Al preguntarle si está muy desencantado por los eventos que en los últimos años han sufrido los campesinos, Mariano Castro dice que sí. A la pregunta de qué pasará si no hay justicia respecto a lo que sucedió en la localidad de Curuguaty, sigue un silencio de su parte. “Vamos a luchar y vamos a ocupar otra vez la tierra. Para mí es mejor morir que vivir en un país en esta situación”, responde.

Castro vive hace 20 años en tierras que le cedió el Estado en Yvy Pytã. En su momento le dijeron a él y a su numerosa familia que se asentaran allí, que más adelante regularizarían su situación y las tierras serían suyas. Pero esa regularización nunca llegó. “En cualquier momento nos pueden desalojar”, dice.

La mayor parte de las dos hectáreas que tiene la familia se destina a la plantación de mandioca, pero además hay decenas de gallinas que apenas permiten el paso, algunos chanchos, un toro y una vaca. También tiene una hilera de árboles de unas mandarinas ácidas, riquísimas, que no comercializa.

Lo que más le sirve para mantenerse es la mandioca. Como crece debajo de la tierra está más protegida y es muy difícil perder la cosecha, que después se vende a comercios de la zona y a una fábrica de almidón, que se puede extraer de la planta. Esa fábrica es de un empresario brasileño, contó Mariano. Agregó que los productores brasileños tienen una especie de gobierno paralelo sobre las tierras que poseen, y que en Canindeyú disponen de grupos armados para evitar que sean ocupadas. Por momentos Mariano parece totalmente resignado. En especial cuando habla sobre la masacre de Curuguaty, que precedió al juicio político en el que fue destituido el presidente Fernando Lugo, y en la que murieron 11 campesinos y seis policías en circunstancias que no están claras. “La justicia en Paraguay es solamente para los ricos, los pobres no tienen justicia”, “no se está haciendo la investigación clave que nosotros esperábamos”, “están buscando dejar todo en la nada”, son algunas de sus frases. Pero también se muestra firme al decir: “nosotros no nos vamos a entregar, [Marina Cué] tiene que ser un asentamiento [campesino]. No vamos a entregar esas tierras”. Y hasta optimista: “En estos cinco años [de gobierno del recién electo presidente Horacio Cartes] el pueblo va a tener que ver qué pasa. Si hay mejoras, bien; si no, creo que los votantes van a tener que despertarse”. También se mostró contento por algunos hechos puntuales, como que dos mujeres embarazadas acusadas por la masacre de Curuguaty salieran de prisión preventiva gracias a una de las últimas huelgas de hambre de los detenidos, en que participaron sus dos hijos, también en esa situación.

Mariano reconoció que entre los líderes campesinos "hay cansancio” porque en estos últimos cinco años no se han logrado grandes cosas, y justificó a Lugo al decir que durante su gobierno enfrentó trabas en el Parlamento a la hora de intentar comprar tierras para destinarlas, a los campesinos.

“Nosotros, los campesinos, nos sentíamos muy bien bajo el comando de Lugo, había más tranquilidad”, dijo Mariano. Por eso, él apoya al ex presidente y también lo hacen muchos otros líderes, dijo. Indicó que durante los gobiernos anteriores al de Lugo no se escuchaban los problemas de los campesinos ni se ofrecían alternativas. Algo similar prevé respecto al gobierno que iniciará Cartes en agosto. En su opinión, desde la caída de Lugo volvió “la época de Stroessner” y los campesinos han sido reprimidos en sus movilizaciones. “Entre los partidos tradicionales no hay diferencias […] se preocupan solamente por sus intereses”, aseguró.

Sin embargo, se mostró esperanzado en que durante los cinco años de gobierno de Cartes aparezca otra figura progresista que sea capaz de aglutinar a las fuerzas de izquierda, y deseó que “la gente pobre tome conciencia y elija a esa persona”. “Falta la unión de los pobres; si algún día se logra, las autoridades van a tener que hacer bien las cosas, porque van a tener miedo de perder”, aseguró, antes de señalar que incluso entre los campesinos hay divisiones.

Los otros

Ariel Cabrera, dueño de la radio comunitaria FM Yvy Pytã 100.7 (la única emisora que se sintoniza en la zona) hizo de guía en la recorrida de la diaria por la comunidad homónima donde vive Mariano, y el campamento que los campesinos mantienen frente a Marina Cué, donde ocurrió la matanza.

Contó que algunos meses atrás, por motivos de practicidad y para repartir esfuerzos, la comunidad campesina de la zona se dividió en dos grupos: uno que lucha por los presos y las víctimas (la Comisión de Víctimas, liderada por Mariano), y otro que se dedica al reclamo de tierras. Este último grupo mantiene un campamento en la franja que separa las tierras de Marina Cué de la ruta 10. Las carpas están armadas con palos de madera, algunas lonas de tonos anaranjados y muchos pedazos de bolsas negras de basura. Adentro de algunas de ellas hasta se puede ver un colchón tendido sobre el suelo o un catre. Cuerdas atadas entre los pocos árboles y las carpas sirven para colgar la ropa, y a algunos metros se ve una red de volley; por donde se mire hay hamacas paraguayas, donde están sentados varios campesinos.

Al llegar, Ariel se acercó a un grupo de hombres que tomaban tereré a la sombra de unos árboles, al costado de la ruta, y comenzó a hablar con ellos en guaraní. “Los dirigentes no están, y ellos no quieren hablar”, dijo. Aun así, un grupo de mujeres compartió algunas palabras. La presencia de hombres y mujeres es casi igualitaria en el campamento, y también hay varios niños, entre ellos un recién nacido de cinco días y otra de dos semanas. Los dos nacieron en Asunción.

La conversación que dos de las mujeres, Lourdes y María, mantuvieron con la diaria reveló una división mayor a la que había pintado Ariel. “Nosotros somos el grupo pacífico”, dijo una de ellas. Ante la consulta de si eso dejaba al otro grupo como "violento", contestó: "Por algo les mataron a sus hijos y sus maridos”. Ninguna de las dos estaba el 15 de junio, cuando la Policía irrumpió en las tierras de Marina Cué. Mientras Mariano había asegurado que contaban con el apoyo de algunas organizaciones y movimientos sociales, Lourdes dijo que ellos no tienen el respaldo de nadie. “Esta lucha es nuestra y la llevamos adelante bien solos”, dijo. Tampoco en términos políticos hay acuerdo. Lourdes es colorada y María no apoya a ningún partido: “Son todos iguales”. Ninguna de las dos votó el domingo y consideraron que durante su gobierno, Lugo “quiso pero no pudo” ayudar a los campesinos. No tienen ilusiones de que las elecciones y el nuevo gobierno signifiquen un cambio. “Capaz que es peor todavía”, dijo María.

En la tierra

El reclamo por las tierras de Marina Cué lo mantienen unas 100 familias, pero en el campamento había una treintena de personas. Algunas de ellas no tienen casa y se quedan siempre ahí. Otras se van rotando, pasan unos días en sus viviendas y otros en el campamento. También para participar en manifestaciones en Asunción van rotando, en parte para que todos puedan visitar la capital, algunos por primera vez. Tanto María como Lourdes participaron en el campamento que se estableció en Asunción, frente al Palacio de la Justicia, del miércoles al viernes de la semana pasada. Consultadas sobre por qué esa manifestación se levantó y no se mantuvo hasta la jornada electoral, como estaba previsto, dijeron que el gobierno pidió a los campesinos que se retiraran y les prometió que esta semana tendrían una respuesta a sus reclamos sobre la tierra de Marina Cué. Había mucho escepticismo entre los tres campesinos consultados por la diaria, que no descartaron que el gobierno quisiera entregarles unas “tierras malas” que hay unos kilómetros más adelante por la misma ruta. María y Lourdes sostuvieron que el campamento, que está instalado desde la masacre, no se levantará hasta que no les den “un pedacito de tierra”, aunque dudaban de que el próximo gobierno fuera a escuchar sus reclamos. Aseguraron que en esta semana, si no reciben una respuesta, comenzarán a juntarse todas las familias en el campamento, para intentar impedir que esas tierras se sigan plantando. Actualmente se está iniciando una nueva plantación de soja, pese a que la Justicia emitió una orden de que allí no se haga nada, porque todavía no se determinó si las tierras son del Estado o de la familia del fallecido Blas Riquelme.

“Si la respuesta no es la que esperamos, vamos a volver a entrar”, aseguró Lourdes. La misma posibilidad había manejado Mariano un par de horas antes. Hasta ayer no habían recibido ninguna respuesta. “Seguimos esperando”, dijo Lourdes, en comunicación telefónica con la diaria.