El candidato a presidente de Francia por el Frente de Izquierda -una alianza entre el Partido de Izquierda y el Partido Comunista (PC)-, Jean-Luc Mélenchon, nació en la ciudad marroquí de Tánger, el 19 de agosto de 1951. Entonces Marruecos todavía era un protectorado francés y español, y estaba en pleno proceso de independencia que terminó en 1956.

El padre de Mélenchon era operador de telégrafo y su madre, maestra. Ambos habían nacido en Argelia, hijos de españoles. Por la fe católica de su madre, Mélenchon cantaba de niño en el coro de su iglesia, y se educó en una escuela católica. Cuando tenía nueve años sus padres se divorciaron y su madre fue excomulgada. Él llegó a Francia en 1962 con ella y su hermana mayor, Marie-France.

Su vida cambió cuando tenía 17 años, con las protestas del Mayo del 68. El joven Mélenchon se convirtió en líder estudiantil del interior del país (entonces vivía en el este de Francia) y luego en dirigente sindical. De 1972 a 1976 fue integrante de la Organización Comunista Internacional (de orientación trotskista), antes de adherir al PS. Paralelamente, se licenció en filosofía y luego ejerció diversos empleos: como profesor de literatura francesa, corrector en una imprenta, agente de limpieza, periodista o ilustrador en la prensa local. Además el actual candidato, que hoy está divorciado, tuvo en ese período una hija, Maryline, nacida en 1974.

En el PS siempre estuvo a la izquierda y se hizo admirador de quien en 1981 se convirtió en presidente: François Mitterrand. Si le piden hoy que defina en una palabra al líder socialista fallecido responde “honesto”. Por el PS ocupó su primer cargo político en una alcaldía de las afueras de París antes de ser electo senador en 1986. Sin embargo, su trayectoria en ese partido fue sufrida y el problema recurrente fue su inclinación a la izquierda, que chocaba con la orientación hacia el centro de la mayoría del PS.

Mélenchon llama desde hace años a una alianza de toda la izquierda, basada en una línea antiliberal o anticapitalista, que a su entender debe “surgir de las urnas” para hacer una “revolución socialista” en Francia, que suponga una “refundación republicana” del país.

Ahora se declara inspirado en los gobiernos de Hugo Chávez en Venezuela y de Evo Morales en Bolivia. En los últimos días se alegró del apoyo que recibió del presidente de Ecuador, Rafael Correa. Entrevistado por el diario argentino Página 12, dijo que también el Frente Amplio uruguayo fue “una fuente de inspiración, desde hace muchos años”, para crear el Frente de Izquierda.

A pesar de las divergencias, a partir de 2000 ocupó por dos años la cartera de Enseñanza Profesional (el equivalente de la UTU) durante el gobierno del primer ministro socialista Lionel Jospin, en el marco de la “cohabitación” entre el PS y la derecha que se dio durante el gobierno del presidente conservador Jacques Chirac. Para entonces hacía tres años que le reclamaba a Jospin un cargo de ministro, pero éste le había ofrecido antes una secretaría de Estado, cosa que Mélenchon consideró “insuficiente”.

Sus mayores conflictos con el aparato socialista ocurrieron en 1988, cuando se opuso, sin éxito, a la participación de Francia en la guerra del Golfo, y en 2005, cuando a pesar de que la interna socialista había resuelto apoyar la Constitución europea, él militó en contra del texto que luego fue rechazado por los franceses en un referendo.

En 2008, luego de un enésimo intento de sumar fuerzas para lograr un giro a la izquierda en el Congreso del PS, Mélenchon y sus aliados abandonaron esa fuerza política. En febrero de 2009 lanzó oficialmente su partido, que es a veces acusado de rendir “culto a la personalidad” de su líder. Algunos de sus miembros abandonaron sus filas por ese motivo, pero Mélenchon niega que esas críticas tengan fundamento. En sus actos pide a sus partidarios que no griten su nombre, aunque cada vez le hacen menos caso.

“Le Pen de izquierda”

Así lo llaman algunos, en referencia a Jean-Marie Le Pen, el padre de la actual candidata de ultraderecha a la presidencia, Marine Le Pen, y fundador del partido extremista francés Frente Nacional. A Mélenchon no le causa gracia el apodo. Cuando los medios franceses le preguntaron a fines de 2010 por esa definición, la consideró “infame” y se escandalizó.

El dirigente es un duro crítico del Frente Nacional, a tal punto que en junio, cuando terminen las elecciones, tendrá que dar explicaciones a un juez por haberle dicho “fascista” a Marine Le Pen, que lo denunció por injurias.

Las cámaras de televisión filmaron un encuentro reciente entre los dos candidatos, que además son diputados europeos en el Parlamento de Bruselas. “Así que me manda ante la Justicia. ¿Por qué ante un tribunal? Yo estoy dispuesto a debatir el tema con usted”, dijo él. “No es ése el problema, es que estoy harta de que me traten de fascista”, respondió Le Pen. “Y yo estoy cansado de que me traten de lepenista, así que comprendo”, dijo el dirigente, a lo que ella retrucó: “¡Pero eso todavía no lo puede denunciar, porque no es una injuria!”.

El hablar crudo y sin vueltas de Mélenchon, su propensión a perder la calma en público (admite que a veces lo hace para causar más impacto) alimenta las comparaciones con Marine Le Pen y su padre. Sin embargo el líder del Frente de Izquierda se autodefine como “el opuesto” de su rival de ultraderecha.

En sus discursos de campaña insiste en la riqueza que aporta el “mestizaje” al país, y su origen magrebí respalda su mensaje. En la ciudad de Marsella, el sábado, en un acto que reunió a más de 100.000 personas, Mélenchon sentenció: “No hay futuro para Francia sin los árabes y los bereberes”. Además declara que “la gente que trabaja” en Francia “y no tiene papeles debe tenerlos”, y estima que su país “no debe ser una nación occidental abocada a seguir la marcha” de Estados Unidos, sino una “nación universal”. El dirigente promueve, por ejemplo, abandonar la OTAN.

En la misma línea, Mélenchon apodó “globish” (una mezcla de “globalización” y de “english”) al idioma inglés. “No tengo nada en contra del inglés, dicen que es el latín de nuestra época. Yo hablo español. Quiero mostrar que no soy un chauvinista que sólo habla en su idioma: hablo otro idioma, pero el inglés no”, dijo en un reportaje en el canal francés Direct 8. Para él, el inglés “es el idioma de la potencia dominante”, mientras que el español es “el hermoso idioma de la revolución en América Latina”.

La respuesta popular acumulada en las últimas semanas de campaña sorprende a su propio equipo que -según la crónica de su último acto publicada por el diario francés Libération- empieza a soñar con una segunda vuelta entre el candidato socialista, François Hollande, y Mélenchon. De momento, los sondeos no son tan favorables. Sin embargo, el candidato de izquierda amenaza con quitarle el tercer lugar a Le Pen. La última encuesta, publicada el viernes por la encuestadora TN-Sofres, daba un empate entre los dos.

En Marsella, frente a las costas africanas, y aclamado por gritos de “Mélenchon presidente”, el candidato respondió a la multitud: “Habíamos dicho ‘resistencia’ [esa palabra es la que se corea tradicionalmente en sus actos], pero no se preocupen, sabré qué hacer”. Así se refirió a la posibilidad de una victoria en las urnas.

Una de sus principales propuestas es convocar a una asamblea constituyente para redactar una nueva Constitución que funde una “República social”. Es partidario de un régimen parlamentario porque considera -como muchos críticos del candidato a la reelección, Nicolas Sarkozy- que las instituciones actuales le permitieron al presidente acumular demasiado poder en los últimos cinco años.

En su programa, cuyo lema es “El humano primero”, Mélenchon también pone énfasis en la defensa del medio ambiente. En ese sentido, atrae a los ambientalistas de izquierda, que consideran demasiado liberal a la candidata de la alianza entre los partidos Los Verdes y Europa Ecología, la ex jueza Eva Joly. “El ambientalismo y el capitalismo no son compatibles”, opina él. En respuesta, Joly dice que él crea “esperanzas” que no podrá cumplir y le reprocha su alianza con el Partido Comunista, que es favorable a la energía nuclear. Mélenchon defiende un referendo sobre el tema.

El candidato dice que su programa tampoco es compatible con el de Hollande, algo que podría complicar las negociaciones en caso de una victoria socialista. Fortalecido por su éxito inesperado, Mélenchon hizo un llamado a los sindicatos, el sábado, para que el 1º de mayo, días antes de la segunda vuelta, su coalición se sume a las tradicionales marchas gremiales.

Las últimas declaraciones dejan pensar que el dirigente pretende convertirse en una alternativa, quizá pensando en las elecciones de 2017. De momento, aunque tiene una popularidad que queda de manifiesto en la convocatoria que tienen sus actos de campaña, el candidato puede ser víctima del “voto útil”, el que mucha gente de izquierda entrega a los socialistas por miedo a que se repita la situación que se dio en 2002. Ese año, con una izquierda dividida, pasaron a balotaje Jean-Marie Le Pen y Chirac. Entrevistado por el periódico digital Rue 89, un joven marsellés indeciso, Abderrahmane, sintetizó la idea: “Mélenchon sería un voto del corazón, Hollande un voto de la razón. Tuvimos mucho miedo en 2002, no queremos a Marine Le Pen en la segunda vuelta”.