Ayer la izquierda francesa se sumó a la tradicional manifestación de los sindicatos para una marcha que se convirtió en un acto contra el presidente saliente, Nicolas Sarkozy. Sin embargo, el candidato del Partido Socialista (PS) a la presidencia, François Hollande, favorito para la elección del domingo, prefirió ir a la ciudad de Nevers, a rendir homenaje al ex primer ministro socialista Pierre Bérégovoy, que se suicidó allí un mes después de dejar el cargo, en 1993. Varios asuntos de corrupción lo habían salpicado cuando él se presentaba como un luchador contra la corrupción.
El día comenzó con una marcha y un acto del FN. Bajo un sol de primavera, los seguidores de la extrema derecha, que obtuvo 17,9% de los votos y logró el tercer puesto, tenían una cita tradicional, que repiten cada año en esa fecha. En la plaza de la Ópera, donde estaba previsto que la marcha del FN culminara con un acto, la diversidad de orígenes que se podía ver en los pasajeros del metro desaparecía. En el encuentro político los franceses de origen extranjero eran escasos.
Miles de seguidores del FN -entre ellos muchos jóvenes- escucharon primero el discurso de su fundador, Jean-Marie Le Pen, que rindió homenaje, como cada año, a la heroína francesa Juana de Arco. Se notó el cansancio del viejo líder, que no marchó junto a su gente y tampoco se levantó al saludar a su hija y sucesora, Marine, cuando ella subió al gigantesco estrado en el que estaban sentados decenas de dirigentes. Pero la presentó con entusiasmo. Sólo hay “una Juana, una Marine, una Francia”, gritó.
Con un caudal electoral nunca visto, el FN y sus votantes están al centro de las expectativas porque pueden ser decisivos el domingo, y ayer estaba anunciado que Marine diera instrucciones para el balotaje. Éstos tendrán que elegir entre un presidente de derecha cuya gestión no los satisface y un socialista. El discurso de Le Pen estuvo puntuado por los “buh” del público cada vez que mencionaba a los candidatos a la presidencia.
La mayoría de las críticas se dirigieron a Sarkozy. La dirigente del FN dijo que su partido y sus votantes pasaron de ser “embarrados” y “humillados” a ser “franceses que tienen verdaderas preocupaciones”. Para ella, eso muestra “la potencia del voto”. También dijo, sonriente, mientras levantaba la mano abierta ante los presentes, que los años que faltan antes de llegar al poder se cuentan “con los dedos de una mano”. Más tarde aseguró que votaría en blanco y algunos participantes mostraron falsas papeletas marcadas con el nombre de Juana de Arco.
Le Pen explicó que quiere que los dos candidatos sean responsables de sus actos y de su eventual derrota. Dejó a sus partidarios en libertad de votar lo que les pareciera mejor el domingo, aunque dejó en claro que para ella Hollande y Sarkozy son “dos caras de una misma moneda” y constituyen el “sistema”, que gobierna el país y que el FN sólo puede contar consigo mismo para “salvar al país y a la civilización” francesa porque los otros no lo harán. La multitud coreaba: “Sarko, Hollande, es lo mismo”. La gran mayoría de las banderas que se pudieron ver ayer en la plaza de la Ópera en París eran de Francia.
En su discurso la ex candidata del FN reafirmó que se opone al derecho a voto para los extranjeros en las elecciones municipales, que está en contra de que los homosexuales se casen o adopten y destacó a su partido como el “único” que respeta los valores de la República: la laicidad y un sistema electoral proporcional. Además de los frecuentes abucheos, se gritó mucho el nombre de la líder del partido, pero también las palabras “comunista asesino” cuando la ex candidata mencionó a Jean-Luc Mélenchon, el candidato del Frente de Izquierda, que tiene entre sus integrantes al Partido Comunista y que llegó cuarto en la primera vuelta. Los lepenistas también corearon el tradicional “estamos en nuestra casa” en referencia a la inmigración. En su discurso, Le Pen nombró varias veces a su partido como “Bleu Marine” (azul marino o azul Marina).
Cuando terminó el discurso, entre la gente que se dirigía hacia el metro se escuchaban comentarios como “prensa izquierdista” o “los periodistas son todos unos vendidos”. Al ser consultada por la diaria, una mujer negra respondió: “¿Usted es de la prensa? Entonces no.” Otros sí aceptaron hablar. Dos jóvenes, Artur y Samir, opinaron que el FN “es franco, familiar y dice cosas justas”, y que hasta ahora los partidos que gobernaron “no dieron resultado”. A la hora de definir su voto los dos amigos mostraron diferencias: uno dijo que votará a Hollande “sin convicción” el domingo, porque el gobierno de Sarkozy “es cualquier cosa”, y el otro dijo que no votará. En cambio, un grupo de personas mayores manifestó que votará “en blanco, como Marine”.
Sarkozy también
El acto del FN terminó cerca de las 14.00, hora francesa, y a las 15.00 empezó el que convocó Sarkozy en la plaza del Trocadero, cerca de la torre Eiffel, también llamada “plaza de los derechos humanos”. El encuentro fue citado bajo el lema de defender el “verdadero trabajo”, en respuesta a los sindicatos, que se reunían horas después para llamar a votar contra el presidente.
La estación de metro del Trocadero estuvo cerrada por la manifestación y acceder a la plaza implicaba sortear varios cordones policiales. Mujeres mayores mostraban sus tarjetas de la UMP y se quejaban de que no las dejaran pasar. Una vez en las cercanías de la explanada, la cantidad de gente hacía casi imposible acercarse al escenario. Antes de que hablara Sarkozy, tomaron la palabra varios pesos pesados del partido, entre ellos el ex primer ministro Jean-Pierre Raffarin, que anunció que había 200.000 personas y criticó a los líderes de la izquierda por querer “sólo la caída de Sarkozy”.
También habló el secretario general de la UMP y actual primer ministro, François Fillon, quien fue aclamado. “Les gusta mucho a las mujeres”, explicó una mujer, muy emocionada, que dijo que es psicóloga y funcionaria internacional. También se declaró votante de Sarkozy “porque es un hombre de Estado”, aunque reconoció que “no todo lo que hizo fue perfecto”. Es que “le tocó la crisis”, explicó, y estimó que si no fuera por él Francia estaría mucho peor.
Entre la multitud, dos jóvenes que dijeron haber llegado desde la plaza de la Ópera, explicaron que habían votado a Le Pen en primera vuelta y que en la segunda votarían a Sarkozy por “motivos de moral”, porque están en contra del matrimonio gay, de la adopción por parte de personas del mismo sexo y del voto de los extranjeros.
Un rato más tarde, una congolesa que asistía al acto explicó que vive en Francia desde hace diez años y que aunque no puede votar, por ser extranjera, ella apoya a Sarkozy porque le gustan sus propuestas. Explicó que en su país los extranjeros tampoco pueden votar y que eso le parece “normal”, que allá a los franceses (que fueron los colonizadores) no se les da nada si no es a cambio de trabajo. Se refería a las acusaciones tanto del FN como de la UMP de que los extranjeros desequilibran el sistema de seguridad social y que abusan de los subsidios, por ejemplo, porque tienen muchos hijos. Sin embargo,el periódico francés L’Express publicó datos estatales que demuestran que hay millones de personas que podrían solicitar subsidios pero no lo hacen, en parte porque los trámites son engorrosos.
En el punto opuesto
Cuando terminó el acto de Sarkozy, la estación de Trocadero seguía cerrada; otras militantes veteranas intentaban sortear las dificultades para pasar, y en el extremo opuesto de la ciudad estaba convocada la marcha de los sindicatos por el 1º de mayo.
Al ingresar a esta manifestación, ya muy avanzada en el bulevar Saint Germain, el caudal de gente impresionaba: cuadras y cuadras de personas desfilaron con toda una variedad de banderas, carteles, con música, cantos y disfraces.
La diferencia de ambiente entre el acto de Sarkozy, en el que sólo se aplaudió y se gritó el nombre del presidente, era notable. La marcha sumó a gente de todas las edades, militantes sindicales, independientes y organizaciones sociales de todo tipo y color.
Aunque muchos votarán por Hollande en la segunda vuelta, algunos mostraban más convicción que otros. Olivier, que llevaba una bandera del Frente de Izquierda, el partido más visible en el recorrido, opinó que Mélenchon puede ganar la presidencia en cinco años porque su propuesta es “sólida”, pero opinó que “es demasiado favorable a la inmigración” y que si quiere sumar más votantes, va a tener que cambiar su discurso.
Fanie, que marchó empujando el cochecito de su bebé, junto a su pareja y su hija, explicó que estaba allí porque compartía las consignas de la convocatoria. Dijo que votó al Partido Socialista porque el programa de Mélenchon “no es realista” y “Sarkozy es sencillamente imposible”. Otro participante en esa manifestación, Gregoire, partidario del Frente de Izquierda, dijo que lo que más le interesa es “echar” a Sarkozy de la presidencia y “volver a unificar la izquierda”.
Una sindicalista de la Confederación Francesa Democrática del Trabajo, Catherine, dijo que Sarkozy debería ocuparse de los trabajadores y “hacer su trabajo” en lugar de pedir a los sindicatos que dejen “la bandera roja” y se pongan “al servicio de Francia”, como lo hizo. Opinó que quienes reprocharon a los sindicatos la convocatoria de la marcha junto con la izquierda se equivocan: “El sindicalismo para mí es política, política del trabajo, política social”.
En esta marcha se oyeron los cánticos tradicionales de las manifestaciones de izquierda en Francia, como “primera, segunda, tercera generación, somos todos hijos de inmigrantes”, y también se oyó a la gente que pasaba comentando: “Dicen que el discurso del Trocadero fue bastante innoble”. También se escuchó un repicar de tambores de un grupo de uruguayos residentes en París que se había sumado a la protesta “para apoyar la jornada”. Así lo dijo Agustín, que llegó en setiembre a París. En su opinión, el derecho al voto de los extranjeros no es lo principal porque él aún no tiene papeles y “son muchos trámites” para obtenerlos. Un poco antes una camioneta pasó anunciando en un cartel: “Empanadas bolivianas, argentinas y colombianas”.
Además de la menor presencia de banderas francesas, la mayor variedad de orígenes de los manifestantes y el ambiente más festivo, este Día de los Trabajadores tuvo otra diferencia. En los otros no se veía gente con ramos de muguet, la flor que se regala los 1º de mayo en Francia. Se vendían ayer en el metro y en muchas esquinas, pero no en todos lados su precio era el habitual, de un euro. Llegaban a costar hasta siete, si el ramo iba acompañado de una rosa. Los parisinos comentan que la crisis se nota en la fuerte suba de los precios y que los sueldos no acompañan.