El quiebre ocurrió, según coinciden los medios alemanes, en la reunión de cuatro horas que tuvieron, a puertas cerradas, Merkel y Putin durante la cumbre del G20 en Australia. No se sabe lo que se dijo allí, pero dos días después se notó el cambio de actitud de Merkel en el discurso que dio en el Lowy Institute for International Policy, en la ciudad australiana de Sydney. “Rusia está violando la integridad territorial y la soberanía de Ucrania. Mira a uno de sus vecinos, Ucrania, como parte de su zona de influencia. Después de los horrores de dos guerras mundiales y del final de la Guerra Fría, eso pone en peligro el equilibrio de la paz europea”, consideró Merkel, de acuerdo con el texto de su discurso publicado en la página del instituto australiano.

Más tarde, en respuesta a una pregunta del director de la organización, Michael Fullilove, la canciller germana aclaró todavía más su parecer: “No se trata sólo de Ucrania. Se trata de Moldavia, de Georgia. Y si esto sigue, quizá un día haya que preguntarse por Serbia, por los Balcanes occidentales [Albania, Bosnia y Herzegovina, Macedonia, Montenegro, Serbia y Kosovo]. De ninguna manera esto es compatible con nuestros valores”.

Estas declaraciones fueron muy comentadas porque Merkel es la principal interlocutora de la UE con Putin. Desde que comenzó la crisis en Ucrania, hace un año, la canciller alemana lideró en persona las tratativas con Putin en nombre de ese bloque. Ambos se reunieron y hablaron por teléfono en varias oportunidades.

Una de las razones de este contacto fluido está en el idioma. Merkel y Putin hablan tanto alemán como ruso. La canciller alemana vivió su infancia y su juventud en lo que era la República Democrática Alemana, y el presidente ruso también vivió ahí porque fue agente de la KGB, los servicios secretos soviéticos, en ese territorio.

Aunque no necesiten intérprete para dialogar, se sabe que ambos dirigentes suelen hablar en ruso, que a veces cada uno habla en su idioma, y que cuando la conversación se pone muy tensa, Putin pasa a hablar en alemán, en lo que se interpreta como una manera de intimidar a Merkel y recordarle las épocas en que la KGB intimidaba a los alemanes. A esto se suma que el mandatario ruso recurrió, por lo menos en una oportunidad, al temor que le generan los perros a la canciller (uno de ellos la atacó en 1995), y dejó a uno de los suyos circular alrededor de ellos mientras conversaban. Sin embargo, Merkel se controló y no mostró su miedo.

Más allá de las facilidades que tienen para comunicarse, la distancia entre el ruso y la europea parece seguir creciendo. Petro Poroshenko, el presidente de Ucrania, dijo el lunes que convocará en algún momento de los próximos seis años un referéndum para que los ciudadanos de su país se definan sobre un eventual ingreso a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). El avance de la OTAN en el Este de Europa es uno de los principales motivos de la irritación rusa. Putin considera que Estados Unidos y la UE también actúan como si estuvieran en su patio trasero, o que en todo caso están extendiendo su influencia en detrimento de la suya, sobre el Este de Europa.

El miércoles, Merkel dijo ante el Parlamento que Ucrania está “muy lejos del alto el fuego”, y responsabilizó a Moscú por esta situación. En consecuencia, anunció que su postura seguirá siendo la de “apoyar política y económicamente” a Kiev para que pueda superar la crisis, aunque también dijo que Alemania apoyará una “solución diplomática” del conflicto y abogó por mantener el diálogo con todas las partes.