Aldo Perrini llevaba una vida tranquila. Trabajaba en una confitería familiar muy concurrida en la ciudad y era reconocido y querido, según cuentan quienes lo conocieron. Pero una mañana de 1974 su vida cambió radicalmente cuando fue secuestrado por militares que irrumpieron en su negocio. Pocos días después trascendió la noticia de que lo habían asesinado.

Los habitantes de Carmelo que tenían vínculos con él coinciden en que si bien votaba al Frente Amplio y lo decía, nunca fue militante político ni social. Por eso fue que su secuestro sorprendió e indignó aun más a sus familiares, allegados y vecinos.

Según una investigación del diario Eco de Carmelo publicada hace algunos meses por Brecha, Pedro Barneix, militar ahora retirado pero que ocupó altos cargos durante el gobierno de Tabaré Vázquez, fue el autor material de la golpiza que le quitó la vida a Perrini.

El caso era investigado por la jueza Mariana Mota hasta que ésta fue trasladada, hecho que generó malestar en su familia. En respuesta, y apelando al apoyo de los pobladores, los Perrini convocaron ayer una Marcha del Silencio, a más de 20 años de la anterior.

Verdadero silencio

Faltaban diez minutos para las 20.00 y cerca de 500 personas estaban concentradas en “el puente”, esperando que quienes portaban las pancartas tomaran la iniciativa y así comenzara la marcha. Las consignas que podían leerse no eran demasiado novedosas para aquellos que concurren a la movilización en Montevideo cada 20 de mayo: “¿Quiénes son responsables?” y “Por los chiquitos que faltan, por los chiquitos que vienen, uruguayos nunca más”. Esta última en clara alusión al apodo de Perrini, que en su ciudad era conocido como el “Chiquito”. Dos señoras llevaban un cartel que se salía un poco de la línea, aunque mantenía la misma consigna: “Creo absolutamente en la Justicia divina, quiero creer en la humana”.

El frío era realmente intenso, y si bien casi cortaba la piel, no impidió que la procesión rumbo a la Plaza Independencia se concretara. Como ocurre en la capital, podían divisarse varios carteles sostenidos por palos con rostros de personas desaparecidas en dictadura. Pero en Carmelo todas las caras en los carteles eran del Chiquito. Al contrario de lo que ocurre siempre en Montevideo, el silencio se extendía desde los que encabezaban la marcha hasta cada uno de los manifestantes, algunos de los cuales también llevaban velas y peleaban contra el viento para que la llama no se apagara.

El silencio dominaba el resto de la avenida 19 de Abril, por donde transitó la marcha, que era observada desde las veredas por varios, algunos que se iban sumando y otros que simplemente miraban compungidos. Después de unas siete cuadras las ya casi 1.000 personas llegaron a la Plaza Independencia, en donde el Himno Nacional esperaba para ser entonado. A los últimos acordes le siguió una voz que agradecía a los manifestantes y los invitaba a “desconcentrar”.

Lo que queda

A medida que la gente se escabullía, algunos grupos quedaban en la plaza, uno de ellos integrado por Ítalo Perrini, hermano de Aldo. Con muchas marchas del Silencio encima, el veterano se mostró emocionado por el compromiso de su ciudad con la causa. En diálogo con la diaria, manifestó su agradecimiento y destacó la presencia de muchos niños y jóvenes que “siempre 
están”.

Sin embargo, su cara se transformó cuando fue consultado por el trámite de la causa judicial. Si bien dijo estar conforme con muchos de los logros de los gobiernos frenteamplistas, dijo no comprender qué es lo que está pasando en relación al esclarecimiento de los delitos cometidos en la última dictadura. No entiende lo que está haciendo el presidente José Mujica, pero menos aun lo que hizo Vázquez. Con la voz quebrada, dijo no entender cómo pudo haber nombrado a Barneix en un cargo sin conocer sus antecedentes; “es como si me nombraran a mí ministro de Cultura”, ironizó.

Además, afirmó saber que el asesinato de su hermano está claramente comprobado y mostró su impotencia en relación a que “no se haga nada”. Otro hecho que indignó a la familia fue el traslado de la jueza Mota, hecho que generó que la investigación “se parara”, según explicó Perrini. De todas formas, aunque la realidad se lo vaya negando, dice que aún mantiene esperanzas de que se castigue a los homicidas. Pero por las dudas, si esa justicia no llega, al menos su familia pudo sentir cierto alivio; una vez uno de sus sobrinos se cruzó con Barneix en la calle y le dio un puñetazo que fue acompañado de un insulto. Esa reacción de alguna forma ilustra la bronca de muchos de los familiares que aún no reciben respuestas.