Los detalles y la negociación que posibilitaron este primer paso no se conocen, pero las partes informaron en un comunicado que el acuerdo toma en cuenta aspectos como el acceso a la tierra y su uso, la formalización de la propiedad y la frontera agrícola. También hay consenso en temas como programas de desarrollo con enfoque territorial, infraestructura e impulso al desarrollo social en áreas como salud, educación, vivienda y erradicación de la pobreza. El acuerdo supondrá “el inicio de transformaciones radicales de la realidad rural y agraria de Colombia con equidad y democracia”, concluye el comunicado.

En éste, el gobierno y las FARC señalaron que el acuerdo está “centrado en la gente, en el pequeño productor, en el acceso y distribución de tierras y la lucha contra la pobreza”, así como en “el estímulo a la producción agropecuaria y la reactivación de la economía del campo”.

Entre los objetivos está “revertir los efectos del conflicto y que se restituyan las víctimas del despojo y del desplazamiento forzado”, un punto en el cual coincidían ambas partes.

El texto del acuerdo no fue divulgado, como tampoco en qué puntos tuvieron que ceder una y otra parte para lograr un consenso alrededor de algunos temas que generaban fuertes diferencias, como la propuesta de las FARC de limitar la extensión del latifundio y la propiedad extranjera de la tierra, extremos que eran rechazados por el gobierno de Juan Manuel Santos. Otro de los reclamos de la guerrilla mirado con escepticismo por el gobierno era el de que se legalice la tenencia de tierras obtenidas mediante las armas. El de la reforma agraria es un reclamo que las FARC tienen desde su fundación, en 1964, y que han mantenido durante el enfrentamiento armado, que en 2014 alcanzará el medio siglo.

Según el jefe del equipo negociador por parte del gobierno, Humberto de la Calle, el trato cuenta con un “ambicioso plan de adjudicación de tierras a campesinos” que, junto a otros puntos, “pretende crear cambios reales para cerrar la brecha entre el país rural y el urbano”.

Ricardo Téllez, alias Rodrigo Granda, uno de los delegados de las FARC, señaló que lo que se logró es “una serie de muy importantes acuerdos, demasiado importantes”.

El primero de los seis puntos a resolver en el camino hacia la paz era considerado el más importante y el más difícil de realizar, por lo cual el paso dado en La Habana ha sido denominado como histórico y recibido como una muy buena noticia por organizaciones colombianas y extranjeras y varios gobiernos.

Sin embargo, los negociadores se ocuparon de recordar, en la conferencia de prensa en la que leyeron el comunicado, lo que ha sido la insignia de estas negociaciones: no hay nada acordado hasta que no se haya acordado todo. El gobierno y las FARC retomarán las negociaciones en La Habana el 11 de junio, cuando comenzarán a tratar el segundo punto: la participación de la guerrilla en la política.