, se verá si ese efecto residual permite que gane el Frente Amplio de vuelta o alguien de la oposición con ajustado margen, pero naturalmente Tabaré Vázquez es hoy el favorito, como señalan todos.

-¿Tiene algún proyecto de ley propio al que le guarda un cariño especial?

-No. En primer lugar, no hace todavía tres años que soy legislador. La verdad, estoy contento porque haya salido la despenalización del aborto, más allá que no salió mi proyecto y de que me amargó muchísimo no haberlo podido votar, por las razones que todo el mundo conoce. La verdad, me importa poco si era o no mi proyecto. Era algo que yo discutía acaloradamente desde que tenía 16 años en asados y reuniones de familia.

-¿Podría estar en un partido que no fuera el Partido Colorado?

-No, no. Yo creo y quiero tener muchas batallas dentro del Partido Colorado, para hacer muchas cosas, hacia adentro y hacia afuera del partido, como herramienta del partido, pero el día que no pueda hacerlo o que la gente no quiera que lo haga me iré para mi casa.

-¿Probó porro?

-Nunca probé. Aunque parezca mentira, les tengo miedo a los efectos que me pueda causar.

-¿Se planteó, cuando era joven, seguir la carrera de las armas?

-Sí, sin duda. Es una carrera que tiene mucho de seductor, sobre todo si uno se cría en un ambiente castrense, donde uno ve y adquiere una cantidad de cosas que son seductoras. La verdad es que tuve ganas, pero me parece que hice lo correcto.

-¿Alguna vez lo llevaron a la comisaría?

-Sí, me llevaron [se ríe]. Estuve preso en la 11ª en Malvín. Iba con Bruno, mi amigo el de la camioneta. Íbamos en una Hero Puch 50 sin cambios mía, y la verdad es que éramos un penal. Íbamos sin casco, sin libreta de propiedad. Por suerte me robaron esa moto, me hicieron un favor. Después tomé verdadera dimensión de lo que era. Me agarró la Policía y me acuerdo que hicieron terrible operativo para llevarme a la 11ª con mi amigo. Estuvimos presos toda la tarde -éramos menores- hasta que fueron los padres de Bruno a levantarnos.

-¿Ha pagado por sexo?

-Sí, claro, cómo no. ¿Usted no?

-¿Ha hablado con Pedro Bordaberry sobre el hecho de ser “hijos de”?

-Antes de que se fundara Vamos Uruguay, cuando recién se estaba gestando, lo primero que le dije fue: “Nosotros somos dos personas que tenemos mucho en común; la primera es que nuestros padres no creen en la democracia, o por lo menos sienten que no es el sistema perfecto, el sistema ideal, que puede haber otros mejores”. Me acuerdo que se lo dije porque era la realidad y además para dejar en claro lo que eran mis sentimientos y los que eran los de él.

-¿Qué respondió Pedro?

-Que es bravo, que no es fácil… Él es muy reservado en esos temas, prefiere la reserva y está bien, son opciones. Yo en ese sentido trato de vivir con naturalidad las diferencias que tengo con mi viejo, porque creo que lo hace más humano, más real y, al final del día, nos permite, más allá de las diferencias, querernos como nos queremos, porque ésa es la realidad.

-Nómbreme una cosa que le resulte cara en Uruguay y otra que le resulte barata.

-Caras en el Uruguay… el ómnibus no está barato, ¿no? Me parece que es medio caro… La nafta también es cara. ¡Los autos son caros en Uruguay, son muy caros! Vos mirás en otros países y no podés creer lo caros que salen acá los autos. Y barato… creo que la Coca Cola es barata, es algo a lo que al final del día todo el mundo puede acceder. No es una cosa tan cara. Yo era muy adicto a la Coca Cola hasta hace tres meses, que me agarré una gastroenterocolitis y dejé de tomar. Nunca más. Tomaba un litro y medio por día, ahora tomo agua sin gas y mate.

-¿Sabe cuánto sale un kilo de carne picada?

-No, no sé.

-Defina en una frase a su amigo y líder Pedro Bordaberry.

-El que nos sacó del CTI.

-¿Tiene algún disco trucho?

-No soy de tener discos. Los pocos que tuve los compré y no son truchos. Pero en el celular tengo canciones bajadas de internet, no sé si son truchas o no; en mi celular tengo mi propia rockola.

-¿Pagó por esa música?

-No, no pagué.

-En los gobiernos del Frente Amplio, ¿se metió menos la mano en la lata?

-La respuesta que espera un colorado o un opositor es que yo diga que son todos corruptos. En realidad, le ha pasado al Frente Amplio lo mismo que les ha pasado al Partido Colorado y al Nacional. Pensaron que podían ser una excepción a la regla, pero la cruel y cruda realidad ha hecho que se dieran frente con algunos casos que todos conocemos y que lo convierten en un gobierno con corrupción similar a la que hemos sufrido los partidos tradicionales. No se ha mejorado, se mantiene esa tendencia estructural de corrupción, que en Uruguay, si se compara con otros países, es muy poca. De todos modos, estaría bueno que fuera cada vez menos.

-¿Dónde y cuándo fueron sus últimas vacaciones?

-Vacaciones... Hace mucho... no me acuerdo, como seis años, en Santa Teresa. He estado mucho como esa palabra que ahora usan en inglés: workaholic. Si no es en una elección o con un objetivo político, he estado terminando la investigación para un libro. Hace varios años que no descanso, desde 2007. El año que me recibí, publiqué mi primer libro y fueron las primeras elecciones juveniles. Hasta ahora vacaciones no he tenido. Sé que es algo que no está bueno...

-Dígame un logro importante del gobierno de Mujica y una metida de pata.

-Logro importante: el diálogo interpartidario del primer año. Esa actitud de diálogo -bien distinta a la que había tenido Vázquez, que fue casi de desprecio a la oposición- fue algo bueno en su momento aunque después se deterioró. Algo malo: que cristaliza casi nada, a diferencia de su antecesor, que podrá gustar más o menos pero cristalizó cosas; que te gusten o no es otro tema.

-¿Tuvo alguna vez temor de que su padre vaya preso?

-No.

-¿Cree en Dios?

-Creo en la energía, creo en los hombres y mujeres, creo en los seres humanos.

-¿Qué cree sobre los creyentes?

-A veces, una sana envidia. Investigando encontré que tienen un mundo de certezas y de seguridades puras y duras, que hace que puedan agarrarse de ellas. Creo que tienen una mejor calidad de vida espiritual: es más difícil transitar la vida sin tener ese anclaje.

-¿Qué hace cuando para en un semáforo y le piden monedas?

-En general doy, salvo que me pidan muy de pesado.

-¿Tiene arma?

-No.

-¿Sabe disparar?

-No, alguna vez disparé porque fui a cazar, pero hace años.

-¿Cree, como Lucía Topolansky, que sería bueno ir hacia una nueva Constitución acorde a estos tiempos?

-No sé. La Constitución de la República se ha tocado varias veces y no creo que sea honesto decir que no hay que tocarla porque es sagrada; la verdad es que los partidos políticos la hemos tocado muchas veces y hasta con dobles intenciones. Aunque la de 1996 fue una buen reforma -a mí me gusta el sistema de balotaje-, reconozco que tuvo dobles intenciones y que el objetivo era obstruirle el camino al Frente Amplio. La verdad es que al final ese tipo de atajos no pagan.

-Larrañaga dijo que fue una mala reforma, que sirvió para solucionar los problemas de los partidos políticos pero no los de la gente.

-Está bien, tuvo mucho de reforma político-electoral y no tanto de reforma política en otro sentido. Pero también es verdad que el hecho de que el elector tenga más y mejores oportunidades quizá permita tomar mejores decisiones. Lo digo como una posibilidad, no como una certeza. Lo que digo es que la inspiración mayor no fue altruista, tuvo un objetivo concreto, político y legítimo. Se hizo por las vías que corresponden, pero para mí esos atajos a la larga vuelven… A las pruebas me remito.

-Vote por sí o por no: “Voto a favor de disolver el Ejercito Nacional y que se destine 50% de ese presupuesto al Ministerio del Interior y el restante 50% al de Educación y Cultura”.

-Votaría que no. Los actores políticos tenemos como deuda no entender el factor militar, no querer entenderlo o abordarlo con prejuicios, por lo que pasó. Es natural que pase, que haya prejuicios, pero el factor militar en realidad debería ser el respaldo final de la democracia. Al revés de lo que pasó en algún momento. Me sorprende porque pasó hace mucho tiempo. ¡Se van cumplir 40 años del golpe de Estado! Uno piensa que nunca más va a pasar y creo que en realidad ojalá nunca más pase, pero hay que estar siempre pensando que puede llegar a pasar, y en ese ejercicio creo que las Fuerzas Armadas pueden ser determinantes para salvar la democracia. Para salvarla, no para hundirla, como pasó.

-¿Recuerda cuál fue la votación colorada en las últimas elecciones nacionales?

-Sí: 17%.

-Siendo realista, ¿en cuánto piensa que va a andar en las próximas?

-Creo que, siendo realista… vamos a estar peleando el segundo lugar con el Partido Nacional, muy parejo. Para eso rondará en el entorno de 24% o 26%.

-¿Le han robado alguna vez?

-No

-¿Le preocupa su seguridad?

-La verdad que no.

-¿Tiene rejas o alarmas?

-No, soy medio inconsciente porque no me pasó todavía, pero soy bastante anárquico en ese sentido, bastante desprolijo.

-¿Coincide con Mujica en que el tema de los desaparecidos se terminará cuando mueran todos los protagonistas?

-No, no tanto.

-¿Los diputados uruguayos están bien pagos?

-Creo que sí y no es una respuesta políticamente correcta, porque leí lo que dijo Larrañaga. Es cierto que, si se compara con la región, podemos estar entre los peores pagos, pero para el Uruguay no. Gano con los descuentos 89.000 pesos, me parece que es bastante razonable.

-¿Está dispuesto a una alianza entre nacionalistas y colorados para las departamentales?

-Me gustaría tener candidatos colorados.

-¿Cuándo fue la última vez que salió a la calle a protestar por algo?

-¿Yo? No, para protestar no.

-¿Y para festejar?

-En el Mundial. Para nosotros el 25 de octubre de 2009 fue un día de festejo porque estábamos bajo tierra, habíamos sacado el 10% y había que hacer un tsunami para levantar eso. Nos costó sangre, sudor y lágrimas, y costó enfrentarse a los liderazgos fuertes del Partido Colorado. Costó mucho, entonces ese día festejamos mucho.

-¿Se habla con Julio María Sanguinetti?

-Sí, tengo diálogo. Es una persona a la que admiro mucho. No le perdono cierta frialdad con la que ha manejado algunos temas que son muy humanos. Pero desde el punto de vista doctrinario, en el sentido del Estado, en el sentido de políticas sociales, en cómo condujo un país, he sido sanguinettista y me sigo sintiendo sanguinettista desde ese punto de vista, más allá de que tenga muchas diferencias con el personaje Sanguinetti y con algunas miradas de su política actual.

-En pocas palabras, ¿qué habría que hacer con Pluna?

-No sé. ¿Llamar a Copperfield?

-¿El Partido Colorado es lo más conservador en el actual panorama político?

-Hay mucha gente que puede ver eso, que puede sentir eso del Partido Colorado, pero pienso que no, porque si así fuera no estaría ahí. Creo que mi partido tuvo un derrotero que lo fue llevando a transformarse -preso de sus propias circunstancias- y así es visualizado como el más conservador, pero si fuese así no estaríamos honrando lo que es nuestra historia, ésa es la verdad.

-¿Para la intimidad: cuero, lencería o disfraz?

-Lencería.

-Dígame una frase de algún político uruguayo que le sirva de inspiración.

-Hay una de Lacalle, cuando les dijo a sus candidatos: “Preocúpense en recorrer más, den más besos, den más abrazos, más apretones de manos y menos televisión”. Estoy totalmente de acuerdo: en Uruguay, por suerte, elector y elegible pueden tener contacto. Eso que de repente es imposible en otros países, por su dimensión, en Uruguay se puede dar perfectamente.

-¿Está enamorado?

-Siempre estoy enamorado.

-¿Se tira al Senado en la próxima?

-En la próxima voy a la interna. En la interna se ven los pingos.

-¿Pero le gustaría?

-Tengo una obsesión con Montevideo. Vivo en Montevideo y porque me encanta. Disfruto Montevideo y me gustaría que estuviera mucho mejor.

-¿Le da alguna ventaja en la cámara ser politólogo?

-No sé si es una ventaja. A veces me siento incomprendido por el sistema político y creo que a Constanza [Moreira] también le pasa. No sé si es una ventaja porque en política, ¿qué es más importante? ¿Que te entiendan tus colegas o que te entienda la gente? Quizá sea una mezcla de las dos, porque el corporativismo político también pesa y es jodido. A mí me permite abordar las cosas sin esa cosa dogmática de “ellos y nosotros” y de ir tapado de prejuicios a todos lados. En realidad, ese abordaje que aparentemente es más desapasionado tiene una pasión diferente: la de analizar y tratar de ayudar desde otro ángulo, no desde la tribuna. A mí me salen mal los discursos tribuneros, no podría hacerlos porque no me salen bien. Eso tiene que ver un poco con lo que se trabaja en la Facultad de Ciencias Sociales, tratar de tener amor a los partidos, a la partidocracia. Me encantan algunas actividades de cualquier partido, saco cosas positivas de cosas de todos los partidos, a veces me veo tentado de participar en la actividad de algún partido pero no voy porque pienso que voy a ser incomprendido. Ha habido instancias del Partido Nacional a las que me hubiera gustado ir, o del Frente Amplio, que ha hecho homenajes interesantes. Y yo decía para mí: si voy van a pensar que sólo quiero ir a generar un hecho político. Entonces al final decido no ir, pero pierdo yo. Es parte de lo que pasa.

-¿A cuánto está el salario mínimo nacional?

-Alrededor de ocho mil y algo…