Las últimas manifestaciones chinas contra Japón causaron temor en los inmigrantes nipones. El sábado, la protesta frente a la embajada japonesa en Pekín reunió a la mayoría de las 70.000 personas que salieron a las calles ese día en una docena de ciudades. Los manifestantes incluso intentaron ingresar a la sede diplomática, lanzaron piedras y botellas y cantaron eslóganes contra Japón. Se consideró la mayor de las manifestaciones anti niponas desde la normalización de la relación entre ambos países, en 1972.

Las protestas se endurecieron después de que el gobierno de Japón informara la semana pasada que comprará las islas en disputa entre los dos países -llamadas Senkaku por Tokio y Diaoyu por Pekín- a sus propietarios nipones por casi 27 millones de dólares.

El gobierno chino no minimiza ni oculta estas manifestaciones, como hace con las antigubernamentales, que deben mantenerse durante días para que se enteren los medios de comunicación. El portavoz de la cancillería, Hong Lei, aseguró que la compra de las islas es parte de una “avalancha de acciones provocativas” lanzada por Japón para “reafirmar su autodenominada soberanía sobre las islas” que ha “provocado una notable escalada de las tensiones entre los dos pesos pesados de Asia”.

Además de reprochar la actitud de Japón, China envió seis buques de vigilancia a las islas, que se presume que tienen grandes reservas de gas. Hong dijo ayer que la respuesta del gobierno japonés determinará lo que suceda en los próximos días y aseguró que China se hará responsable de la seguridad de las personas e instituciones japonesas.

Aun así, los distintos medios chinos están llamando a la calma e invitan a seguir con las protestas para defender los intereses del país pero sin que se vuelvan violentas, como ya ha sucedido en algunos casos aislados, en lo que se ha golpeado a japoneses y se han roto vidrieras de tiendas niponas. Los casos más representativos fueron los ataques a Toyota, Honda, Panasonic y Canon, que lanzaron los manifestantes y los propios trabajadores desde el interior de las compañías. Estas empresas y algunas más, como Mazda y Nissan anunciaron el cierre de sus puertas por tiempo indefinido, mientras otras compañías, como Sony, anunciaron que restringirían los viajes de sus ejecutivos a China.

El temor se esparció entre los japoneses que viven en China y afectó en particular a los pequeños negocios: muchos optaron por no abrir sus puertas ayer por temor a las protestas y otros colgaron en sus vidrieras banderas chinas para demostrar su simpatía hacia el país y evitar agresiones. En Shangái, donde vive la mayor comunidad japonesa, muchas tiendas cerraron temprano para que los empleados no tuvieran que desplazarse solos de noche. Las vidrieras de los negocios chinos también cambiaron: retiraron todos los productos que pudieran hacer referencia a Japón, desde alimentos en restaurantes hasta autos en concesionarias.

El diario japonés The Daily Yomiuri, en su edición en inglés, alertó que se esperaban para hoy nuevas manifestaciones -y más violentas- por el aniversario de la ocupación japonesa de China en 1931, por lo que la embajada lanzó recomendaciones y dispuso que se extienda la suspensión de las clases en las escuelas y liceos japoneses que están en China.

Se teme que una escalada en las tensiones diplomáticas derive en una “guerra económica” que sería desastrosa para ambos países y para la región. Las advertencias en este sentido llegaron por parte de dos diarios chinos: People's Daily -del Partido Comunista Chino- y China Daily. El primero advirtió que el gobierno chino podría recurrir a sanciones económicas “si Japón sigue con sus provocaciones”.

Para China, Japón es su segundo socio comercial -después de Estados Unidos- y el comercio entre ambos en 2011 fue equivalente a 345.000 millones de dólares. Para Japón, China es su primer socio, y representó 21% de los intercambios de exportación e importación en 2011, lejos del 12% que mantuvo con Estados Unidos.

Justamente, el ministro de Defensa estadounidense, Leon Panetta, está de visita en la región. Ayer aseguró en Tokio que su país seguirá cumpliendo el pacto bilateral de seguridad, que incluye el territorio de las disputadas islas, lo que en los hechos implica que Estados Unidos debería defender a Japón si éstas son atacadas. Panetta arribó ayer a China, donde el gobierno lo recibió con el pedido de que su país no se involucre de ninguna forma en el conflicto.