“¡Nicolas, Nicolas!”, gritaba la gente que se había reunido en los Campos Elíseos después de la derrota electoral que sufrió el presidente Nicolas Sarkozy el domingo ante su rival socialista, François Hollande. En el momento de acceder a una zona cercada, la más cercana a los Campos Eliseos, una mujer sin identificación de ningún tipo preguntó a la diaria: “¿usted ya ingresó acá?”. La respuesta, por entender que era la condición necesaria para acceder a los mejores lugares, fue “sí”. Minutos después surgieron los cánticos de apoyo al presidente en ese sitio.
Es verdad que “sólo” un millón de votos separan al presidente electo del saliente, en un país donde las listas electorales cuentan con más de 44 millones de inscriptos. También es verdad que era, quizá, la última oportunidad para sus seguidores de acercarse al mandatario conservador, que anunció su retirada de la vida política después de dejar el cargo, el 15 de mayo.
Los pocos seguidores de Hollande presentes en la ceremonia se indignaron por los gritos y hubo intercambios crudos, zanjados por los oficialistas, que invocaron la “libertad de expresión”. El canal de información francés BFM TV emitió más tarde la entrevista a una militante del partido de gobierno, la Unión por un Movimiento Popular (UMP), quien dijo que el secretario general de esa formación, Jean François Copé, había llamado a los militantes a movilizarse para marcar presencia en la ceremonia pública que se realizó ayer en la Plaza de la Estrella, bajo el Arco de Triunfo.
La UMP ya lanzó su campaña electoral de cara a las legislativas del 10 y el 17 de junio. Esas elecciones serán la última oportunidad para los conservadores de evitar que todos los poderes queden en manos del Partido Socialista, que ya controla la mayoría de los gobiernos locales (regiones, cantones, departamentos y municipios) y el Senado. Ante la inminente retirada de su líder y fundador, Sarkozy, la movilización para esa instancia electoral le permite a la UMP mantener cierta unidad.
El presidente saliente fue felicitado de manera unánime por sus compatriotas por invitar a Hollande a depositar una ofrenda floral ante la tumba del soldado desconocido, a reavivar la llama eterna en honor de los ex combatientes, a pasar revista a los mandos militares y a firmar el libro de oro con él, en su último 8 de mayo como presidente. En esa fecha Francia recuerda la derrota militar de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
En 2007, cuando fue electo, Sarkozy rechazó la invitación a participar en esa ceremonia que hizo su antecesor Jacques Chirac, también de derecha, pese a que la enemistad entre los dos hombres es de conocimiento público. Entonces Sarkozy había dicho que no quería dar la imagen de “un Estado con dos cabezas”.
Ayer, después del acto, el presidente saludó a sus seguidores en las cercanías del Arco de Triunfo, en medio de una nube de guardaespaldas y de periodistas. Sarkozy no volvió a hablar con la prensa desde el discurso que siguió su derrota, el domingo.
El socialista electo se mantuvo en segunda fila, detrás de su antecesor, durante toda la ceremonia y se retiró de inmediato cuando el acto terminó. Luego dijo a las cámaras de televisión: “Creo que [la de ayer] era una imagen deseada por todos los franceses, más allá de las sensibilidades políticas”.
La primera vez que dos presidentes participaron en un acto como el de ayer fue en 1995, cuando Jacques Chirac, entonces presidente electo, acompañó durante la ceremonia a su antecesor, el socialista François Mitterrand. Éste había sido electo por primera vez en 1981, en plena Guerra Fría. En otro contexto, el de la crisis europea, Francia eligió el domingo a su segundo presidente socialista desde que rige la Constitución de 1958.