El 11 de marzo de 2011 la costa nordeste de Japón sufrió un terremoto de 9 grados en la escala de Richter y, media hora después, un tsunami con olas que superaron los 15 metros de altura que devastó la costa unos 100 kilómetros tierra adentro. Esa catástrofe dejó 15.854 muertos y unos 3.155 desaparecidos, según las últimas cifras, anunciadas ayer por la Agencia de Policía Nacional japonesa.

Más de 383.000 viviendas y edificios quedaron destruidos o seriamente dañados, casi todos en las tres provincias nororientales, y aún hay 345.000 refugiados en viviendas provisorias.

El tsunami además causó la peor catástrofe nuclear desde la ocurrida en 1986 en Chernobil, Ucrania. La central de Fukushima fue afectada por las olas gigantes, y hubo explosiones y fusiones en tres de sus seis reactores. La planta sigue emitiendo radiactividad y hubo que evacuar a 80.000 personas de las localidades cercanas, establecer un perímetro de exclusión de 20 kilómetros alrededor de la central, y se calcula que gran parte de ese territorio va a seguir inhabitable durante unos 40 años, el tiempo necesario para desmantelar la central y descontaminar la zona, según la agencia de noticias AP.

Japón hizo un minuto de silencio ayer a la hora en que se cumplió un año del terremoto y hubo actos en varios puntos del país. La ceremonia oficial tuvo lugar en Tokio, en el Teatro Nacional, junto a un altar con crisantemos blancos y un monumento de madera en homenaje a las víctimas. Allí las autoridades agradecieron a los rescatistas, la solidaridad del pueblo japonés y también la ayuda internacional. Entre otros representantes oficiales el acto contó con la presencia del primer ministro, Yoshihiko Noda, y del emperador Akihito, de 78 años, que insistió en estar presente a pesar de haber sido operado del corazón el 18 de febrero.

Noda prometió reconstruir el país y los alrededores de la central nuclear, pero advirtió que el “período de reconstrucción masivo” durará “cinco años, con el objetivo de que en diez años haya un restablecimiento completo”. En este sentido, el jefe de gobierno que asumió en setiembre, luego de que su antecesor renunciara debido a las críticas a su gestión ante la crisis, dijo que este primer año fue “sólo una etapa en el largo camino de la reconstrucción”. Además, Noda abogó por que se “fortalezcan las medidas de prevención” y que esto se haga “cuanto antes”. Reconoció fallos en la respuesta del gobierno a la catástrofe: la lentitud a la hora de informar y la creencia en “el mito de la seguridad” de la energía atómica.

En la capital y en varios puntos del país también hubo manifestaciones en contra de la energía nuclear, que comenzaron por el minuto de silencio. En Tokio, la protesta llegó hasta la sede de Tokyo Electric Power Company (Tepco), la empresa que operaba la central de Fukushima. Los manifestantes le reprochan al gobierno que siga apostando a la energía nuclear porque es más barata, a pesar de las víctimas que acarrea.

Quien era primer ministro en el momento del terremoto, Naoto Kan, escribió la semana pasada que “no existe [la] seguridad absoluta” por lo que “la única opción es promover una sociedad libre de energía nuclear”. Cuando aún era jefe de gobierno, ya se había pronunciado a favor de que el país dejara de depender de esa energía.

En tanto, el presidente de Tepco visitó la central de Fukushima ayer y volvió a pedir disculpas. Prometió “intensificar los esfuerzos hacia las personas afectadas” e indemnizarlas en “los mejores plazos” posibles. Las víctimas se quejan de la gran cantidad de formularios necesarios para acceder a las compensaciones y la mitad de ellas dice que no reclamará ante la empresa debido a la complejidad de los trámites.