Arocena discrepó con la idea de que los militantes del 68 eran más o mejores que los de ahora, o que tenían mayor compromiso. Según el rector, eran movimientos estudiantiles diferentes porque el mundo también lo era. Destacó que ese año hubo una gran agitación que involucró a mucha más gente, pero recordó que la “militancia permanente” era la labor “de unos pocos” y estimó que “siempre ha sido así y probablemente no deje de serlo”. En este sentido, entendió que la represión hacia las movilizaciones estudiantiles hizo crecer en gran medida el estado de agitación. “La primera manifestación en la que compañeros fueron heridos de bala fue un jueves. El viernes la manifestación era diez veces más grande”, ilustró. Al respecto, comentó que dos meses antes de la muerte de Arce las movilizaciones ya eran disuadidas a balazos.

La Universidad y el presupuesto

Arocena recordó que en 1968 el ministro del Interior era Eduardo Jiménez de Aréchaga, el mismo que había defendido el proyecto de Ley Orgánica (LO) ante el Parlamento en 1958. El rector explica el viraje en las concepciones de ciertos universitarios por la “proximidad del poder”, sumado a que la aprobación de la LO llevó a la Udelar a una posición “más próxima que nunca” a los movimientos populares y a cuestionamientos a los “retrocesos que estaba experimentando el país”. Según Arocena, esto desembocó en una “divisoria de aguas” en la que la mayoría de la Universidad tenía una visión distinta de la del gobierno.

Con respecto a las luchas por presupuesto, que se repiten en ambos tiempos históricos, los entrevistados hicieron hincapié en que se trata de contextos distintos. “En otros tiempos no se quería un desarrollo de la Universidad, hoy se apuesta a un cambio de país pero se olvidan de que necesitamos producir conocimiento, contar con profesionales capacitados para tener un país productivo y reducir las desigualdades”, dijo Aristondo. En esta línea, Arocena dijo que no se visualiza que el país puede dar “un salto muy grande” si continúa incrementando la inversión en educación. “Hemos repetido tanto que la educación no avanza, que no hemos observado reales caminos de avance. Queremos demostrarle al poder político que con una inversión que está perfectamente al alcance de Uruguay en 2020 podemos tener 14.000 graduados (hay 7.000 en este momento)”, comentó. Además destacó que no hay ningún país que haya mejorado sensiblemente las condiciones materiales y espirituales de vida sin haber llegado a que la mayoría de los jóvenes tengan formación terciaria. “Uruguay empezó a invertir seriamente en educación nuevamente, como lo hizo en tiempos de Batlle, y si mantiene 15 años de inversión al alza, éste puede ser otro país”, concluyó.

“Lo peor que nos podría pasar con el 68 es pensar que es un modelo a repetir; todo lo contrario, es parte de la historia. Hay más distancia de aquí al 68 que de ese año a la guerra de España, que inspiraba a buena parte de los militantes del movimiento social de los 50 y de los 60”, concluyó. Para Aristondo, en aquella época “tenían más claro cuál era el enemigo” y eso los obligaba a una mayor movilización. “Hoy es más difícil visualizar el objetivo y organizarse en torno a un enemigo claro, que sigue estando ahí pero opera de maneras más discretas. Ya no lo hace mediante apoyos a golpes de Estado o represiones duras, sino mediante el modelo económico y financiero que sigue oprimiendo a los pueblos de nuestra América”, estimó. Pese a esas diferencias el secretario de la FEUU señaló que esta generación de estudiantes tiene el mismo objetivo que la de Arocena: “Luchar por una sociedad más justa”.

Cenizas quedan

Aristondo consideró que la FEUU sigue siendo una herramienta vigente en tanto forma de organización de todos los estudiantes, con sus principios puestos en sus derechos y en conquistas de la Udelar como la autonomía y el cogobierno. Comentó que se sigue manteniendo el “carácter antiimperialista” y la lucha junto a los trabajadores hacia una sociedad “más justa”, en la que todos puedan acceder a la educación terciaria.

Consultado acerca de una eventual pérdida de peso de la federación en la opinión pública, consideró que “se sigue manteniendo el peso en los medios de comunicación”. De todas formas, admitió que el grado de convocatoria no es igual al que existía en el 68, cuando las manifestaciones se convocaban espontáneamente y la participación era masiva. “Hoy en día son muchos más estudiantes. Cuesta llegarles a todos y explicarles la importancia de movilizarse y de realizar actividades que no necesariamente tienen que ver con lo académico, sino que apuntan a la solidaridad con otros sectores sociales”, dijo. Sin embargo, entendió que la FEUU sigue teniendo un importante prestigio entre las organizaciones sociales uruguayas.

Por su parte, Arocena habló de la excepcionalidad de la FEUU en el movimiento estudiantil latinoamericano e hizo referencia a su característica de contar con organizaciones permanentes y con historia. “En América Latina lo habitual es que las asociaciones de estudiantes tengan una incidencia muy grande de la política partidaria, que hace que el sector que ‘gana’ a la interna encarne al movimiento estudiantil, y el resto de las agrupaciones se retiran. En la FEUU hay enfrentamientos duros, posiciones diversas, pero no ha dejado de ser un movimiento social”, comentó. A su vez señaló que ese aspecto es muy infrecuente en países cercanos y con culturas similares a la uruguaya.

Otro rasgo que mencionó Arocena es la relación entre los estudiantes y el sindicalismo en Uruguay. Para ello puso el ejemplo de esa relación en Francia en el año 1968 y remarcó que “era mínima, cuando no de oposición”. Recordó que la FEUU es fundadora de la Central Nacional de Trabajadores y socia natural del movimiento sindical uruguayo, lo que permite decir que en Uruguay existe el “movimiento popular”.

Militancia x 2

Acerca del vínculo de la FEUU con sectores político partidarios, Arocena destacó que siempre hubo militancia estudiantil partidaria y no partidaria, pero estimó que no debe pensarse ni que el movimiento estudiantil tenga que ser dirigido por los partidos políticos, ni que por ser un militante partidario exista incompatibiliad para actuar en el movimiento social. “El diálogo entre diversas posiciones enriquece; lo que es terriblemente dañino es que un grupo controle cualquier organización social”, consideró. Sobre este punto señaló que siempre las diferencias se observan en enfrentamientos y recordó que en el 68 había “muy duras discusiones internas” y que dentro del comité de movilización de la FEUU estaban representadas las distintas corrientes. Sin embargo, recordó que cuando se resolvía salir lo hacían todos, “los que habían votado a favor y en contra”.

Aristondo señaló que eso se mantiene hoy en día y que es parte de la esencia de todas las organizaciones populares. “Cada cual puede llevar las posiciones de su partido, sector, corriente filosófica o lo que fuere, pero luego de resuelto ya no importa de dónde venga la resolución, lo importante es lo que salga del debate colectivo”, señaló. Para ilustrar este punto recurrió al ejemplo del Congreso Latinoamericano y Caribeño de Estudiantes, “para el que estuvo toda la federación movilizada, más allá de que había gente que no estaba de acuerdo con su realización”.

Presente

Hoy un tema central para la FEUU es su reestructura organizativa, para la cual se plebiscitarán dos propuestas de estatuto, junto con las elecciones internas de los centros y asociaciones de estudiantes. Ambas propuestas incluyen la incorporación de los estudiantes del interior del país. Otra de las preocupaciones es la del Congreso Nacional de Educación que tendrá lugar próximamente, y que sus resoluciones sean plasmadas “en una nueva ley de educación o en aspectos concretos”.