Las acciones empezaron el lunes, en Belo Horizonte, capital del estado de Minas Gerais, cuando unas 70 personas se reunieron en la puerta de la casa de Ariovaldo da Hora e Silva con carteles, pancartas, tambores y megáfonos. El movimiento Levante Popular de la Juventud coordinó a organizaciones civiles para llevar a cabo escraches en siete ciudades con el objetivo de que todos sepan quiénes son las personas que secuestraron, torturaron, violaron y asesinaron durante la dictadura. “No sabía que el señor Ari era un torturador. Tengo en la familia un caso de perseguido por la dictadura y voy a divulgar esto”, dijo un vecino de Da Hora e Silva al portal Vermelho.

Da Hora e Silva fue delegado de la Policía Civil durante la dictadura y ejerció actividades en el Departamento de Orden Político y Social (DOPS), encargado de la represión de movimientos contrarios al régimen en Minas Gerais. Según declaraciones de víctimas y familiares, fue responsable de la muerte de João Lucas Alves, militante del Comando de Liberación Nacional (Colina).

Otro de los escraches apuntó a Davis dos Santos Araújo, también parte del DOPS durante la dictadura. Según el Ministerio Público, Dos Santos torturó a varios prisioneros políticos, entre ellos Joaquim Alencar Seixas, dirigente del Movimiento Revolucionario Tiradentes, que murió mientras lo torturaban. En volantes repartidos durante la manifestación se señaló a Dos Santos como responsable de varias desapariciones forzadas y de robo de niños que nacieron en cautiverio. Actualmente es dueño de la empresa de seguridad privada Dacala y sus dos sucursales, en San Pablo y Río de Janeiro, fueron escenario del escrache.

En Porto Alegre la manifestación se convocó frente a la casa del coronel Carlos Alberto Ponzi, ex jefe del Servicio Nacional de Informaciones, uno de los 13 brasileños acusados por la Justicia italiana por la desaparición del militante Lorenzo Ismael Viñas, en 1980.

En Fortaleza se hizo un escrache al ex delegado de la Policía Federal José Armando Costa, quien según los testimonios de presos políticos que sobrevivieron, era el encargado de recoger declaraciones falsas de los detenidos después de las sesiones de tortura. En Curitiba se hizo una única manifestación en la que se publicitaron los nombres de varios torturadores que viven en la zona. Por otra parte, en Aracaju (en el estado de Sergipe), se hizo una representación de una sesión de tortura frente a un hospital en cuyo directorio está el médico José Carlos Pinheiro, sospechoso de atender a las víctimas después de ser torturadas. Belém fue también centro de escrache, en este caso contra Adriano Bessa Ferreira, que es sospechoso de haber colaborado con la dictadura infiltrándose en ciertos ambientes para luego delatar actividades de opositores.

Participaron en los escraches grupos de 100 o 150 personas, en su mayoría jóvenes, que llegaban al lugar distribuyendo volantes y se quedaban allí entre una y dos horas para luego retirarse dejando algún graffiti sobre la vereda o la calle con leyendas como “aquí vive un torturador”.

Según el comunicado que enviaron a los medios de comunicación, los escraches, que continuarán en los próximos meses, buscan mostrar que la sociedad está organizada y que respalda a la Comisión de la Verdad, a la que describen como un intento del gobierno de responsabilizar a quienes cometieron violaciones a los derechos humanos durante la dictadura. También buscan que el respaldo a la comisión gane visibilidad ante las críticas realizadas en los últimos meses por grupos de militares retirados.