Nawaz Sharif se perfila como el próximo primer ministro paquistaní tras las elecciones legislativas celebradas el sábado. El recuento de votos en Pakistán es muy lento, pero hasta ahora atribuye a su formación, la Liga Musulmana-N (PMLN),
118 escaños. Los dos principales adversarios de ese partido, Pakistán Tehrik Insaf (PTI) y el Partido Popular de Pakistán (PPP), estaban empatados con 32 bancas.

Una de las grandes revelaciones de estos comicios es, justamente, que el gobernante PPP podría ser desplazado como segunda fuerza política por el PTI, cuyo nombre se traduce como Movimiento por la Justicia y que es liderado por el ex jugador de cricket Imran Khan. En las elecciones de 2002, el PTI había logrado un solo escaño y en 2008 no se postuló, pero en esta campaña ha conseguido seducir a muchos desencantados, sobre todo jóvenes, pese al bipartidismo tradicional en Pakistán.

Si bien Sharif ganó las elecciones, las estimaciones señalan que no contaría con la mayoría de la Asamblea Nacional, que tiene un total de 272 escaños. Según el recuento hecho hasta ayer, el PML-N había alcanzado 118 bancas, y no las 136 necesarias. Tampoco es posible, según estos primeros resultados, que sus principales contendientes -el PTI y el PPP- se alíen para evitar un gobierno del PML-N. La clave de la gobernabilidad de Sharif estará en las alianzas que logre conformar con los partidos menores y regionales, que es más que probable que se concreten.

Estas elecciones estuvieron marcadas por las características de la historia de Pakistán, país que fue gobernado por militares 33 de sus 66 años. Por primera vez un gobierno electo sustituirá a otro que también fue escogido por las urnas. De hecho, el último quiebre democrático causado por el Ejército fue el golpe de Estado de 1999, que terminó con el gobierno liderado por Sharif. En ese entonces Sharif cesó al jefe de las Fuerzas Armadas, el general Pervez Musharraf, por invadir Cachemira -región disputada con India- pero esa destitución derivó en un golpe de Estado liderado por el militar, que gobernó hasta 2008.

Una de las grandes preguntas para el próximo gobierno es cómo manejará las relaciones con las Fuerzas Armadas. Varios analistas consultados por agencias de noticias, entre ellas Reuters y Efe, destacaron que el Ejército se ha mantenido al margen de la campaña y que su jefe, el general Ashfaq Pervez Kiyani, señaló días atrás que los militares permitirían gobernar a quien ganara las elecciones, siempre y cuando no se traspasaran “determinadas líneas rojas” en la lucha contra la violencia política.

Éste es otro de los puntos en cuestionamiento: Sharif se ha mostrado dispuesto a negociar con el Talibán y a replantear los términos de la política contra el terrorismo, pero el Ejército es muy reacio a cambiarla, por lo que se desconoce cómo podría dirimirse ese tema.

Pese a la amenaza del Talibán y a las decenas de atentados cometidos antes de las elecciones, la gente salió a votar y la participación fue estimada por las autoridades en 60%. En la mayor parte del país las elecciones fueron calificadas de limpias y transparentes, pero hubo muchas denuncias de irregularidades en Karachi, que llevaron a que la Comisión Electoral anunciara ayer que se repetirá la votación en 40 centros electorales.