La ley de estado de emergencia rigió en Egipto durante todo el mandato del presidente derrocado Hosni Mubarak y su levantamiento era uno de los reclamos de quienes manifestaron en su contra hasta forzarlo a dimitir en febrero del 2011. Esa ley militar prohibe las reuniones sin autorización previa, permite a las Fuerzas Armadas detener y revisar a toda persona que represente una amenaza, permite mantener presos a los detenidos durante años sin orden de detención y prohibe el porte de armas.

El estado de emergencia, que rigió de 1981 hasta mayo de 2012, autoriza además la vigilancia de las comunicaciones y de los medios, según la agencia de noticias AFP. En el marco de la puesta en vigor de esa ley el miércoles, se instauró un toque de queda entre las 19.00 y las 6.00 de la mañana, pero aún no se sabía si el presidente interino Adly Mansur aplicaría todas sus facetas. La ley se instauró en 1981 en respuesta al asesinato del ex presidente Anwar el Sadat (que firmó los acuerdos de paz con Israel), perpetrado por parte de militares islamistas afines a los Hermanos Musulmanes (HM).

El presidente Mohamed Mursi, apoyado por esa organización islamista y depuesto el 3 de julio por los militares, volvió a poner la ley en vigor una vez a finales de enero, pero solamente en tres ciudades: Port Said, Ismailia y Suez, cercanas al canal de Suez, donde había violentas protestas en su contra. Ahora la norma regirá por un mes en 14 de las 27 provincias del país, donde se registraron actos de violencia. Ayer se reportaron nuevos ataques de militantes islamistas a iglesias coptas y edificios de gobierno en El Cairo y en el interior del país.

“Después de los golpes, arrestos y matanzas que estamos enfrentando, las emociones son demasiado fuertes como para ser guiadas por alguien”, dijo el vocero de los HM, Gehad El Hadad, a la agencia de noticias Reuters. “Volveremos por el bien de nuestros mártires”, cantaban ayer los seguidores de esa organización durante algunas de las manifestaciones celebradas. Los “mártires” que sumaron ayer podrían ser más de los 535 civiles que murieron, de acuerdo al Ministerio de Salud. A ellos se suman 43 policías. Los heridos serían por lo menos 4.200. Los HM, en tanto, mantienen desde el miércoles una cifra de 2.200 muertos y 10.000 heridos. Ayer, la mayoría de las víctimas fueron despedidas por miles de personas en la mezquita de Al Imán, en el este de El Cairo. Además había centenares de cadáveres envueltos en sábanas blancas en varios templos musulmanes del país. También ayer se celebró el funeral de los policías muertos durante los incidentes del miércoles, que fue la jornada más sangrienta de la historia moderna de la nación egipcia. Además de los centros urbanos, el Sinaí es otro frente de batalla. Ayer murieron 11 policías en ataques de grupos islamistas, que son muy activos en dicha zona. Los HM habían optado en los últimos años por la vía política, tomando distancia de estos grupos. Tampoco se sabe lo que harán de ahora en más los salafistas, otra corriente extremista que parecía apostar a la vía política, pero que condenó la masacre del miércoles.

Ante la sangrienta represión, Estados Unidos, principal socio militar de Egipto, al que anualmente le entrega 1.300 millones de dólares de ayuda para esa área, no pudo más que condenar lo ocurrido, aunque su desconfianza respecto a los HM es notoria.

El presidente Barack Obama interrumpió sus vacaciones de verano para emitir un comunicado en el que condenó la represión y anunció que suspende un ejercicio militar conjunto con Egipto previsto para 2014, una actividad que suele celebrarse cada dos años y que ya había quedado suspendida en 2011 por la caída de Mubarak. El Pentágono agregó que el conjunto de la cooperación militar está “en riesgo” si El Cairo sigue por el camino de la violencia.

En tanto, Francia, Reino Unido y Turquía pidieron al Consejo de Seguridad de la ONU que se reúna de inmediato para tratar el tema. Por otro lado, Emiratos Árabes Unidos, uno de los países del Golfo abiertamente opuesto a los HM, apoyó la represión y dijo que con ella, Egipto había “ejercitado su máximo autocontrol”. Ese punto de vista es apoyado por un importante sector de la población egipcia, que confía plenamente en las Fuerzas Armadas como garantía de seguridad del Estado, y no en vano las máximas figuras políticas que han dominado al menos en los últimos 50 años -Gamal Abdel Nasser, Sadat y Mubarak- fueron militares.