El jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas estadounidenses, el general Martin Dempsey, evaluó, en una carta destinada a la Comisión de las Fuerzas Armadas del Senado de su país, distintas maneras de intervenir en la guerra en Siria, que, según la Organización de las Naciones Unidas, ya dejó en los más de dos años que lleva casi 100.000 víctimas y 1,8 millones de refugiados en los países de la región.

“La decisión de usar la fuerza armada no debe tomarse con liviandad, no es menos que un acto de guerra” y es una decisión “política”, advirtió el militar en la carta. “Una vez que actuemos, debemos estar preparados para lo que venga”, dijo, al recomendar a los legisladores que evalúen cuidadosamente las distintas posibilidades y saquen lecciones de las anteriores intervenciones en Afganistán e Irak, entre ellas la importancia de “preservar las instituciones del Estado”. “Tenemos que prever y prepararnos para las consecuencias imprevisibles de nuestra acción”, escribió.

Dempsey estudió cinco eventuales maneras de intervenir en Siria y su costo: lanzar ataques aéreos específicos, ampliar los programas de entrenamiento para la oposición armada, establecer una zona de exclusión aérea sobre Siria, controlar los arsenales de armas químicas y, por último, crear zonas desmilitarizadas.

Según el jerarca castrense, los ataques a objetivos militares específicos implicarían un despliegue de infraestructura (aviones, submarinos, barcos) muy costoso, y aun así el presidente, Al Assad, podría “resistir ataques limitados dispersando sus fuerzas”; un entrenamiento intensivo de los rebeldes supondría movilizar centenas o miles de militares fuera del territorio sirio, algo que aumentaría el riesgo de que Al Assad ordene ataques transfronterizos, indicó. Sobre la zona de exclusión aérea, Dempsey advirtió que no necesariamente contribuiría a reducir la violencia, porque el gobierno ataca frecuentemente por tierra. La desventaja de intentar controlar las armas químicas sería que, para eso, deberían atacar con aviones y misiles, y desplegar miles de soldados de operaciones especiales, tan sólo para esperar “controlar algunas armas químicas, pero no todas”. Por último, las zonas desmilitarizadas implicarían otro desafío económico, porque tendrían que ser acompañadas por zonas de exclusión aérea y el envío de miles de efectivos, lo que costaría a Estados Unidos más de 1.000 millones de dólares por mes.

De momento, la opción de los legisladores se decantó en armar y entrenar a los rebeldes, algo para lo cual dos comisiones de la cámara alta le dieron ayer su visto bueno al gobierno del presidente Barack Obama, que busca implementar esa solución desde junio, cuando dijo haber comprobado que Al Assad usó armas químicas en los combates. Sobre este punto, ayer la ONU confirmó que recibió 13 denuncias de presuntos ataques químicos en Siria, tanto por parte del gobierno como de la oposición, y que los está investigando.

Ahora con el visto bueno de los legisladores, el mandatario estadounidense podrá concretar el lanzamiento de un programa de ayuda a los opositores que había quedado suspendido porque los congresistas temían que también se beneficien de él combatientes yihadistas que combaten a Al Assad. De acuerdo a lo publicado por el diario estadounidense The Washington Post, la infraestructura para el programa incluye instrucción, logística y apoyo en inteligencia, que se implementaría principalmente desde la vecina Jordania. Según la misma fuente, está todo pronto para que este plan de acción se pueda desarrollar en pocos días, a partir de agosto.

A partir de agosto también estaba previsto que desde los países de la Unión Europea comenzaran a llevar armas a la oposición siria. Sin embargo, todo indica que ya no es una opción que se baraje seriamente ni en Londres ni en París, las dos capitales que más la defendían dentro del bloque en el encuentro que se realizó para tratar el tema hace dos meses en Bruselas, cuando lograron que se levantara parcialmente el embargo de armas sobre Siria.

El domingo, el primer ministro británico, David Cameron, le dijo a la BBC que por ahora sólo se apunta a entregar apoyo técnico y no militar, porque de momento hay “demasiado extremismo entre algunos de los rebeldes”. Desde París, donde estuvo de visita ayer el jefe de la oposición siria, Ahmad Asid Yarba, el gobierno del presidente François Hollande aseguró que si bien apoya políticamente a los opositores sirios y tiene la facultad de suministrarles armas, de momento no lo hará.