“Tenemos dignidad y honor. Es el pueblo el que nos confió el poder; hoy se lo devolvemos”, fueron las palabras con las que ayer Borisov anunció la renuncia de su gobierno tras diez días de protestas por el costo de vida en el país más pobre de la Unión Europea.
Las primeras manifestaciones reclamaron una rebaja en la tarifa de la energía eléctrica, que aumentó 13% en agosto. Ya entonces el presidente Rosen Plevneliev advertía que las protestas “se iniciaron contra los altos precios de la electricidad, pero las raíces del descontento son aún más profundas”, y enumeraba una extensa lista, encabezada por los bajos sueldos (el salario promedio y el mínimo de los búlgaros están entre los más bajos de la Unión Europea), la alta tasa de desempleo y el alto costo de vida.
El domingo las protestas llegaron a su punto máximo y convocaron a cerca de 100.000 personas en 35 ciudades. El lunes el gobierno conservador tomó medidas: fue destituido el ministro de Finanzas, Simeon Dyankov, pero las protestas continuaron. Los manifestantes incorporaron un nuevo cántico: “Adiós, Dyankov, el próximo es Borisov”.
El primer ministro anunció entonces sanciones a las empresas distribuidoras de energía, que son las que establecen las tarifas, retiró a una de las más importantes la licencia para operar y dijo que el gobierno recomendaría la anulación de la suba de agosto.
Pero tampoco así se logró aliviar el descontento de la población y en los últimos días las protestas incluyeron enfrentamientos con las fuerzas de seguridad. El peor fue el del martes, cuando diez personas resultaron heridas, hubo 25 detenidos y una decena de autos de la Policía destrozados.
Los jóvenes, que como en el resto de Europa son el sector que sufre las mayores tasas de desempleo, salieron en forma masiva a manifestarse, bloquearon el tránsito y se enfrentaron a la Policía. Algunos, incluso, se prendieron fuego a lo bonzo para mostrar su descontento.
La represión fue dura, al punto de que varios medios consultaron expresamente a la Unión Europea si no se pronunciaría al respecto, ante lo que recibieron una respuesta negativa.
Así no
“No participaré en un gobierno en el que la Policía golpea a la gente”, dijo ayer Borisov, al presentar la renuncia de su Ejecutivo. La dimisión debe ser aprobada por el Parlamento en una votación que fue convocada para hoy y se prevé que sea aceptada.
Algunos integrantes del gabinete dijeron a los medios de prensa que se enteraron por ellos del anuncio de Borisov, quien aseguró que no se prestaría a un nuevo gobierno en estas condiciones. “No voy a ganar nada si la gente nos odia”, dijo y agregó que dejaba su cargo para que las protestas amainaran, porque tenía miedo de que se derramara “cualquier gota de sangre”.
De apuro
Ayer las tres principales fuerzas políticas búlgaras se negaron a que se forme un nuevo gobierno que se mantenga en el poder hasta las elecciones legislativas, que estaban previstas para el 7 de julio, y tampoco se manifestaron dispuestas a formar un Ejecutivo técnico o de unidad para salir de la crisis política.
Aun así, el presidente Plevneliev deberá encargar la formación del gobierno a los tres partidos, empezando por el de mayor presencia parlamentaria, que es el que está en el gobierno, GERB, y que cuenta con el apoyo de una bancada de 117 de los 240 legisladores. A los diputados oficialistas también pidió Borisov que dejen sus bancas, informó Efe.
Cada uno de los tres partidos tendrá un plazo máximo de siete días para formar un gobierno.
Si no se logra crear un nuevo Ejecutivo -que es el resultado más probable en el actual panorama político-, el presidente disolverá el Parlamento y convocará elecciones. También está en sus manos la designación de un Ejecutivo que se encargue de preparar las elecciones que podrían celebrarse a fines de abril.
Mientras tanto, según dijeron algunos de los convocantes a las manifestaciones a medios búlgaros, citados por la agencia de noticias Europa Press, continuarán con las protestas hasta que cambien las condiciones de vida en su país.