“Es en las próximas horas que los electores van a tomar una decisión”, dijo ayer Hollande, el gran favorito en las encuestas para convertirse en el próximo presidente francés. Muchos ya lo ven como el sucesor de François Mitterrand, el último presidente socialista que tuvo Francia (1981 y 1995). Pero el candidato evita caer en el triunfalismo: “Nada está cerrado”, reiteró ayer en entrevista con la agencia de noticias AFP.
Los últimos sondeos atribuyen a Hollande de 27% a 29% de intención de voto, mientras que el presidente saliente, Sarkozy, obtendría de 24% a 28%.
Sin embargo, hay otra variable a tener en cuenta: los indecisos y los que no van a votar. En Francia, el voto no es obligatorio y la asistencia puede variar en función de cómo esté el tiempo o del grado de desencanto de los votantes. Las encuestas prevén que 24% o 29% de los electores no irán a sufragar el domingo. En la última elección presidencial, celebrada en 2007, esa cifra fue del 16%.
La abstención alcanzó su nivel más alto en la primera de 2002, cuando 28,4% de los electores no votó. Justo ese año, ocurrió lo que hoy los dos favoritos de las encuestas agitan como una amenaza: el entonces candidato del partido de ultraderecha Frente Nacional (FN), Jean-Marie Le Pen, se ganó un pase al balotaje junto con el presidente saliente, el conservador Jacques Chirac. Esa experiencia dejó secuelas.
Para el domingo, el tercer lugar está peleado entre Marine Le Pen -hija y sucesora del protagonista del FN, Jean-Marie- y Jean-Luc Mélenchon, el candidato de una alianza de varios partidos de izquierda y el Partido Comunista, que logró un ascenso espectacular en las encuestas. En noviembre más de 5% de los encuestados decía que votaría por él y los sondeos le dan hoy de 12% a 17% de apoyo.
Sin embargo, Le Pen hija, que se vio superada en un momento por Mélenchon, volvió a recuperarse y la mayoría de las encuestadoras le da hoy de 13% a 17%.
Por esto el presidente saliente alertó en declaraciones a la televisión RMC/BFM que en el pasado “el voto para Jean-Marie Le Pen sirvió a Mitterrand”, y que el voto a su hija sirve hoy a Hollande. En opinión de Sarkozy, el “voto protesta” de derecha va al FN. Los socialistas, en tanto, dicen que los votos a Mélenchon fortalecen al FN y el riesgo de que su candidata acceda al balotaje.
Detrás de Le Pen y Mélenchon está el centrista François Bayrou, candidato en todas las elecciones presidenciales desde 2002 y tercer hombre en 2007, que para esta votación reúne de 9% a 11% de los votos.
En quinta posición quedó la que prometía ser la sorpresa: la ex jueza Eva Joly, candidata de una alianza de ambientalistas, cuya campaña no logró despegar y la dejó con 2% o 3% de intención de voto.
La segunda es la vencida
Si bien la primera vuelta y sus incógnitas generan expectativas, es el 5 de mayo, en el balotaje, cuando se va a jugar el partido más importante. En Francia siempre hay dos vueltas, porque desde 1962, cuando se empezó a aplicar este sistema electoral, nunca un candidato alcanzó la mayoría absoluta necesaria para ser electo en primera vuelta. En segunda vuelta, todos los sondeos dan ganador a Hollande. En las últimas encuestas su ventaja varía de seis a 18 puntos porcentuales.
De acuerdo con los medios franceses, en el partido de gobierno, la Unión por un Movimiento Popular, el ánimo no es de los mejores, pero Sarkozy sigue asegurando que cree en alcanzar un segundo mandato.
El presidente saliente fue objeto de críticas por parte de los candidatos de izquierda, que son cinco, por su omnipresencia y porque disminuyó los poderes de su primer ministro, algo que Hollande prometió no repetir. A fines de marzo, Sarkozy aseguró que será “un presidente diferente” si es reelecto e insistió en que extraerá enseñanzas de su primer mandato.
Otro tema central de la campaña fue la crisis económica, que según Sarkozy ya terminó, aunque advirtió a los franceses sobre una posible “quiebra” de Francia si eligen a un socialista para gobernarlos, como habían hecho los griegos y los españoles.
Hollande garantiza reducir el déficit y aumentar los impuestos a quienes ganan más de un millón de euros, además de terminar con algunas exoneraciones fiscales. En tanto, Sarkozy promete sanear las finanzas públicas para 2016 y crear un impuesto para algunos franceses que tienen su domicilio fiscal en el exterior para evadir impuestos. Por otro lado, asegura -como ya lo hizo en 2007- no aumentar los impuestos en su próximo mandato. Sin embargo, un informe del diario Le Monde demostró que en este mandato sí aumentaron.
Otro gran tema de campaña fue la educación, sector en el que Hollande pretende crear 60.000 nuevos puestos de trabajo para sustituir la pérdida de cargos que se dio en los últimos cinco años. Por su parte, Sarkozy propone que los maestros puedan pasar más tiempo en las escuelas, a cambio de un aumento de sueldo. Respecto a la lucha para revertir el desempleo, Hollande plantea medidas contra el trabajo precario e incentivos fiscales para las empresas que reemplacen a quienes se jubilen por jóvenes. A su vez Sarkozy piensa promover la contratación de jubilados y exigir horas de trabajo de interés público a quienes reciban la ayuda social llamada “Retribución de Solidaridad Activa”, que busca completar los salarios muy bajos o dar un recurso mínimo a quienes no tienen ingresos. De momento, las personas beneficiarias deben demostrar que buscan empleo o que intentan mejorar sus recursos con acciones como la de retomar los estudios.
Sin embargo, el día después de la elección del presidente, tanto Sarkozy como Hollande deberán tomar en cuenta a los nueve candidatos que hayan quedado atrás, sobre todo a quienes los apoyen en la segunda vuelta o hayan logrado más del 10% de los votos. Hollande advirtió: “No hay lugar en una presidencial para negociaciones entre partidos. Nada de trueque, de concesiones, de intercambios. En cambio, si los franceses me llevan a la segunda vuelta, hablaré a todos los electores”. Pero también aclaró que será su programa el que se aplicará en su gobierno y que no piensa negociar con Mélenchon entre la primera y la segunda vuelta. Los socialistas negociaron antes de la campaña para la primera vuelta con los ambientalistas, y ya les prometieron cargos, sin pensar que su caudal de votos sería tan pobre.