El 17 de junio de 1975 desapareció uno de los tres hijos de Almeida, Alejandro. Ella no sabía que él era militante del Ejército Revolucionario del Pueblo. Esa ausencia la llevó a acercarse a lo que era entonces la Asociación Madres de Plaza de Mayo, a finales de los años 70.

-¿Cómo se convirtió en integrante de la Línea Fundadora?

-En 1986 la agrupación de Madres nos separamos; las fundadoras del movimiento se fueron del grupo de la señora [Hebe Pastor] de Bonafini y por eso nos llamamos Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora. Cada madre tiene una historia de vida. En lo personal, en mi familia por parte de padre -hermanos, hermana- son todos militares: coroneles, tenientes coroneles, comodoros, vicecomodoros. Yo me crié en ese ambiente de antiperonismo, militar, gorila total. Hay que recordar muy bien el año, porque fijate que el terrorismo de Estado no empieza el 24 de marzo [de 1976, con el golpe de Estado]. Ya con un gobierno constitucional, de Isabel Perón, en los años 74 y 75, hubo alrededor de 1.500 detenidos, desaparecidos y asesinados, entre ellos Alejandro. Por mi entorno militar, empecé a recurrir a todos mis conocidos. Por supuesto, no logré absolutamente nada y empecé a darme cuenta de que los peronistas no eran los culpables. Sí la parte facha, pero no los peronistas, como yo decía. Un periodista me preguntó, hace mucho, qué había sentido yo el 24 de marzo. Me acuerdo de que dije: “Al fin se van estos negros de mierda y vienen mis conocidos y yo voy a recuperar a Alejandro”. Es lo que yo creía y es lo que también Alejandro tiene que haber pensado: “Mamá me saca de ésta”. Pero no pude hacer nada. Así fue que empecé a salir de esa burbuja. Hace rato que me afeité, no soy más gorila.

Conociendo a Ale

“Soy Taty Almeida, Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora, y tengo tres hijos, Jorge, Alejandro y María Fabiana. Una no se cansa de repetir que no hemos nacido con el pañuelo blanco en la cabeza. Nos llevaron lo más preciado que tiene una, un hijo, y por eso somos Madres de Plaza de Mayo.

Alejandro, mi hijo, que estaba cursando el primer año de medicina, era militante político, cosa que yo no sabía, como tantas otras. Ale militaba en el ERP [Ejército Revolucionario del Pueblo], trabajaba, y un 17 de junio de 1975 desapareció.

Alejandro vivía conmigo y con Fabiana, y me dijo: ‘Mañana no voy a trabajar porque tengo un parcial’. Al otro día me levanto y no estaba y me puse a buscar un papelito o algo, porque era costumbre que dijera ‘me quedo en tal lado’. No encontré nada, pero sí encontré una agenda de teléfonos. En las últimas 24 hojas, había 24 poemas. Tampoco sabía que Alejandro escribía poesía. Ahí lo conocí a Ale, conocí su otra faceta: su militancia, su compromiso, su amor por esa novia que en buena hora se exilió y se salvó. Me dejó un poema a mí, una despedida, por si algo le pasaba. Vaya si le pasó”.

-¿Se define como peronista?

-Tampoco peronista. La lucha de todas las madres se convirtió en una lucha política, no partidista. Nosotras en Madres-Línea Fundadora no estamos afiliadas a ningún partido político. Pero eso sí, apoyamos y defendemos con uñas y dientes el proyecto nacional que empezó nuestro querido Néstor [Kirchner] y que continúa la presidenta [Cristina Fernández], porque es la presidenta de todos los argentinos. Yo me acerqué tarde a Madres porque pensaba: “Con el currículum que tengo van a pensar que soy una espía”. Pero me decidí y fuimos con Fabiana [su hija] a la casa de Madres que en esa época estaba en la calle Uruguay [de Buenos Aires]. Vimos una pared llena de fotitos y dije: “Dios mío, no soy la única”. Me atendió la Madre con mayúscula, que nos dejó hace tiempo, una de las primeras 14, María Adela Gard de Antokoletz. Me preguntó lo único que se preguntaba a una madre cuando se acercaba por primera vez: “¿Quién te falta a vos?”. No importaba política, religión ni nada. A partir de entonces puse la pata en el acelerador y hasta que Dios me dé fuerza ahí voy a estar. Ahí me enteré de la historia de esas maravillosas 14 primeras madres. Nuestro símbolo es una azucena en recuerdo de la fundadora del movimiento, Azucena Villaflor. Ella dijo: “Por separado no vamos a lograr nada”. Así fue como 14 mujeres fueron el jueves 30 de abril de 1977 a la Plaza de Mayo, con la idea de cruzarse y hablar con [el dictador Jorge Rafael] Videla, para preguntar qué pasaba con nuestros hijos. Era tan tremenda esa palabra, “desaparecido”... Nosotros creíamos que estaban vivos, que estaban presos. De ahí que hasta los años 80 y algo gritábamos consignas como “Aparición con vida”, “Con vida los llevaron, con vida los queremos”.

-¿Cómo cambió esa convicción?

-Gracias a los sobrevivientes, a los ex presos, nos enteramos de que nuestros hijos estaban muertos. Políticamente jamás los vamos a dar por muertos hasta que los responsables nos digan qué pasó con todos y cada uno de ellos. A partir de entonces, la figura es detenido desaparecido y luchamos sobre la base de tres patas: memoria, verdad, justicia. Justicia legal, jamás justicia por mano propia. Es ancestral que se entierre a los muertos [se emociona], lo lógico es que los hijos entierren a los padres. Ni siquiera eso nos han permitido. La Justicia la tenemos pero quiero encontrar los restos de Alejandro, lo quiero tocar, lo quiero enterrar. Ésa es la verdad que buscamos.

-En eso se ha avanzado bastante en Argentina.

-Sí. Y la lucha no termina porque uno recupere los restos. Al contrario, ahí tenés la evidencia. La otra pata es la Justicia, que exigimos por años sin lograrla. Pero no bajamos los brazos y gracias a esa lucha inclaudicable de los organismos [de derechos humanos], de los sobrevivientes, de los testigos, de los exiliados y ex presos políticos y de esa militancia setentista, llegamos a 2003. Entonces nos encontramos con nuestro queridísimo otro hijo, Néstor Kirchner, el primer presidente que nos escuchó y el primero que tomó los derechos humanos como política de Estado. Así que desde 2005 estamos juzgando a los genocidas y sus cómplices. Fue un “golpe cívico-militar-clerical”, porque la jerarquía eclesiástica fue y sigue siendo cómplice de la dictadura. Hasta ahora no nos han dicho nada, tienen archivos pero no los abren. Jamás han pedido perdón; no a las madres sino a nuestros hijos. Así que falta todavía. Pero estos juicios ya no tienen marcha atrás. Lo que exigimos es cadena perpetua y cárcel común para todos ellos, y lo estamos logrando.

-¿Se puede hacer más de lo que se está haciendo ahora desde el Estado?

-Falta encontrar todavía a los nietos de las Abuelas [de Plaza de Mayo], ese horror que hicieron. Se apropiaron de los bebés. Todavía falta, pero hay voluntad política para hacerlo y está en marcha.

-Antes dijo que esto “no tiene marcha atrás”. ¿Qué pasa si hay un cambio de gobierno?

-No, no hay marcha atrás. Hay una toma de conciencia y nos lo demuestran las visitas que hacemos en los colegios, las universidades, los centros vecinales. La sociedad se dio cuenta de que no éramos tan locas cuando gritábamos y exigíamos. Se ha demostrado lo que ocurrió.

-Hace un rato no me contestó sobre las divisiones entre Madres y Madres-Línea Fundadora.

-Las Madres de Línea Fundadora estamos con Abuelas, con Familiares, con Hijos, con todos los organismos de derechos humanos. La señora de Bonafini está sola, pero de eso nosotros no hablamos. Nos dividimos en 1986 y somos muy reconocidas por la señora presidenta también.