“Me pegan de un lado y del otro. Si quieren pelear, vamos a pelear”. Con esa frase comienza el principal spot televisivo del intendente del partido de Tigre, Sergio Massa, candidato a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires.

El líder del flamante Frente Renovador lanza ese discurso mientras mira a la cámara con cara desafiante, dobla los puños de su camisa y camina por un pasillo, como imitando la entrada de un boxeador. Pero cuando se detiene, no hay un cuadrilátero sino un estrado con algunos micrófonos. Y en lugar de piñas aparece la plataforma programática: combate a la inseguridad pública, datos de inflación transparentes, eliminación de impuestos al trabajo, independencia de la Suprema Corte y rechazo a la reelección indefinida.

La aparición de Massa en la escena política argentina como una alternativa que pretende tomar distanciar del kirchnerismo y de la oposición es una de las singularidades del proceso electoral que culminará este domingo con las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), creadas en 2009 con un doble propósito: definir qué partidos están habilitados para competir en las nacionales de octubre (básicamente aquellos que obtengan al menos 1,5% de los votos) y cómo quedarán armadas las listas de cada sector.

Massa y el grupo de ocho intendentes justicialistas que lo acompañan en el Frente Renovador pretenden consolidarse como una “tercera opción” que “apuesta al futuro” y quiere “abandonar las divisiones del pasado”. Sin embargo, y a pesar de que tiene sólo 41 años, Massa se ha entreverado en la mayoría de las contiendas pugilísticas de la política argentina de los últimos 20 años.

Arrancó su carrera política en Unión del Centro Democrático (Ucedé), un partido político fundado a comienzos de los 80 por Álvaro Alsogaray, que también quiso, con relativo éxito, colocarse como una opción diferente en la confrontación entre el Partido Justicialista (PJ) y la Unión Cívica Radical (UCR).

Massa llegó a ser, a los 19 años, vicepresidente de la Juventud de la Ucedé, y unos años después, entre 1994 y 1996, presidió la Juventud Liberal de la provincia de Buenos Aires. En los años del menemismo continuó el mismo derrotero que la mayoría de sus colegas de la Ucedé y se integró al PJ. Una vez instalado en filas del peronismo comenzó a militar junto al sindicalista gastronómico y empresario Luis Barrionuevo, ex presidente del club Chacarita Juniors y oriundo como él de San Martín, localidad situada al centro-norte del Gran Buenos Aires.

Barrionuevo es otro personaje 100% argentino que merecería tener su propio perfil, pero vale la pena recordar al menos tres frases con las que seguramente pasará a la posteridad: “Para que Argentina se desarrolle debemos dejar de robar dos años, por lo menos”; “Nadie se hizo rico trabajando”, y la confesional “soy recontra alcahuete de Menem”.

Pero volvamos a Massa, porque sus curiosos lazos políticos no se agotan en Barrionuevo: cuando tenía 27 años asumió como diputado apadrinado por Ramón Palito Ortega, otra figura insoslayable de la etapa menemista.

Hincha suyo

De la mano del autor de “La felicidad”, Massa asumió un cargo como asesor en el Ministerio de Desarrollo Social, durante la gestión de Ortega en esa cartera, y poco después, en 2002, tras la caída de Fernando de la Rúa, fue designado por el presidente interino Eduardo Duhalde como director de la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses).

El dato de su relación política con Ortega y Duhalde, lógicamente, no aparece destacado en la biografía de Massa que está colgada en su sitio oficial. Allí el enfoque es totalmente diferente, pero también sirve para acercarse al personaje. Por ejemplo, en un pasaje del texto, redactado en estricta primera persona, puede leerse lo siguiente: “La política es mi forma de relacionarme con el mundo, de aportar a la sociedad. A ella le dediqué mucho, pero le debo más: aprendizajes, alegrías, amigos, compañeros, experiencias, pero sobre todo, lo más importante: mi familia. Es que cuando tenía los 24 años, y gracias a la actividad política, conocí a Malena. Ella, además de mi compañera incondicional, es la mamá de las dos personas que más amo en el mundo: Milagros y Tomás, mis hijos”.

Se refiere a Malena Galmarini, hija del histórico dirigente justicialista y ex secretario de Deportes durante la gestión de Menem Fernando Pato Galmarini. De hecho, en 2001, la fiesta de casamiento de la pareja Massa-Galmarini tuvo amplia repercusión en las revistas de la farándula porteña, básicamente porque contaba con dos invitados de lujo: Carlos Menem y la chilena Cecilia Bolocco. El Pato nunca escatimó elogios para hablar de su yerno: “El grado de incorporación que tiene Massa en la población es evidente, él es la gente de diversas clases sociales que componen la sociedad bonaerense, empresarios, ganaderos, jóvenes de 20 años. Hay sólo dos hombres que anteceden al fenómeno Massa: Alfonsín y Menem, en momentos previos a su gestión”.

Malena, además, es la hermana del futbolista Martín Patito Galmarini, que hasta hace un mes jugó en el Club Atlético Tigre, club del que supuestamente Massa sería hincha. ¿Por qué el condicional? Porque la camiseta del intendente de Tigre también ha sido tema de polémica y ha generado suspicacias respecto de su ambigüedad crónica: una nota de tapa que publicó la revista Noticias sostiene, entre otras cosas, que Massa silenció su fanatismo por San Lorenzo y su simpatía por Chacarita Juniors para convertirse en hincha de Tigre cuando ganó la intendencia de ese partido bonaerense en 2007. “Y eso que la camiseta del club favorito es lo que nunca se entrega”, afirma el articulista del medio opositor al kirchnerismo.

Poco le importaron esas críticas futboleras a Massa, y su carrera política siguió en ascenso. Ahora estamos en julio de 2008: la derrota que sufrió el kirchnerismo en la Cámara de Senadores con su resolución sobre retenciones móviles a la agroexportación -con el recordado voto no positivo del vicepresidente Julio César Cleto Cobos- provocó la caída del jefe de gabinete, Alberto Fernández. Cargo vacante y Massa para adentro, a instancias de Cristina Fernández. En ese cargo, el ejecutivo retomaría contactos con un viejo amigo de la militancia juvenil: el entonces ministro de Economía y actual vicepresidente, Amado Boudou, que trabajó como su asesor durante su gestión en la Anses. “Una experiencia de la que aprendí mucho”, escribiría Massa unos años después en su autobiografía, en referencia a su pasaje por la administración kirchnerista.

Un año duró su gestión como jefe de gabinete -fue sustituido por el otro Fernández, Aníbal-, aunque su distanciamiento con el kirchnerismo se profundizaría recién en las elecciones legislativas de 2009, a pesar de sus reiteradas promesas de “lealtad eterna” a ese proyecto político.

Luego de esa ruptura con el oficialismo comenzó otra etapa en la vida política de Massa: Fue el momento de capitalizar sus virtudes como supuesto gestor eficiente al frente de la intendencia de Tigre como un profesional de la política, ya con aspiraciones serias de presentarse a las próximas elecciones presidenciales. Este cambio de signo, simultáneo al surgimiento del Frente Renovador, tuvo episodios muy gráficos: en junio de ese año rindió la última materia de la carrera de abogacía en la Universidad de Belgrano -había abandonado esos estudios en 1994- y tomó otros rumbos al momento de contactarse con el mundo del deporte. “Muy lindo partido de paddle con Sergio Massa. Ganamos 9 a 7 y Massa anda muy derecho en el paddle”, escribió hace unos meses en su cuenta de Twitter el ex capitán de la selección argentina de rugby Agustín Pichot, tentado por el intendente de Tigre para lanzarse al ruedo político en la vecina localidad de San Isidro.

Después vino la presentación del nuevo grupo político, y las primeras encuestas con resultados alentadores. Pero la carrera de Massa rumbo a las PASO y su posible despegue nacional ahora parece complicarse: el domingo un periodista de Página 12, Horacio Verbitsky, reveló que hace dos semanas fue asaltada la casa del político en el barrio privado Isla del Sol, y que Massa prefirió mantener en secreto el episodio.

No es un hecho menor, sobre todo porque el intendente de Tigre ha presentado como uno de los mayores logros de su gestión el combate a la delincuencia mediante la colocación de cámaras de seguridad. Los canales de televisión argentina se cansaron estos días de emitir la misma secuencia de imágenes: el prefecto Alcides Díaz Gorgonio -ya detenido y procesado- rompe con una barreta una ventana lateral, ingresa a la casa y se apodera de una caja de seguridad con plata y joyas.

Una vez publicada la nota de Verbitsky -que indudablemente maneja buenas fuentes del gobierno nacional- comenzaron las acusaciones cruzadas entre Massa y el secretario de Seguridad nacional, Sergio Berni, curiosamente manejando epítetos similares, como “operativo político” o “montaje”.

Las repercusiones del asalto ingresaron de lleno a la campaña electoral. Ayer de tarde, Malena Massa -su nombre de casada, que generalmente utiliza- fue entrevistada por Radio América y descartó que el robo sufrido termine beneficiando a su esposo, una tesis que sostienen operadores del kirchnerismo. “¿Quién puede ser el hijo de puta que puede creer que esto me benefició?”, se preguntó Malena, entre sollozos.