Incluso el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, aliado de Estados Unidos y considerado un islamista moderado, se declaró públicamente a favor de las manifestaciones contra la película La inocencia de los musulmanes y exigió a los países occidentales que muestren “una postura contraria a la islamofobia”, tras asegurar que su gobierno no “sonreirá y aguantará cuando el profeta del Islam es insultado”. La de ayer fue la primera manifestación en Turquía en rechazo a la película, que se sumó a las de otros países en los que las protestas se mantienen desde hace más de una semana. El fin de semana también hubo protestas de las comunidades árabes en Alemania y Grecia contra la película, las caricaturas y viñetas publicadas en la Charlie Hebdo.

Las manifestaciones se saldaron con decenas de detenidos, cientos de heridos en choques con la Policía y una veintena de muertes, todas éstas en Pakistán, donde las autoridades habían declarado el viernes un día feriado para la “expresión de amor al profeta Mahoma”. Pero el feriado dejó sin transporte a muchos potenciales manifestantes y durante la mañana se interrumpió el servicio de telefonía móvil, lo que dificultó la organización de las protestas.

En Pakistán las movilizaciones y los pronunciamientos políticos se mezclan con la precampaña para las elecciones de febrero. Muchos partidos islamistas -que nunca superaron el 10% de los votos- aprovechan esta situación para señalar al gobierno como “permisivo” respecto de Estados Unidos, y para recordar que éste es responsable de operaciones militares no autorizadas en Pakistán, como los asesinatos selectivos con aviones no tripulados y la muerte de Osama bin Laden.

Con la intención de revertir esa imagen, el primer ministro, Raja Pervez Ashraf, dijo el viernes: “Un ataque contra el sagrado profeta es un ataque al corazón de las creencias de 1.500 millones de musulmanes. Se trata de algo inaceptable”. Sin embargo, las declaraciones de otros líderes -partidarios y religiosos- fueron más duras. El ministro de Ferrocarriles, Ghulam Ahmed Bilour, ofreció 100.000 dólares a quien asesinara al productor de la película -todavía sin identificar aunque medios estadou-nidenses señalan al egipcio copto que se llamaría Nakoula Basseley Nakoula-. Además, invitó al Talibán y Al Qaeda a que se encarguen de esta acción y llamó a “los ricos a que pongan a disposición de la causa todo su dinero, para que así el asesino pueda ser bañado en oro y dólares”. El Partido Popular de Pakistán, que es la base de la coalición gobernante y al que pertenece el primer ministro, tomó distancia de la oferta y destacó que Bilour pertenece al Partido Nacional Awami.

Para contrarrestar la mala imagen, la embajada estadounidense contrató espacios en cadenas paquistaníes donde se desvincula del video. En paralelo, se pronunció sobre la situación la alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Navi Pillay, quien por intermedio de un portavoz aseguró que película y caricaturas “son malintencionados y deliberadamente provocadores”.