“Si Brasil se abre para el mundo, el mundo se vuelve hacia Brasil. Esa dinámica trae esperanza, pero también nuevas y grandiosas responsabilidades que las Fuerzas Armadas sabrán cumplir”. Ésta es la frase de la presidenta Dilma Rousseff con la que el Libro Blanco de la Defensa Nacional brasileño abre el capítulo titulado “El ambiente estratégico del siglo XXI”.

Tras señalar que ya no vivimos en un mundo bipolarizado sino que vamos hacia la construcción de un sistema multipolar, el documento, que por momentos parece una guía de política exterior, señala que Brasil tiene que comprometerse en “la consolidación de estructuras de gobierno multilaterales, representativas de la nueva distribución del poder mundial”. Advierte que no hacerlo puede tener un costo muy grande en el futuro. A su vez, asegura, el desarrollo de Brasil como potencia mundial debe ir de la mano con una capacidad de defensa que acompañe sus “potencialidades y aspiraciones”.

Una defensa grupal

La defensa de América está regida actualmente por dos acuerdos que fueron incorporados a la Organización de los Estados Americanos. El Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (firmado en 1947) asegura la ayuda entre los países para enfrentar ataques armados contra cualquiera de ellos y compromete a los Estados parte a resolver sus conflictos por medios pacíficos. El Tratado Americano de Soluciones Pacíficas, o Pacto de Bogotá (1948), reitera este último compromiso. Ninguno de los dos acuerdos tiene un respaldo regional masivo. Al primero renunció México en 2002 y en junio lo hicieron de forma conjunta Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela. Al segundo presentaron sus reservas ocho de los 21 países firmantes. En tercera instancia figura también la Junta Interamericana de Defensa, creada en 1942 y que en 2006 se incorporó como una entidad de la OEA, cuya función es asesorar a los países miembro en asuntos militares y de defensa. Sin embargo, sus recomendaciones no son vinculantes y desde la academia se señala que no tiene ningún peso para los países de la organización. Todos estos marcos de defensa fueron redactados y suscritos durante la guerra fría. Más recientemente se aprobó la conformación del Consejo de Defensa Suramericano, en el marco de la Unión de las Naciones Suramericanas. Éste es el primer acuerdo que excluye a Estados Unidos, México y Canadá. Propuesto en 2008 por el entonces presidente brasileño Lula da Silva, comenzó a funcionar en 2009 y tiene entre sus objetivos “construir una identidad suramericana en materia de defensa” así como “fortalecer la cooperación regional en materia de defensa”. Este Consejo todavía está poco articulado, aunque marca los primeros pasos hacia una estrategia regional de defensa.

En el mismo sentido se manifestó en 2010 el entonces ministro de Defensa, Nelson Jobim, en el libro Seguridad internacional: perspectivas brasileñas, redactado en conjunto con la Fundación Getúlio Vargas. En ese texto Jobim enfatizaba que el protagonismo asumido por la política exterior brasileña debía ser acompañado por una estrategia de defensa que profundizara la seguridad y la reflexión sobre la necesidad de un sistema regional en esta materia, en conjunto con gobiernos extranjeros y organismos internacionales, y con una mayor coordinación entre el Ministerio de Relaciones Exteriores y el de Defensa. También se hace hincapié en este punto en el Libro Blanco: “Por medio de la disuasión y de la cooperación, Brasil fortalecerá la estrecha vinculación entre su política de defensa y su política externa, históricamente volcada a la causa de la paz, de la integración y el desarrollo”.

Por dentro y por fuera

Para la redacción del Libro Blanco el gobierno se nutrió de seis seminarios temáticos, en los que participaron distintos actores implicados en la defensa, así como de la sociedad civil. Además de Seguridad internacional: perspectivas brasileñas, el documento sigue los lineamientos de la Estrategia de Defensa Nacional aprobada durante el gobierno de Lula da Silva en 2008, texto en el que ya se advertía de la necesidad del país de defender la Amazonia y los yacimientos de petróleo en la plataforma marítima -el llamado presal-, que en conjunto lo convierten en una potencia energética. En esa estrategia se enmarca el proyecto del submarino de propulsión nuclear, que sólo cinco países tienen y que Brasil espera conseguir para la próxima década. El Libro Blanco lo define como un elemento que “elevará considerablemente la capacidad de defensa de Brasil en el Atlántico Sur”.

El sector nuclear, el cibernético y el espacial fueron declarados estratégicos en el documento. Además de referirse al submarino nuclear, se destacan los adelantos del Programa Nuclear Brasileño y la colaboración en esta área con Argentina, con la cual conforma la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares.

En el sector cibernético se propone un proyecto a largo plazo, para el cual se señala la necesidad de capacitación de personal y de instar a la industria nacional para que produzca sistemas innovadores de defensa cibernética. En cuanto a la tecnología espacial, se hace hincapié en el proyecto para lanzar satélites que permitan crear un sistema que monitoree tanto la Amazonia como la franja del océano Atlántico que da a las costas brasileñas, el espacio aéreo y las fronteras con los países vecinos.

Problema real

El ministro de Defensa, Celso Amorim, ha manifestado varias veces su preocupación por la falta de inversión privada en el área, punto también destacado en el Libro Blanco. Este documento señala que Brasil es el país del BRIC -grupo que también integran Rusia, India y China- que menos invierte en defensa. Según los datos incluidos sobre 2011, Rusia lidera la inversión con 3,9% de su Producto Interno Bruto (71.900 millones de dólares), seguido por India con 2,6% (48.900 millones) y China con 2% (143.000 millones), mientras que Brasil invierte 1,5% (35.400 millones). También se señala que China aumentó su inversión en 170%, Rusia en 79% e India 66%, también por delante de Brasil que lo hizo sólo en 19%.

Esta falta de inversión repercute en el equipamiento y la modernización de las Fuerzas Armadas, y Amorim ya ha manifestado que quiere alcanzar el promedio de los demás países del BRIC, casi 3% de inversión del Producto Interno Bruto. Varias iniciativas se dispusieron en este sentido: en marzo, el Congreso aprobó una ley para brindar ventajas tributarias y en licitaciones estatales a las empresas que desarrollen equipos de defensa y seguridad necesarios para las Fuerzas Armadas. Además, Amorim se comprometió a buscar acuerdos con los países de la región para complementar las industrias bélicas, que se sumarían al que ya tiene su país con Colombia, mediante el cual compró lanchas blindadas para patrullar los ríos de la Amazonia.

Brasil también busca profundizar las relaciones militares con Estados Unidos con el desarrollo de un “nuevo Diálogo de Cooperación de Defensa”. En ese marco, el aspecto más polémico es que Estados Unidos suele vender material bélico pero sin el respaldo tecnológico necesario para que el país comprador pueda desarrollarlo, algo que reclama Brasil.

Amorim ha declarado que el acercamiento militar entre Estados Unidos y Brasil no preocupa a los países latinoamericanos, que incluso lo ven como una oportunidad para que el gigante de América del Sur también se convierta, más adelante, en un suministrador de material de defensa. El general Julio Hang, director del Instituto de Seguridad Internacional argentino, dijo a la revista militar estadounidense Diálogo Américas que lo que hace Brasil con su Libro Blanco y sus acuerdos militares bilaterales es “dirigir la atención hacia la estrategia de defensa no sólo en el interior del país, sino también a sus vecinos: los países se beneficiarán con los avances brasileños al incrementar la cooperación de defensa”.

Brasil busca una soberanía en materia de defensa que refiere también a la tecnología para fabricar material bélico y lograr un liderazgo en este sector. En este sentido el Libro señala que se aumentó la colaboración con el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, para potenciar el lineamiento de esta cartera hacia la investigación y el desarrollo de tecnologías de punta para el sistema de defensa.

En entrevista con el portal argentino Infobae, Amorim destacó: “No se puede estar entre las siete grandes economías del mundo y pensar que nadie está interesado en sus recursos [se] requiere de una disuasión para no estar en riesgo”. Ya el antecesor de Amorim, Jobim, resaltaba no sólo la necesidad de una defensa nacional y regional, sino la creación del Consejo de Defensa Sudamericano (ver recuadro). Jobim había declarado en febrero, también a Infobae, que la región necesita una gestión común para la defensa del continente porque cuenta con tres riquezas que en algunos años serán esenciales: “la energía, por los pozos petroleros y las minas; los alimentos, por la capacidad productiva; y las reservas de agua potable que sólo aquí existen”.