El alcalde de Nantes y jefe de la bancada socialista en el Parlamento desde 1997, el moderado Jean-Marc Ayrault, fue elegido primer ministro, cargo para el que sonaba también el nombre de la secretaria general del Partido Socialista, Martine Aubry.

La prensa europea mencionó que uno de los aspectos que pudo haber considerado Hollande para designar a Ayrault es la señal positiva que da a Alemania, donde éste tiene contactos de sus tiempos de estudiante, y será la persona que mejor alemán hablará en el Elíseo, ya que fue profesor de ese idioma antes de dedicarse a la política. Pero, además, Ayrault tiene fama de socialdemócrata muy moderado y de prudente en cuestiones económicas.

Asesoró a Hollande durante la campaña y en una de las entrevistas previas a las elecciones dijo que para enfrentar la crisis europea “no es suficiente ajustar los presupuestos”, sino que también es necesario “crear formas de volver al crecimiento”. Advirtió que si Hollande era electo, Alemania se vería “forzada a escuchar la voz del pueblo francés”.

Con 62 años, el nuevo primer ministro es reconocido como una persona con poco carisma y una actitud que es percibida como distante, e incluso fría, aunque quienes lo conocen dicen que es timidez.

Ayrault es un hombre cercano a Hollande desde que en 1997 el entonces primer ministro Lionel Jospin los eligió para dirigir respectivamente el grupo parlamentario y el partido, y durante la última década almorzó con el actual presidente todos los martes.

Si bien se le critica que no tiene experiencia en cargos de gobierno nacional -al igual que el presidente-, Ayrault nunca perdió una elección y cuenta con un importante respaldo partidario y de votantes: fue reelecto alcalde de Nantes en todas las elecciones desde 1989 y siempre en primera vuelta con más del 55% de los votos.

Esto no lo libra de las críticas. Cuando su nombre se manejaba para liderar el Ejecutivo se recordó que en 1997 fue condenado a seis meses de cárcel sin cumplimiento de pena y una multa por unos 4.600 euros, porque se le entregó la edición del diario municipal a un empresario sin realizar una oferta pública. Este antecedente vale también para quienes recuerdan que Hollande prometió no incorporar a su gobierno a ningún político “juzgado y condenado”. El ahora primer ministro ha señalado que se lo condenó porque era el máximo responsable de la alcaldía y no por una implicación directa en el caso.

Pensando en junio

Como jefe de la bancada socialista, Ayrault cultivó una imagen de consenso dentro del partido, lo que también beneficiará la unidad partidaria con miras a las legislativas del 10 y 17 de junio.

El último sondeo indicó que los socialistas, en alianza con los verdes y el Frente de Izquierda, son los favoritos con 44% de la intención de voto, por delante de la Unión por un Movimiento Popular del ahora ex presidente Nicolas Sarkozy, que cuenta con 32%.

El Frente Nacional de Marine Le Pen alcanzaría 18% de los votos, casi el mismo porcentaje que logró como candidata presidencial. Algo similar ocurre con el Frente de Izquierda, de Jean-Luc Mélenchon, que recibe un respaldo de 10,5%.

Si los socialistas lograrán o no la amplia mayoría por la que Hollande llamó a sus partidarios a trabajar, es uno de los motivos de expectativa en las legislativas. Otro lo constituye el anuncio de Mélenchon de que se presentará como candidato a legislador en el feudo de Le Pen, la circunscripción de Hénin Béaumont, que fue cuna del movimiento obrero francés y es históricamente comunista. El ex candidato presidencial aseguró que recuperará el simbolismo de izquierda que el pueblo tuvo hasta que Le Pen “por bravuconería, decidió instalarse” allí.

Por su parte, la ex candidata presidencial de ultraderecha dijo al lanzar el lunes su candidatura que no personaliza los combates ni quiere “batallas de egos ni venganzas”. Aseguró: “Estoy muy por encima de todo eso. Mi principal adversario es el candidato socialista”.

Lo de Mélenchon fue interpretado como un grito de guerra porque aseguró que va a hacer “una campaña nacional e internacional contra la extrema derecha, calle por calle, puerta por puerta, miedo por miedo, prolongando la campaña presidencial”.

Entre europeos

Luego de una sobria y austera ceremonia de asunción, y cuando todavía sonaban los disparos de cañón que la siguieron, Hollande se subió a un avión para reunirse con la canciller alemana, Angela Merkel, en Berlín.

Durante su primer discurso presidencial, el socialista se refirió tanto al plano nacional como al internacional. “Fijaré las prioridades pero no decidiré todo ni por todos. El Parlamento, el gobierno y la Justicia serán independientes. El poder será ejercido con escrupulosa sobriedad. El Estado será imparcial. Defenderé siempre el laicismo y lucharé contra el racismo y el antisemitismo”, aseguró, mostrándose contrario a la ultraderecha que creció en Francia en las últimas elecciones y a las ideas de su antecesor de frenar la inmigración. A su salida, Sarkozy fue vitoreado por sus seguidores. Minutos antes, Hollande había recibido abucheos. Sin embargo, el flamante mandatario comunicó a Sarkozy sus “mejores deseos para la nueva vida que comienza hoy”.

Con respecto a Europa señaló: “Nos esperan y nos miran, y voy a proponer a mis colegas europeos un pacto que una la necesaria reducción del déficit con el indispensable estímulo de la economía”. “Necesitamos solidaridad, crecimiento, un nuevo pacto para reducir la deuda estimulando nuestras economías, y acuerdos comerciales que respeten la reciprocidad”, agregó.

Sin embargo, no repitió esos conceptos cuando dio una conferencia de prensa junto a Merkel después de la reunión que ambos mantuvieron. Según la canciller de Alemania, que tomó la palabra, ambos jefes de Estado coincidieron en su deseo de que Grecia permanezca en el euro pese a los malos augurios (ver página 5) y a que horas antes se supiera que se llamará nuevamente a elecciones por el fracaso de los intentos para formar gobierno.

Aunque el socialista bajó el tono de sus críticas al plan de austeridad alemán, los periodistas preguntaron a Merkel si tenía temor a las demandas de Hollande, a lo que ella señaló que “rara vez” tiene miedo porque el miedo “es mal consejero en la política”.

Si bien Hollande manifestó en campaña su intención de renegociar el pacto fiscal, o por lo menos sumarle un acuerdo de crecimiento, viajó a Berlín sin texto ni propuestas. Tampoco fue recibido por abrazos, como sí lo fue Sarkozy, sino con un sobrio apretón de manos.