Un trabajador del Ministerio de Seguridad israelí, que arreglaba un cerco que separa la franja de Gaza de Israel, murió luego de ser alcanzado por disparos de un francotirador de los Comités Populares de Resistencia, una milicia afín al movimiento islamista Hamas, que gobierna ese territorio palestino. La víctima tenía 22 años y pertenecía a la minoría beduina.

Como represalia, Israel lanzó un intenso bombardeo contra cinco bases y campamentos de Hamas y de la organización Yihad Islámica en distintos puntos de la franja. Hubo una serie de por lo menos 12 ataques. Uno de ellos dejó una niña de tres años muerta y siete heridos, además de cerrar el paso de Kerem Shalom.

La niña, Hala Abu Sbeija, murió por disparos de misil en uno de los ataques que tuvieron como objetivo el campo de refugiados de Al Mughazi, en el que también fueron heridos su madre y uno de sus hermanos, de acuerdo con el vocero del Ministerio de Sanidad de Gaza, Ashraf al-Qidra.

“Responderemos con agresividad a cualquier ataque en contra de nuestra autoridad, ya sea en contra de civiles o de soldados. Desaconsejo a Hamas poner nuestra paciencia a prueba. Si no hay tranquilidad en Israel, no la habrá en Gaza”, advirtió el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, antes de lanzar el ataque el martes. Por su parte, Hamas emitió un comunicado en el que dijo que “las advertencias y los ataques del ocupante no van a disuadir a la resistencia a la hora de actuar”.

Este ataque es el más grave desde la ofensiva israelí de noviembre de 2012, llamada Pilar Defensivo, que dejó 170 palestinos y seis israelíes muertos. Pone en riesgo tanto el cese el fuego firmado entonces como el frágil proceso de paz que se reinició hace cinco meses.

Además, el cierre de la frontera impidió la entrada al territorio palestino de más de 300 camiones de abastecimiento y el trasvase de cientos de miles de litros de combustibles indispensables para el funcionamiento de la única planta eléctrica de la franja.

El 24 a medianoche, en la Iglesia de Santa Catalina de Belén, en Jerusalén, la máxima autoridad católica en Tierra Santa, el patriarca Fuad Twal, de origen beduino, llamó a la reconciliación y a “una solución justa y equitativa para los palestinos”. Lo hizo en presencia de la jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton, que estaba como “invitada de honor” en la ceremonia.

La tensión entre Gaza e Israel venía en aumento desde hacía varios días. El viernes un palestino murió por disparos israelíes en el norte de Gaza y otro murió el sábado en el sur del territorio. El domingo de tarde explotó una bomba en un ómnibus de la ciudad israelí de Tel Aviv, un ataque que dejó un policía herido. Más tarde, a la noche, un misil proveniente de Gaza impactó en un pueblo del sur de Israel, sin causar víctimas, y al día siguiente un desconocido, que luego huyó, apuñaló a un policía israelí cerca de la ciudad palestina de Ramallah, en Cisjordania. Ese mismo día un palestino sufrió heridas graves por disparos israelíes.

A la situación humanitaria y política se suman las consecuencias económicas del cierre del paso fronterizo, que impidió la exportación de toneladas de frutillas y flores que iban a ser enviadas desde Gaza, a través de Israel, a Alemania, Reino Unido y Holanda.

En el portal del diario israelí Yediot Aharonot, citado por la agencia de noticias Efe, el presidente de la Asociación de Agricultores de la franja, Ghasan Kasem, detalló las pérdidas generadas y dijo que son los agricultores y los empresarios los que pagan el precio de la violencia entre Hamas e Israel. “Los funcionarios cobran su sueldo de la ANP [Autoridad Nacional Palestina, que gobierna en Cisjordania] y del gobierno de Hamas, nosotros somos los que nos comemos las pérdidas. Israel debe entender que cuando cierra la frontera perjudica a gente que nada tiene que ver con el terrorismo”, señaló. Agregó que, al perder sus ingresos, los habitantes de la zona pueden “buscar otras soluciones y una parte de ellos, hacerlo por medio del terrorismo”.