Los telegramas muestran reclamos de cardenales brasileños en el Vaticano dirigidos al gobierno de Rousseff. En uno de ellos la Embajada de Brasil en el Vaticano comunica que el padre Ilson Montanari, radicado en el Vaticano, exigía que hubiera una presencia de alto perfil del gobierno brasileño en el consistorio o consejo que concedería a João Braz de Aviz el título de cardenal. En otra ocasión se manifestó al gobierno que los cardenales brasileños se quejaban en el Vaticano del sincretismo y la mistura de religiones en Brasil y la falta de acción por parte del Poder Ejecutivo.

Por último, hay también reclamos del propio Vaticano para que desde Planalto hubiera un mayor relacionamiento con la organización de la Jornada Mundial de la Juventud, un evento cristiano que se desarrollará en Río de Janeiro, que prevé reunir a unos dos millones de jóvenes y contará con la presencia del próximo papa.

Los informes de las embajadas, filtrados por WikiLeaks y publicados por el diario O Estado de São Paulo, revelan también que el pontificado de Benedicto XVI intercambió ideas con Estados Unidos sobre medidas que podían tomarse para influir en la realidad de América Latina, donde vive más de 40% de los católicos.

Cuba era un tema recurrente. En los cables se revela que Estados Unidos pidió al Vaticano que enviara a la isla una delegación de cardenales y obispos para presionar por la liberación de los presos políticos; el viaje se concretó en 2009. Un año después, desde la Embajada del Vaticano en Washington se propuso al gobierno estadounidense que bajara las tarifas telefónicas para llamar a Cuba, para favorecer “la promoción de un cambio político”.

También el presidente venezolano, Hugo Chávez, estuvo presente en las conversaciones. El mandatario es calificado como “el nuevo éxito de Fidel Castro”.

Algunas de las ideas pensadas para las iglesias de Venezuela y Cuba fueron descartadas por temor a que ayudaran al discurso crítico de Chávez contra Estados Unidos y, según la Santa Sede, contra el Vaticano. Una de esas ideas era que Benedicto XVI aprovechara su viaje a Brasil en 2007 para hacer una escala rápida en Venezuela con la excusa de cargar combustible, ya que se consideraba que no sería invitado oficialmente, para conversar con los obispos locales y hacer una declaración pública, ya que “cualquier visita tendría una importancia simbólica”.

Esa visita de Benedicto XVI a Brasil, según figura en otros informes, fue una reacción al crecimiento en número de fieles de las iglesias evangelistas. El viaje fue exitoso, indicó el presidente de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil, el cardenal Raymundo Damasceno Assis. Descendió el ritmo en el que los creyentes católicos se convertían en evangélicos, y muchos de los que se habían ido regresaron. El cardenal señaló en un informe enviado al Vaticano que “la explosión de evangélicos” hizo a la Iglesia católica brasileña “reevaluar la metodología y la forma de trabajar”.

Además Damasceno reconoció que al menos parte del crecimiento evangélico se debió a que la Iglesia católica se ausentó durante décadas de las periferias de las grandes ciudades, dejando espacio a otras religiones.

En los mismos informes publicados por O Estado de São Paulo se señala que el acuerdo firmado entre el Vaticano y Brasil en 2009, durante la campaña para las elecciones que ganó Rousseff, fue un intento de “calmar a los católicos” que se alarmaron ante la cercanía entre el oficialismo y los evangelistas. Así lo señaló a diplomáticos estadounidenses José Américo, entonces edil y hoy presidente de la Cámara Municipal de San Pablo. La mención al acuerdo, llamado “concordancia”, fue un ejemplo del “difícil equilibrio” que el oficialismo tuvo que mantener para contar con el apoyo de evangélicos y católicos.