Seguridad? -Considerable. Ha habido un descenso de muchos delitos de impacto, pero el número uno y el más preocupante era el de los homicidios, que estuvo por los 280 [anuales por cada 100.000 habitantes]. Nos habíamos puesto una meta que era igualar la tasa de homicidios de Nueva Orleans, que en su momento era 50 por cada 100.000 habitantes, y la superamos. Ya nos colocamos una meta distinta y queremos quedar por debajo de 30. Ahorita estamos en 37, pero creemos que va descendiendo. Hay que cosechar, muchos de los esfuerzos que se hicieron todavía no dieron frutos. Soy optimista de que vamos a seguir avanzando.
-¿Cómo es la coordinación entre las organizaciones ciudadanas, el gobierno federal, el estadual y el municipal en la Mesa de Seguridad?
-Lo bueno es que nos sentamos representantes de la sociedad de Ciudad Juárez con altas autoridades tanto políticas como de seguridad, federales, estatales y municipales. Eso es bien importante porque ellos son los que pueden tomar las decisiones y nosotros somos los que en verdad podemos señalar qué es lo que hace falta y preguntarles también cómo podemos ayudar. Les podemos decir de primera mano si las cosas van bien, si sirve la estrategia, o no, por más que les duela. Al principio se sentían señalados cuando les mostrábamos los indicadores, pero les llegamos a hacer sentir que no lo hacíamos para reclamarles sino para autoevaluarnos como equipo; ya éramos parte de uno, y teníamos la meta y la obligación de bajar esos indicadores. Muchos de los ciudadanos llegamos a entender que si fracasaba la Policía Federal, fracasaba Ciudad Juárez.
-¿Las iniciativas sociales fueron creciendo en forma espontánea?
-El ser humano se ve motivado cuando algo le duele. La participación ciudadana muchas veces no se da si una sociedad no duele. Ahí es cuando el dolor se transforma en conciencia. Cuando no, se convierte en sufrimiento, amargura, y no sirve para nada; es un dolor estéril. Estábamos encerrados en nuestras casas, nuestra vida no era dirigida por las decisiones que tomábamos sino por las circunstancias y eso no es libertad. En ese momento, era libertad o muerte.
-¿Cómo esquivaron el discurso político de la mano dura?
-La ventaja de una sociedad participativa es que toma la iniciativa. El partido que esté [en el gobierno] no importa, y así debería ser siempre. Los políticos tienen enfermedades en común. Una de ellas puede ser la “paranoia declarada”. Cuando nosotros empezamos, en noviembre de 2009, organizamos una protesta por la inseguridad porque ya no teníamos alternativa. El gobierno de Chihuahua nos había confesado su incapacidad y el federal no aparecía por ningún lado. Era una marcha que iba a ser muy grande a pesar de que estábamos en la etapa más insegura de la ciudad, con homicidios altísimos, con el crimen organizado desatado, con una impunidad máxima, y se nos bloqueó desde muchas fuerzas políticas porque se nos juzgó de todo, que si éramos de un partido, o de derecha, o de la izquierda radical, o fundamentalistas… De todo nos dijeron, empezaron a circular boletas con el símbolo de un partido político que se atribuyó la convocatoria a la marcha... Nos boicotearon.
-¿Cómo se han manejado ante los partidos para mantenerse neutrales?
-Siempre fuimos muy cautos, jamás sacamos a nadie de la Mesa de Seguridad, aunque muchos se fueron porque no encontraron allí dinero. Hubo gente que se pensó que iba a haber un derrame entre quienes estamos allí en la Mesa, pero afortunadamente no hay, ni habrá, y se fueron. Esa apertura nos da cierta credibilidad y neutralidad. Cuando convocábamos como Mesa de Seguridad acudían los tres líderes de gobierno, que eran de diferentes partidos, y nosotros éramos el neutralizador, porque si se hubiera convocado a uno u otro, habrían empezado con sus síntomas paranoicos. Pero afortunadamente se sintieron a gusto juntos. Es más, empezaron a colaborar entre los diferentes partidos y las diferentes organizaciones de seguridad pública y ya se dejaron de preocupar por la medalla del político. Juárez ha salido adelante por esfuerzos plurales, hubo esfuerzos políticos, policiales, y ciudadanos. No podemos decir que hubo una persona que se pueda llevar todo el mérito, eso no es cierto.
-¿Considera que el cambio de partido en el gobierno de México va a favorecer la lucha contra el narcotráfico?
-No sabemos todavía qué estrategia va a tener el presidente [Enrique] Peña Nieto -no ha habido acercamiento de parte de la Mesa de Seguridad- pero la responsabilidad no es toda de él. Creo que una ciudadanía participativa solita va a absorber la atención de las autoridades y, sabiendo que da resultados, dar por tierra algo que ahora se refleja como un éxito nacional, que ha generado interés también en otros países, sería un desperdicio, una jugada muy equivocada.
-En los últimos meses del gobierno de Calderón se manifestó interés en institucionalizar la Mesa de Seguridad para que no dependa de los vaivenes políticos. ¿Cómo van las negociaciones?
-Se está viendo, además ya hay cuatro personas de la Mesa de Seguridad en el Consejo Estatal de Seguridad Pública. Yo soy representante en el Consejo Nacional de Seguridad Pública y recientemente, algo con lo que no contábamos y que es muy positivo, se nos invitó al Consejo Municipal de Seguridad Pública, donde está participando la mitad de los integrantes de la Mesa de Seguridad.
-¿Cómo se combate la corrupción?
-La corrupción es un tema muy interesante porque usualmente uno ve la corrupción en el otro, nunca en uno mismo. Dice: “Ah, políticos corruptos, Policía corrupta… pero yo compro mis cigarros piratas y no soy corrupto”. Ahora que estoy en la coordinación de la Mesa de Seguridad vienen a denunciar esas cosas y hay que hacer entender al paisano que la corrupción la tiene tan insertada adentro del alma que ni cuenta se da. Creo que el combate número uno a la corrupción es mirar hacia dentro y decir: “Yo, como ciudadano, ¿en qué contribuyo con mis actos tan simples, a la corrupción? ¿Evado impuestos? ¿Compro cigarros piratas?”. Porque ahí está la opción de corregir. A lo mejor no puedes corregir a un político que está en el poder o a un policía. La otra alternativa es denunciar. Si hay bases, debe crearse una participación social tan fuerte que logre destituir a un funcionario, un policía o un político y hacerle pagar el daño que hizo de alguna manera.
-¿Han tenido éxito en el combate a los delitos de cuello blanco, como el lavado de dinero?
-Una crítica posible a nosotros es que nunca vimos que se golpeara la estructura económica del narcotráfico. Sabemos que se lava muchísimo dinero, pero esa estructura económica no se tocó, y me genera cierta inquietud. Me hubiera encantado ver que de veras se pescaba a esos “empresarios” o políticos renombrados o jueces. Estamos avanzando en el fortalecimiento de nuestras instituciones, a lo mejor ahora que tenemos esa fortaleza…
-Se han escrito libros, producido películas, publicado informes periodísticos sobre la época más violenta de Ciudad Juárez, ¿cómo se proyecta un cambio de imagen?
-Ahora que le hemos dado un poquito la vuelta a la cosa, nos hablan para conocer qué fue lo positivo, lo que funcionó, qué creemos que se puede replicar. Hay gente interesada -y la invitación de Uruguay no es una excepción- en adoptar algunas cosas, en saber qué se puede “uruguayizar” de nuestra experiencia. Nosotros encantados de que nuestro dolor no sea estéril, de que sirva de algo.