“No podemos quedarnos en la mitad del camino. Tenemos que terminar la tarea que entre todos hemos comenzado”, dijo Santos en el discurso en el que anunció que se postularía a otro mandato en las próximas elecciones. El presidente había dicho que se oponía a la figura de la reelección porque considera que la renovación hace bien a la política. Sin embargo, en su discurso afirmó que apuesta por esta posibilidad porque cree que todavía tiene tareas pendientes en cuestiones como la lucha contra la pobreza, el desempleo, la inseguridad y la falta de vivienda para las personas con menos recursos.

De manera indirecta el mandatario se refirió al ex presidente Álvaro Uribe (2002-2010) al señalar que los colombianos lo reeligieron en su momento para “consolidar unas políticas de seguridad que resultaron exitosas”, y afirmó: “Hoy yo quiero esa misma oportunidad para consolidar la paz y la prosperidad para el país”.

Mencionó que él esperaba que tomara menos tiempo alcanzar un acuerdo en las actuales conversaciones de paz con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). La falta de ese acuerdo parece la principal razón para su decisión de buscar la reelección, sobre todo cuando la promesa de quien será su principal contendiente electoral, el uribista Óscar Iván Zuluaga, es de cortar esa negociación.

Enseguida después del anuncio de Santos comenzó el debate sobre quién sería su compañero de fórmula. El actual vicepresidente, Angelino Garzón, dijo que no se postulará otra vez al cargo porque tiene intenciones de presentarse como candidato a una alcaldía en las municipales de 2015.

Las encuestas pincelan un escenario bastante complejo para el presidente. Casi 80% de la población colombiana rechaza la reelección como figura y 63% manifestó en octubre su desaprobación al gobierno (un mes antes, lo desaprobaba 72%). Pese a estos datos, Santos es el candidato con mayor intención de voto, 27%, seguido por Zuluaga, del partido Uribe Centro Democrático, con 15%, lo que los llevaría a ambos a una segunda vuelta.

A esta complejidad se suma que el voto no es obligatorio en Colombia, lo que arroja dudas sobre las encuestas. Además, ésta será la segunda vez que un presidente busque la reelección en Colombia 
-Uribe la estrenó en 2006-, por lo que no existen suficientes antecedentes como para marcar una tendencia al respecto.

Faltan siete meses para las elecciones y todavía queda mucha tela por cortar. Esto se puede ver con claridad en el 30% de indecisos que muestran los sondeos. Nadie descarta que Santos pueda lograr una victoria en primera vuelta, en particular porque todo se perfila para que las elecciones sean una competencia entre él y Zuluaga.

Con amigos

El gobierno de Santos cuenta con el respaldo de la bancada de cuatro partidos: el de La U -al que pertenece-, el Partido Liberal, Cambio Radical y el Partido Conservador. La U no deja ninguna duda sobre su apoyo a Santos, pero está a la búsqueda de cabezas de lista para el Senado, de forma de lograr una bancada mayoritaria que le permita gobernar con tranquilidad en un eventual próximo gobierno. Los liberales y los radicales están muy conformes con la actual administración y ya comprometieron su apoyo a la reelección si el presidente se postula.

Dos aspectos dejan bastante claro ese convencimiento: ni radicales ni liberales hicieron movimientos para elegir un candidato propio, y Germán Vargas Lleras, líder de Cambio Radical, que según las encuestas sería el único capaz de derrotar a Santos en una segunda vuelta, ya dejó clara su lealtad al mandatario. Es más, integra junto a otras seis personas el equipo de campaña para su reelección. Desde su Fundación Buen Gobierno -que desde hace tiempo impulsa la continuidad de las políticas del gobierno- Vargas Lleras se encargará de armar un programa para una eventual reelección.

Los conservadores son los únicos que todavía no definieron su postura -lo harán en su congreso de enero-, pero la mayoría de su dirigencia se inclina por apoyar a Santos. Sólo unos pocos respaldan la posibilidad de una candidatura propia, la de Martha Lucía Ramírez.

En la izquierda, al igual que en las elecciones pasadas, el panorama aparece dividido. Clara López será la candidata del Polo Democrático y Aída Abella de la resurgida Unión Patriótica. El Partido Verde y la formación Progresistas definirán la candidatura entre Antonio Navarro y el ex candidato a vicepresidente Enrique Peñalosa.

Según los sondeos de intención de voto, todo se perfila para que en mayo el nuevo gobierno se defina entre dos opciones de derecha.

Uribe no olvida

Santos ganó las elecciones de 2010 con el respaldo de todo el uribismo y los sectores conservadores de la política colombiana, que son mayoría por lejos. Pero cuando asumió corrió la línea política del gobierno un poco al centro, desde el uribismo más radical -el de los falsos positivos, el de la protección a los militares y el de la guerra total contra las FARC o incluso contra Venezuela- hacia una derecha más moderada -la de la ley para la devolución de las tierras a los desplazados, la de los diálogos con Venezuela, la del reconocimiento a las víctimas o la de las conversaciones de paz con la guerrilla-. Si bien el gobierno de Santos mantuvo varias de las políticas de Uribe, el ex presidente no le perdonó lo que llegó a calificar de “traición”, y es en estas elecciones que buscará desbancar a quien en su momento fue su delfín, apoyando muy de cerca la candidatura de Zuluaga.

El uribismo supo contar con un respaldo abrumador en las pasadas elecciones. Fue una sorpresa que se forzara una segunda vuelta (en la que Santos enfrentó al candidato verde Antanas Mockus). La clave de esa fortaleza era Uribe. Desde que el ex presidente salió formalmente de la primera línea política de Colombia no surgió otra figura política que reúna la popularidad que él tuvo. No es muy aventurado adivinar que gracias a la transmisión de popularidad, que en su momento recibió también Santos, ahora Zuluaga pase de ser un candidato de desconocido a uno de los favoritos, a medida que se acerque la fecha de las elecciones.

Las internas uribistas fueron hace apenas unas semanas y los precandidatos competían por ver quién gritaba más fuerte que su primera medida sería ponerles fin a las conversaciones de paz con las FARC en La Habana. Estas negociaciones son el legado político más importante de la administración Santos, quien no quiere arriesgar que se diluya. Lo dijo él mismo: “Mi deber como mandatario, mi obligación como colombiano, es no permitir que se pierda todo lo que hemos logrado en los esfuerzos de paz”.