La división en el Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC) superó la etapa de declaraciones y saltó al Parlament. El miércoles renunció a su banca Àngel Ros, alcalde de Lleida y diputado del PSC, líder de una de las corrientes críticas dentro del PSC, que se prevé que sea acompañado en las próximas semanas por varios de sus seguidores. Ayer, tres de los diputados incumplieron con la disciplina partidaria y otros, que no llegaron a hacerlo, refunfuñan contra la falta de pluralidad de la dirección del partido.

Desde que en Cataluña comenzaron los reclamos soberanistas, que tomaron fuerza en los últimos años, el PSC ha sido el tercero en discordia. Por un lado está bajo el ala del Partido Socialista Obrero Español, que defiende el actual modelo de autonomías aunque con mayores atribuciones para los gobiernos regionales. Por otro no es inmune a las fuerzas nacionalistas y a quienes reclaman que por lo menos se convoque a una consulta popular, para ver qué dice la mayoría de los catalanes.

Ayer era una instancia decisiva. El partido de gobierno, Convergència i Unió, su aliada Esquerra Republicana de Catalunya, e Iniciativa per Catalunya Verds llevaron al Parlamento autónomo una propuesta para pedirle a la Cámara de Diputados de Madrid que delegue en el Govern la competencia para celebrar un referéndum sobre la independencia. La propuesta se aprobó gracias a la abstención de la CUP, una formación que se preveía que apoyaría el proyecto, y al voto a favor de tres diputados socialistas: Marina Geli, Joan Ignasi Elena y Nuria Ventura, que tras la votación saludaron a sus colegas soberanistas, que los aplaudían de pie. El futuro de la petición en la Cámara de Diputados ya es conocido: el gobernante Partido Popular, el opositor Partido Socialista Obrero Español y otras formaciones -en total representan 85% de la cámara baja- ya anunciaron que votarán en contra. Se prevé que el proyecto sea presentado la semana que viene y que empiece a discutirse recién en marzo o abril.

Antes de renunciar al PSC y a la banca, Ros señaló que la dirección no permitía que en el Parlament se reflejara la pluralidad de posturas que hay en el partido y le exigió que diera la libertad de voto o al menos permitiera la abstención. La respuesta de la dirección fue un no rotundo: no a su propuesta. Y el No sería lo que se votaría en la cámara. Ros decidió renunciar para manifestar su descontento y para no tener que romper la disciplina de voto, por lo que ayer su banca estaba vacía.

Pero tres de los 20 diputados retaron a la dirección y no lo han hecho solos, sino acompañados de varios suplentes de banca, concejales y otros dirigentes partidarios, que han manifestado su malestar con la decisión de la dirección. Por ejemplo, la diputada suplente Laia Bonet, quien renunció a la dirección del partido y anunció que si el PSC expulsa a Elena por incumplir con la disciplina partidaria ella no lo sustituirá. Otra diputada, Rocío Martínez-Sampere, también anunció que renunciará a la dirección del partido, aunque cumplió con la disciplina partidaria.

El PSC pidió a los tres diputados que entreguen al partido sus actas parlamentarias, pero ellos indicaron que no lo harán, sino que buscarán nuevas negociaciones dentro del PSC para comenzar una etapa más pluralista. El presidente del PSC, Pere Navarro, enfrenta quizá la situación más difícil de sus poco más de dos años dirigiendo el partido. Fuentes cercanas a él indicaron a medios españoles que en el caso de los diputados díscolos, la dirigencia recurrirá a las medidas más duras que tenga a su alcance, como la expulsión, pero resta ver si se concreta ese camino.