El día en que se cumplieron diez años de la muerte del histórico líder Yaser Arafat encontró a las facciones palestinas divididas. En setiembre, el partido nacionalista Al Fatah -que gobierna Cisjordania y lidera la Autoridad Nacional Palestina (ANP)- y el movimiento islamista Hamas -en el poder en Gaza- acordaron un gobierno de unidad en junio que sigue sin regir en todos los territorios 
palestinos.

En el acto que recordó a Arafat ayer en la ciudad cisjordana de Ramala, el sucesor del dirigente, el presidente de la ANP, Mahmud Abbas, acusó a Hamas de la serie de explosiones que ocurrieron la semana pasada junto a vehículos y viviendas de dirigentes de Al Fatah en Gaza. Por esos hechos, los homenajes a Arafat fueron cancelados en la franja. “Los líderes de Hamas son responsables de estas criminales explosiones”, aseguró Abbas. “Los comentarios de Hamas contra nosotros son similares a los de la ocupación [israelí]”, agregó.

“El discurso de Abbas es un conjunto de mentiras, insultos y desinformación”, respondió el vocero de Hamas, Mushir al Masri, que negó la responsabilidad de su movimiento en esos ataques y que pidió para “el pueblo palestino” un “presidente con coraje”.

Abbas también advirtió que los palestinos “defenderán [la mezquita de] Al Aqsa y las iglesias de los colonos y del extremismo” y acusó a los líderes israelíes de estar tomando el camino hacia una “devastadora guerra religiosa” al querer “volver hacia atrás”, cediendo a los extremistas religiosos.

Por su parte, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, dijo que Abbas “ha demostrado que no es un socio [alguien con quien negociar]”, que “en lugar de tranquilizar los ánimos, los enciende” y que sus declaraciones “incitan a su pueblo a cometer atentados en lugar de a la paz”.