El ministro de Exteriores alemán, Frank-Walter Steinmeier, abogó por “una sociedad abierta”, en una reacción ante el aumento de las manifestaciones islamófobas en su país, durante una entrevista con el diario Der Spiegel, la semana pasada. Mantuvo esta postura un día después de que el movimiento Pegida congregara a unas 17.000 personas en la ciudad de Dresde, en el este de Alemania. Ésa fue su manifestación más concurrida desde que comenzó a convocarlas en las calles de esa ciudad, hace dos meses y medio. Su iniciativa anti Islam, surgida en Sajonia, se está expandiendo en el país.
De acuerdo con un reciente informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), Alemania es el segundo destino de la migración mundial, después de Estados Unidos, aunque la población de Sajonia cuenta sólo con 2,2% de habitantes de origen extranjero. Lo que generó descontento entre los habitantes de esa región fue que se anunció la creación de 14 centros de acogida para 2.000 refugiados, en una zona en la que varios movimientos neonazis tienen su cuna.
Steinmeier dijo que entiende el “miedo” de algunos alemanes ante el “caos en el mundo”, pero consideró que “la respuesta a esto no puede ser la exclusión y la precipitación”. Además, el jefe de la diplomacia alemana destacó y saludó a las personas que salieron a manifestar en contra de Pegida, en una movilización contra la exclusión que se desarrolla al mismo tiempo que el movimiento islamófobo. “La gran mayoría de los alemanes cree que los refugiados deberían encontrar refugio de la guerra civil entre nosotros”, dijo.
La cifra de demandantes de asilo en Alemania podría alcanzar los 200.000 este año, según los datos de Eurostat, el centro de estadísticas de la Comisión Europea. En el tercer trimestre del año, 177.000 solicitudes de asilo, un tercio de las que se registraron en toda la Unión Europea, fueron dirigidas a Alemania. Estos números aumentaron 57% respecto del año pasado. Debido a los ataques del grupo Estado Islámico en Siria e Irak, las solicitudes de asilo de personas originarias del primer país se multiplicaron por tres, mientras que las del segundo se duplicaron.
El viernes 12, Merkel tomó posición públicamente y condenó “con la mayor firmeza” las manifestaciones “antiislamización”. Su vocera, Christiane Wirtz, también se refirió a este fenómeno: “No hay lugar en Alemania para el odio religioso, sea cual sea la religión de pertenencia”. La funcionaria condenó la islamofobia, el antisemitismo, la xenofobia y el racismo. A su vez, el ministro de Justicia, Heiko Maas, dijo que esas movilizaciones son una “vergüenza para Alemania”.
Las manifestaciones que organiza Pegida son una imitación de las que se realizaron antes de la caída del gobierno comunista en la entonces República Democrática Alemana y usan el mismo lema: “Nosotros somos el pueblo”. Como en otros países europeos, en Alemania cobra fuerza el temor de que la cultura musulmana sustituya a la suya. No importa que este temor surja en un momento en el que la llegada de inmigrantes se debe en parte a que huyen de un movimiento islamista radical, como Estado Islámico.
Además, esta tendencia islamófoba va en contra de una realidad que vive Alemania: la población envejece y los inmigrantes son cada vez más necesarios para evitar una crisis demográfica que pondría en peligro las jubilaciones y el funcionamiento económico del país. En ese marco, las manifestaciones antimusulmanes fueron condenadas no sólo por el gobierno sino también por los partidos de oposición.
Una de las pocas organizaciones políticas alemanas que apoya las movilizaciones -y que participa en éstas- es Alternativa para Alemania, un partido euroescéptico creado el año pasado. Esta formación política es la que crece más rápido en las encuestas, y sus candidatos alcanzaron 10% de los sufragios en varias elecciones regionales, en las de Sajonia en primer lugar. El neonazi Partido Nacionaldemócrata de Alemania busca sacar réditos del movimiento Pegida, del que forma parte.
Quizá por el éxito que tienen estas ideas, y ante el aumento de incidentes y ataques neonazis, algunos integrantes del gobierno buscan recuperar a aquellos que fueron atraídos por esas tendencias. Así, la Unión Socialcristiana de Baviera, socia de la Unión Cristiano Demócrata de Merkel, presentó a mediados de diciembre un proyecto de ley que apuntaba a obligar a los inmigrantes a hablar alemán “permanentemente [...] en la vida cotidiana”, es decir, en público y en sus hogares. Ante el rechazo de la propia canciller y del resto de la coalición de gobierno, el texto fue atenuado y se decidió que los inmigrantes “serán alentados a hablar” la lengua local. En paralelo, dentro de la democracia cristiana está abierto el debate acerca de legislar sobre una prohibición del velo integral islámico.