El presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, el de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, y el del Parlamento Europeo, Martin Schulz, recibieron ayer el diploma, la medalla de oro y el cheque de 925.000 euros que corresponden al Nobel de la Paz. El dinero será donado a beneficio de los niños víctimas de conflictos.

De bienvenida

Cuando José Manuel Durao Barroso regrese a su despacho en la Comisión Europea, encontrará una carta de varias agrupaciones de víctimas del franquismo que eligieron el Día Internacional de los Derechos Humanos para denunciar en ese texto el “incumplimiento de sus compromisos y deberes” por parte de España, por no investigar la desaparición de más de 113.000 personas durante la Guerra Civil y el régimen de Francisco Franco.

Por otra parte, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos decidió ayer no admitir la demanda que presentó Fausto Canales, hijo de un desaparecido durante el franquismo, contra España por no haber investigado la desaparición de su padre en 1936.

En sus discursos, los tres representantes europeos interpretaron el premio como un reconocimiento a las generaciones anteriores, que impulsaron el proyecto de una unión internacional en el continente. “Tomo esto [el premio] como una advertencia, una alerta: sigan fieles a lo que los padres fundadores crearon, lo que los ejecutantes continuaron, y no jueguen con esa herencia”, dijo Schulz.

A su vez, Van Rompuy dijo que hablar de la paz no convencerá a los “padres que luchan por llegar a fin de mes, a los trabajadores que acaban de ser despedidos, a los estudiantes con miedo a no encontrar su primer empleo”.

Varios jefes de Estado europeos estuvieron presentes en el evento. Entre ellos el primer ministro belga, Elio di Rupo, que señaló que el premio es para “la Europa de su fundación, su espíritu, sus valores” y no para la actual, que “no merece laureles”. Di Rupo no fue el único escéptico. Unas 50 organizaciones sociales convocaron para el domingo una marcha que reunió a más de 1.000 personas que protestaron en la capital noruega por la entrega de este premio a la UE. También se manifestaron sorprendidos otros galardonados con el Nobel de la Paz, como el sudafricano Desmond Tutu y el argentino Adolfo Pérez Esquivel.

Algunos de los argumentos de quienes critican esta decisión es que la UE es una de las mayores productoras de armas del mundo, que sus países miembros han participado en todas las guerras de las últimas décadas y que incluso en la actual época de crisis sigue destinando millones de dólares al mantenimiento de grandes contingentes militares. No faltan las acusaciones de que la UE prioriza los mercados a las personas.

En su testamento, el sueco Alfred Nobel pidió que se le entregara el premio a “quien haya actuado más o mejor a favor de la fraternidad de los pueblos, la abolición o la reducción de las armas permanentes, así como la formación y la difusión de congresos de paz”. Por ese motivo, la Oficina Internacional de la Paz, una organización civil basada en Ginebra y que recibió el Nobel en 1910, tachó de “ilegal” la condecoración a la UE en una carta abierta al comité del premio.