Las denuncias de fraude no son una novedad para Vladimir Putin. Las elecciones presidenciales en las que ha participado siempre recibieron denuncias de irregularidades y de prácticas sospechosas. Ocurrió en las elecciones de 2000 y 2004, y las de ayer no fueron la excepción. Tal como habían previsto la oposición y el propio Putin, ni bien los resultados de los sondeos a boca de urna y del escrutinio oficial le dieron la victoria al primer ministro y ex presidente, empezaron las voces de alarma.

A eso de las 21.00 -hora de Rusia- se publicaron las primeras cifras. No había pasado una hora cuando el candidato del Partido Comunista se negó a reconocer la legitimidad de las elecciones. En opinión de Ziuganov, segundo en los sondeos y en el escrutinio, los comicios no fueron “limpios, justos ni honestos”, y el oficialismo “se ha limpiado los pies con nuestros ciudadanos”. Las grabaciones de presuntos fraudes en centros de votación ya circulaban en las redes sociales; al trote y sobre la medianoche, la Comisión Electoral Central acusó recibo de unas de esas grabaciones y anunció que el resultado en uno de los colegios electorales será invalidado.

Ante las protestas que comenzaron después de las legislativas de diciembre, que dieron la victoria al oficialismo, Putin, como primer ministro ruso, ordenó que se instalaran webcams en todos los centros electorales para garantizar la legalidad de los comicios y contar con pruebas en casos de fraude.

La semana pasada, el candidato oficialista advirtió que la oposición cometería fraude a favor del oficialismo para demostrar que tenía razón en las denuncias que ha presentado. Otro de los candidatos, el multimillonario Mijail Projorov, así como el ex presidente de la entonces Unión Soviética, Mijail Gorbachov, se negaron a calificar de limpias las elecciones e incluso manifestaron dudas sobre los primeros resultados.

Pero ni las protestas, ni las reiteradas denuncias de irregularidades provenientes de la oposición política y de activistas externos a los partidos, ni la aparición de una clase media desconforme con el gobierno lograron evitar una victoria que se preveía desde hace meses.

Putin logró asegurarse un nuevo mandato -el tercero- sin necesidad de ir a la segunda vuelta, y seguirá utilizando la residencia presidencial que usufructuó incluso como primer ministro. Esta vez, además, gracias a una reforma promovida el oficialismo, el nuevo mandato de Putin se extenderá por seis años en lugar de cuatro.

Ayer el respaldo al partido gobernante, Rusia Unida, no llegó al 71% que recibió Putin en 2004, ni al 70% que logró el actual presidente, Dmitri Medvedev, en 2008. Sin embargo, el 64% con el que Putin se coronaba ayer para un tercer mandato -dato brindado por la Comisión Electoral Central que había escrutado el 50% de los votos- superaba con comodidad el 53% de su primera elección, en 2000.