“Qué hacer la próxima vez que la K aparezca en cadena nacional... Antes que todo, cálmese. Tome con la mano derecha una cuchara de madera. Tome con la mano izquierda una cacerola. Vaya a un lugar visible y... Hagase oír ud. también”, dice uno de los afiches colgados en Facebook, adornado con una foto de una bella rubia que parece enojada, una pastilla que parece ser un calmante y una cuchara de madera y una cacerola nuevas. Es uno de los tantos afiches que circulan por Facebook y que invitan a protestar contra el gobierno de Cristina Fernández, en este caso, cuando se emita la próxima cadena nacional.

No son nuevos los grupos como “No a Kirchner, la Cámpora y FPV [Frente para la Victoria]”, “Cambio tesoros de los Kirchner por alimentos para los pobres de Argentina” y “En contra del programa de TV 678”, y el cacerolazo del jueves no fue el primero que se organizó por medio de Facebook, pero sí el más concurrido y el que logró llamar la atención del gobierno. Los reclamos que incluyó esa protesta son de lo más diversos, pero se podrían resumir en un “anticristinismo”, que incluso contó con llamados a la muerte de la presidenta y una actualización del “que se vayan todos” que sonó en tiempos de Fernando de la Rúa.

Las imágenes del caceroleo tomadas por celulares se mezclan en Facebook con fotos de eventos en los mejores barrios bonaerenses y de partidos de fútbol de niños con remeras de escuelas privadas. “El pueblo es otra cosa. Ellos se quieren vestir de pueblo. Ya con las cacerolas que golpeaban te dabas cuenta. No son las cacerolas que tenemos nosotros, de aluminio, abolladas, negritas”, dijo la titular de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, sobre el caceroleo del jueves. “Son los dueños de los campos, de los bancos, de las grandes empresas [...] les brota en sus casas el odio de clase”, agregó.

Durante el caceroleo una mujer llevaba un pañuelo blanco, como el que identifica a las Madres, con la leyenda: “Aparición con vida del sistema republicano, se lo vio por última vez en la Argentina el 25 de mayo de 2003”.

“No ensucien con sus puercas manos el pañuelo, que es amor y abrazos”, explotó Bonafini en declaraciones a la radio AM750. “La clase que fue a la plaza es la heredera del plan económico de [Domingo] Cavallo y [José Alfredo] Martínez de Hoz [el primer titular de Economía de la dictadura]. Nos dan repugnancia. Con ellos no queremos nada: ni pactos ni diálogos”, remató la dirigente.

Pero el caceroleo generó reacciones cruzadas entre los referentes de organizaciones militantes por los derechos humanos. El titular del Servicio de Paz y Justicia en Argentina y el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel señaló: “No podemos tomar cada acción que hay como que se está en contra del gobierno y a favor de la dictadura”. Además, en declaraciones a Radio Continental llamó al Ejecutivo a “registrar que la gente salió a manifestar su preocupación”. También llamó a “escuchar y reflexionar” la presidenta de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, Nora Cortiñas, quien dijo que Argentina es un Estado democrático “y la expresión del pueblo tiene que ser admitida”.

Falta de referentes

“Si hay 25.000 personas que en la Ciudad de Buenos Aires expresaron su descontento en la calle contra el gobierno es porque no hay un partido político de la oposición que canalice sus críticas y haga propuestas”, analizó el diputado bonaerense por el Frente para la Victoria Fernando Navarro, quien señaló que la manifestación surgió de la “clase media acomodada y la clase alta”.

Tanto el líder socialista Hermes Binner como el empresario y dirigente político Francisco de Narváez reconocieron que la oposición también quedó mal parada tras el caceroleo. Binner sostuvo: “La oposición tiene la necesidad de proponer alternativas”, mientras que De Narváez señaló que la protesta también estuvo dirigida a la oposición, “por lo que no estamos haciendo las cosas bien”. Agregó que la oposición creó “una expectativa” y no la cumplió, y añadió: “La gente quiere y necesita que quienes tenemos este compromiso y convicción la representemos”.

Por su parte, el ministro de Planificación, Julio de Vido, indicó que si entre los manifestantes no hubo referentes de la oposición es porque “les resultaría difícil explicar por qué acompañan una protesta en la que se oyen voces pidiendo el fin de un gobierno democráticamente elegido, se cuestionan las conquistas sociales de los últimos años e incluso se desea la muerte de quienes las llevaron adelante”, tal como sucedió en el cacerolazo.

El jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, fue más allá y aseguro que “cuando uno distribuye el poder social, político, un sector pelea por mantenerlo”. Agregó que como “la Argentina no tiene, como en el resto del mundo, un partido de derecha fuerte que canalice ciertos reclamos”, antes se “recurría a los cuarteles, hoy a los grandes medios de comunicación”. Abal Medina ratificó que el gobierno continuará con sus políticas y llamó a los manifestantes a que “se organicen, que armen un partido político y ganen elecciones” si quieren “dejar de ser una minoría”.