En una feria emblemática de la ciudad de Timbuktú, en Malí, un hombre recibió el lunes 40 latigazos por haber consumido alcohol. En junio se supo que en el mismo lugar un hombre y una mujer recibieron 100 latigazos cada uno por haber tenido un hijo fuera del matrimonio. Esos castigos, que son habituales, así como la obligación de usar el velo islámico para las mujeres, fueron impuestos por el grupo islamista tuareg Ansar al Din (defensores del Islam, en árabe). Este grupo, además, destruyó gran parte de los mausoleos de la ciudad, declarados Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO desde 1988 (ver recuadro).

Ansar al Din combatió contra las tropas estatales desde enero. En estos combates, que duraron hasta fines de marzo, participaron también otros dos grupos: el Movimiento Nacional de Liberación de Azawad (MNLA, tuaregs que abogan por un sistema político laico) y el Movimiento de Unicidad y Yihad en África del Oeste (MUYAO, tuaregs que quieren instaurar la ley islámica o sharia).

El 22 de marzo hubo un golpe de Estado y sus instigadores argumentaron que lo dieron para desplazar a un gobierno que era incapaz de combatir la revuelta tuareg en el norte. Así terminó la presidencia de Amadou Toumani Touré. Tres días después, el norte quedaba en manos de los tuareg. El 6 de abril, el MNLA autoproclamó el Estado de Azawad, en un amplio territorio de 850.000 kilómetros cuadrados (más de la mitad norte de Malí), con capital en la ciudad de Gao a 100 kilómetros de Timbuktú.

Duró poco

Sin embargo, los dos grupos islamistas -MUYAO y Ansar al Din, aliados con Al Qaeda en el Magreb islámicodieron luego otros combates contra tuaregs laicos del MNLA, para poder imponer la sharia en ese territorio, que desde el 11 de julio quedó por completo bajo su control. El vocero del MNLA, Musa Ag Atayer, dijo a la agencia de noticias Efe que sus tropas están ahora en la frontera entre Malí y Mauritania esperando la oportunidad de volver a tomar el control del autoproclamado Estado de Azawad.

Otros peligros

El 28 de junio, los monumentos de la ciudad de Timbuktú pasaron de ser Patrimonio Cultural de la Humanidad -como lo eran desde 1988- a estar incluidos en el Patrimonio Mundial en Peligro. Fundada en el siglo XII por los tuaregs, Timbuktú es una metrópolis cultural e intelectual, cuna de la religión musulmana en el Sahara, en la que se encuentran tres grandes mezquitas y los mausoleos de 16 hombres ilustres para esa religión. La ciudad está desde hace tres meses en manos de los islamistas de Ansar al Din.

Este grupo, vinculado a Al Qaeda, considera que esos monumentos del siglo XV y XVI son una herejía y sus miembros ya destruyeron muchos de ellos mientras gritaban “Alá es grande”.

“Lo que da más pena es que esos actos los lleva a cabo gente que dice ser musulmana cuando sabe bien que en Timbuktú la población nunca los adoró como santos. Son eruditos, sabios que enorgullecen a la ciudad. La gente viene a homenajearlos, pero no se trata de veneración”, explicó al semanario Jeune Afrique el historiador e investigador del Instituto de Altos Estudios e Investigación de Tumbuktú, Salem Ould Alhadj. Además, en esa ciudad y sus alrededores hay entre 100.000 y 150.000 manuscritos redactados entre el siglo XIII y XVI. Tratan del Corán, de teología, pero también de matemáticas, derecho, astrología o historia del país, de la ciudad y del mundo árabe, entre otros muchos temas, y también están amenazados. Junto a su patrimonio cultural, la ciudad podría perder sus atractivos turísticos y dejar sin empleo a gran parte de los jóvenes que se especializaron en su conservación.

A los reclamos de la UNESCO se sumó la fiscal de la Corte Penal Internacional, Fatou Bensouda. Advirtió que es “un crimen de guerra” atacar esas edificaciones que no son objetivos militares. “Mi mensaje a quienes están implicados en este acto criminal es claro: detengan la destrucción de los bienes religiosos ahora. Es un crimen de guerra sobre el que mis servicios están plenamente autorizados a investigar”, dijo.

Sin embargo, esas palabras no desalentaron a las milicias islamistas, que siguieron destruyendo monumentos. Ahora argumentan que lo hacen en respuesta a las advertencias de los “herejes” de potencias extranjeras que no tienen por qué opinar.

Si bien no renuncian a tener Estado propio, según dijo el mismo vocero al portal Afrik, los tuaregs laicos reclaman ahora una intervención internacional. “Si es necesario perseguir a los miembros de Al Qaeda en territorio maliense, una intervención de tropas internacionales necesita el apoyo del MNLA”, dijo. Añadió que ellos están “preparando una ofensiva” contra los islamistas pero que también aceptarían “una mano tendida y el diálogo” con el gobierno de Malí y organizaciones internacionales africanas que están mediando en la crisis.

Una de las integrantes de la dirección del MNLA, Nina Wallet Intalu, publicó la semana pasada una carta abierta en el semanario Jeune Afrique, en la que niega que su movimiento haya sido aliado de los islamistas. Además, denuncia la destrucción de la cultura y el patrimonio tuareg y “no sólo los mausoleos” por parte de “hordas de terroristas sin cultura y sin historia”. Estima que su cultura, “de tradición matrilineal [la descendencia se define por la línea materna], también es patrimonio de la humanidad”. Explica que la “nación [tuareg] negada hasta el día de hoy existe, no obstante, desde mucho antes que las invasiones coloniales y los recortes territoriales” de los que fueron “las primeras víctimas”.

También denuncia las humillaciones que sufren las mujeres de su comunidad por parte de los islamistas y pide “ayuda” a las “naciones libres y democráticas” porque “el ‘sentido común’ debería haber implicado que el MNLA, por ser el único que enfrentó a los islamistas en Azawad, recibiera el apoyo y la ayuda del conjunto de los Estados que luchan en contra del terrorismo”. Wallet denunció en esa carta dirigida “al mundo libre” el “adoctrinamiento de niños” y la “corrupción de jóvenes desocupados” por parte de los islamistas de Ansar al Din.

El mismo semanario publicó una nota en la que reseña un informe de UNICEF, publicado el 6 de julio, según el cual, por lo menos 175 varones de 12 a 15 años integran las tropas de los tres grupos armados que operan en el norte de Malí, y eso incluye también al MNLA. UNICEF reconoció que las cifras no son exactas, porque no tiene acceso a esa zona y depende de informantes.

El sur también

A la situación en el norte se suma la inestabilidad política más al sur, en Bamako, la capital. Ante las presiones de la ex potencia colonial, Francia, y de los países del continente africano, pero también de Naciones Unidas y de Estados Unidos, la junta militar dirigida por el capitán Amadu Haya Sanogo, que tomó el poder en marzo, lo devolvió el 6 de abril a un gobierno de transición. Éste quedó en manos del presidente de la Cámara de Diputados, Dioncunda Traorese, que pasó a ser jefe de Estado. Días después, Amadou Toumani Touré presentó su renuncia oficial a la presidencia.

El nuevo mandatario sufrió un violento ataque en su oficina el 21 de mayo, a manos de una multitud contraria a que ocupara el poder, y desde entonces Dioncunda Traorese se recupera en París. Por lo tanto, el que dirige ahora el país es su primer ministro, Cheick Modibo Diarra, que fue a París en los últimos días a anunciarle a Traorese que piensa “proponer una amplia apertura” a todas las fuerzas políticas del país para poder combatir a los islamistas del norte y que buscará crear un gobierno de unidad nacional. Ayer entregó un plan para instalarlo y llamar a elecciones dentro de un año.

Ese gobierno de unidad es lo que reclamaba desde hace semanas la Comunidad Económica de Estados de África del Oeste (Cedeao), que intenta mediar en la crisis de Malí desde marzo. Para ese organismo, que también negocia con los islamistas (algo que genera el rechazo del MNLA), es un paso indispensable instalar un gobierno de consenso antes de reconquistar el norte. Para lograrlo, el organismo no descarta mandar unos 3.000 soldados al país. El bloque regional y su hermano mayor continental, la Unión Africana, estudian posibles sanciones en caso de que no se cumpla el plazo fijado, el 31 de julio, para el nombramiento de un nuevo gobierno. Sin embargo, para esa intervención consideran necesaria una solicitud formal del Ejecutivo maliense y esperan que el nuevo gobierno la emita porque el primer ministro tiene dificultades para ejercer su autoridad.

Además de su incapacidad a la hora de enfrentar a las tropas islamistas del norte, también en la capital siguen actuando grupos armados fieles al capitán Sanogo -que había quedado en el poder tras el golpe- y los periodistas que trabajan en Bamako denunciaron que sufren ataques por parte de ellos.

El acuerdo que permitió que Sanogo devolviera el poder en abril, propuesto por la Cedeao, incluía una amnistía para él y sus seguidores. Además, el organismo regional no quiere actuar sin un mandato de la ONU. Pero, aunque algunos países como Argelia continúan abogando por las negociaciones, la intervención militar ya es casi un hecho. Si bien la ex potencia colonial, Francia, dejó la decisión en manos africanas, el gobierno socialista reiteró sus reclamos de una intervención militar de la Unión Africana y Naciones Unidas y también reclamó “un verdadero gobierno que pueda asumir sus responsabilidades”.

Cientos de miles de personas huyeron de sus hogares en Malí y casi 200.000 están refugiados en los países fronterizos: Argelia, Mauritania, Burkina Faso y Níger. La Cruz Roja comenzó el lunes a mandar ayuda urgente al norte porque a los combates se sumó la sequía, por lo que la población “ya no puede satisfacer sus necesidades básicas de alimentación”.