No es la primera vez que los habitantes de Hong Kong protestan contra las autoridades desde que ese territorio volvió a depender de China, en 1997, bajo la figura de “región administrativa especial”. En 2003 y en 2012, movilizaciones masivas lograron que el gobierno hongkonés revirtiera decisiones cuestionadas: la aprobación de una ley de seguridad nacional y la incorporación a la currícula estudiantil de clases de “educación patriótica”. Con expectativas de lograr un cambio, el 22 de setiembre las protestas son diarias.
Los manifestantes rechazan una decisión que tomó en agosto el gobierno de Pekín. Dispuso que para las elecciones de 2017 un comité haga una preselección de los candidatos a gobernar Hong Kong, rompiendo así su promesa de permitir elecciones libres en esa región administrativa.
La elecciones libres, inicialmente anunciadas para 2012, habían sido pospuestas para 2017. Este asunto se remonta a las negociaciones que mantuvieron en 1984 Londres, la ex potencia colonial, y China. Entonces Pekín se comprometió a mantener un sistema económico y legislativo específico para esa región a cambio de que volviera a estar bajo su autoridad, aplicando la idea conocida como “un país, dos sistemas”.
Sin embargo, y aunque los habitantes de la región gozan de una libertad de expresión y de manifestación mucho mayor que la de los demás chinos, desde 1997 Pekín intenta frenar los avances que dejó establecidos el último gobernador británico, Chris Patten, que fueron más allá de lo que se había acordado. Hoy sólo la mitad de los representantes del legislativo local son electos por sufragio universal. El resto responde a la elite y a China, por intereses comerciales.
Fuera de su control
Desde el martes 22 varios manifestantes se sumaron al movimiento inicial lanzado por estudiantes, al que se sumó este fin de semana Occupy Central with Peace and Love, otro movimiento liderado por Benny Tai, un profesor universitario de derecho constitucional que convoca manifestaciones. También comenzaron a participar en las protestas los legisladores del parlamento local partidarios de elecciones libres.
Occupy Central surgió en enero de 2013. Su objetivo es paralizar la actividad en el corazón financiero y comercial de la ciudad si el gobierno local y el de Pekín no se ponen de acuerdo para instaurar el sufragio universal sin restricciones para los próximos comicios.
Con nombre propio
Desde el fin de semana, cuando la Policía comenzó a reprimir el movimiento con gases lacrimógenos y dejó varios heridos, la movilización fue apodada “la revolución de los paraguas”, objetos que los manifestantes usaron para protegerse de la lluvia, el sol y los gases en aerosol lanzados por la Policía. Este método de defensa es una señal más del carácter pacífico que tiene la movilización hasta el momento. Fueron las imágenes de los paraguas desplegados frente a la Policía las que motivaron que más gente saliera a la calle a apoyar al movimiento.
A esto se suma que hay un fuerte descontento de la población respecto del gobierno local. De acuerdo con el canal CNN, una encuesta publicada el 21 de setiembre muestra que el malestar llega a tal punto que una de cada cinco personas piensa emigrar.
La movilización implica un alto grado de organización. En las redes sociales (que en Hong Kong no están controladas, como en el resto de China) circulan listas de objetos que hay que llevar para ir a manifestarse (toallas húmedas o máscaras de gas, para mitigar los efectos de los gases de la Policía, por ejemplo) y la gente llega con ellos en bolsas. También hay puestos de atención para heridos y otros en los que se reparte agua y comida gratis, para evitar inconvenientes en una ciudad en la que la temperatura supera los 30 grados. Además, los participantes recogen sus residuos y los reciclan.
La presencia de manifestantes aumenta de noche, porque muchas personas se suman después del trabajo, y la organización llega a tal punto que se respeta la prohibición de pisar el pasto en los espacios verdes. A pesar de la represión, los asistentes, que eran jóvenes en su mayoría, representan ahora a una importante franja de la sociedad, y ni los líderes estudiantiles, ni Occupy Central, ni los legisladores ejercen un verdadero liderazgo sobre un movimiento que ya pasó a ser espontáneo.
No tan fácil
La decisión de preseleccionar los candidatos a gobernar Hong Kong en 2017 cuenta con el visto bueno del actual gobernador, Leung Chun-ying, surgido de la Asamblea Popular Nacional china. Para Pekín, dar marcha atrás en una decisión del gobierno central sería un acto sin precedentes, que abriría la puerta hacia el final de su control, no sólo en Hong Kong, sino en todo el país. Con ese contexto, las imágenes de las protestas y sus menciones ya comenzaron a ser censuradas en las redes sociales del resto de China.
Además, y aunque ya hubo antecedentes de cambios de postura en el gobierno de Hong Kong y de otras provincias chinas, Leung anunció que no piensa renunciar, pese a que su dimisión es uno de los principales reclamos que corean los manifestantes.
Ayer, en el marco de la reunión de su Ejecutivo, Leung advirtió que “cualquier cambio” en la dirigencia de Hong Kong antes de que se logre el sufragio universal va a mantener la actual situación y se seguirá eligiendo al gobierno bajo el modelo del Comité de Elección que responde a Pekín.
Tampoco auguraron lo mejor para el movimiento las declaraciones de la vocera de la cancillería china, Hua Chunying. La funcionaria dijo el lunes que “Hong Kong es China” y, por lo tanto, los asuntos de esa región “son de soberanía china”. Hua agregó que Pekín se opone “a la interferencia extranjera, por parte de cualquier país, en los asuntos internos de China” y que rechaza “formalmente” cualquier apoyo a “actividades ilegales como el movimiento Occupy Central”.
Esto no evitó que varios gobiernos y la Organización de las Naciones Unidas criticaran la represión a los manifestantes. El vice primer ministro británico, Nick Clegg, solicitó “una reunión urgente” con el embajador chino en Reino Unido para transmitirle “consternación y alarma” ante la gestión de las manifestaciones en Hong Kong, informó la agencia de noticias Efe. Según Clegg, que tiene previsto reunirse con el embajador chino “esta semana”, la población de Hong Kong tiene “todo el derecho” a esperar unas “elecciones abiertas, libres y justas”.
Además, Clegg afirmó: “Reino Unido y China tienen obligaciones solemnes con los ciudadanos de Hong Kong para preservar sus derechos y libertades en virtud de los términos de la Declaración Conjunta firmada en 1984 por la primera ministra Margaret Thatcher”. Por eso, Londres hará “todo lo posible para defender el principio de un país, dos sistemas”.
Se prevé que hoy sea un día decisivo en este conflicto porque se conmemoran los 65 años de la llegada al poder del Partido Comunista de China, y los manifestantes anunciaron su intención de incrementar sus protestas ocupando edificios estatales.