A cinco meses del derrocamiento del gobierno en Libia los arsenales con los que contaba Muamar Gadafi están circulando por el norte de África sin muchas barreras. Se estima que llegaron a Argelia, Níger y Malí. “Está claro que ha habido una proliferación significativa de armas”, dijo al diario español El País el director del programa sobre África de la organización civil Chatham House.
Muchas de esas armas llegaron directamente a las manos de quienes apoyaron a Gadafi y huyeron de Libia con ellas luego de su caída. Parte de esa población se estableció al norte de Malí.
Tres meses después de la derrota de Gadafi los tuaregs del norte de Malí se alzaron en armas. Desde entonces sus enfrentamientos con las fuerzas gubernamentales causaron la muerte de una docena de personas y el desplazamiento de más de 100.000 a países vecinos, en particular a Níger, Mauritania y Burkina Faso.
El miércoles, en la capital de Malí, Bamako, un grupo de decenas de soldados cortó el tránsito de varias calles y ocupó la sede de la radio y la televisión estatal. Con el correr de las horas, más soldados se unieron a los del levantamiento inicial.
Como vocero de los rebeldes, el teniente Amadou Konaré dijo en la noche del miércoles en la televisión pública que el presidente Amadou Toumani Touré había sido incapaz de manejar “la crisis del norte del país”, y que por eso ellos habían “puesto fin a un régimen incompetente”. Konaré prometió que el Ejército entregará el poder “a un presidente democrático elegido, tan pronto como el país esté reunificado y su integridad no se vea amenazada”. Las elecciones ya estaban previstas para el 29 de abril, pero la fecha no fue ratificada.
Según los corresponsales de diarios y agencias de noticias, ayer la capital de Malí parecía una ciudad desierta: los comercios estaban cerrados, el transporte público había desaparecido; los niños no fueron a las escuelas y los adultos no asistieron a sus trabajos, y el aeropuerto fue cerrado temporalmente.
Sobre terreno
El disparador para el levantamiento fue el fracaso del diálogo entre las tropas y el ministro de Defensa, Sadio Gassama, quien visitó el miércoles el cuartel de Kati, a unos 15 kilómetros de Bamako y uno de los más importantes del país. Los militares se quejaron de la estrategia con que se estaba enfrentando a los tuaregs, que semana a semana avanzan sobre el terreno del país. Reclamaron municiones y calificaron de débil al gobierno por intentar una salida negociada, sostuvieron fuentes militares en declaraciones a El País.
Antes del levantamiento el presidente de Malí reconoció que el país atraviesa un “momento difícil” y responsabilizó de ello a los rebeldes armados tuaregs que, dijo, cuentan con el respaldo de otras personas que regresaron con ellos desde Libia para apoyarlos en su lucha. Antes de estos últimos acontecimientos las esposas de los militares que luchan en el norte y sus hijos ya habían hecho varias marchas al palacio presidencial para exigir al presidente Touré más apoyo a las tropas.
Lo que suceda en Malí puede ser un preludio de lo que ocurra en Níger, ya que en ambos países los tuaregs han intentado independizarse varias veces. El último intento en Níger, por ejemplo, causó estragos entre 2007 y 2009.
El canciller nigeriano, Bazoum Mohammed, dijo a la BBC: “Todos sabían que esta situación iba a producirse; todos sabían que la rebelión tuareg de 2008 en Malí no había sido decapitada. Y aun así los malienses no actuaron”, agregó. Dijo que en su país, a diferencia de Malí, los combatientes que regresaron de Libia fueron desarmados por las fuerzas de seguridad, y que el gobierno mantiene un intercambio más fluido. El canciller reclamó una solución en Malí para evitar el “efecto contagio”.