Gobiernos, líderes religiosos, organizaciones civiles y hasta cámaras empresariales reaccionaron ayer a la sorpresiva renuncia del papa Benedicto XVI, que efectivizará el 28 de febrero. “Por la avanzada edad ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino”, dijo ayer Joseph Ratzinger al anunciar su decisión, a la que llegó “después de haber examinado ante Dios” su conciencia.

En dos meses cumplirá 86 años, de los cuales los últimos ocho los pasó al frente de la Iglesia Católica. El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, aseguró que el papa tomó la resolución en plenas facultades mentales y que no sufre ninguna enfermedad que le haya llevado a dar un paso al costado. Además, indicó que se está planificando convocar para marzo al cónclave de cardenales que designará a su sucesor.

Altos funcionarios del Vaticano han sugerido en los últimos años que el sucesor de Benedicto XVI no debería ser europeo, para que el liderazgo de la Iglesia Católica gane en diversidad, y entre las posibilidades figuran varios latinoamericanos -entre ellos cinco brasileños- y africanos. Similares declaraciones fueron realizadas cuando murió Juan Pablo II, en 2005, y fue elegido el alemán Ratzinger, cuya salud para entonces ya estaba debilitada.

Lombardi agregó también que Benedicto XVI tomó la decisión sin que pesaran en ella los escándalos que rodearon su pontificado, que fue de los que contó con más polémicas dentro del Vaticano en las últimas décadas. La filtración de documentos, conocida como Vatileaks, por la cual fue condenado su mayordomo -al que luego perdonó- y la salida a la luz de prácticas de corrupción en el seno del Banco del Vaticano que incluso lo vinculan con las mafias italianas -y que causaron la destitución de su director- golpearon fuerte su período al frente de la Iglesia Católica.

También deja la marca de los aparentes intentos de avanzar en los casos sobre pederastia que se dieron a conocer en los últimos años -muchos de ellos, masivos, como en Irlanda- y hacia una tímida renovación de la cúpula religiosa que no llegó a terminar, rodeado de los constantes rumores sobre que Benedicto XVI no era más que un cordero rodeado por lobos.