La actual crisis en Ucrania comenzó en noviembre, cuando Yanukóvich, que había sido electo en 2010 con un discurso más bien afín a la Unión Europea (UE), decidió rechazar un acuerdo de cooperación con ese bloque y recibió en su lugar un préstamo de Rusia. La lectura que se hizo de estas decisiones fue que el presidente ruso, Vladimir Putin, presionó a Yanukóvich para que Rusia no perdiera su influencia sobre Ucrania.

Ese vuelco sacó a las calles a miles de personas favorables a un acercamiento con la UE. La represión con la que respondió el gobierno sólo logró que las protestas sumaran seguidores y se radicalizaran. La semana pasada, las imágenes que llegaban desde Kiev eran similares a las de una guerra En ellas los civiles lanzaban adoquines y cócteles Molotov contra policías y militares armados con tanques y ametralladoras. Hubo cientos de heridos y un número de muertos -integrantes de fuerzas de seguridad y civiles- que las autoridades estiman en 77 y la oposición en más de 100.

El viernes el Parlamento aprobó un acuerdo para salir de la crisis, que surgió de la mediación de las diplomacias de Alemania, Francia y Polonia. El gobierno de Yanukóvich ya comenzaba a sentir los efectos de sanciones internacionales -tomadas en respuesta a la represión por varios países, en particular los de la UE- y el jueves de noche el ya presidente saliente y los representantes de la oposición parlamentaria habían dado su consentimiento a una fórmula. El viernes comenzó una larga sesión legislativa en la que se votaron diversas medidas, y ayer los diputados seguían trabajando.

El acuerdo preveía que en las 48 horas siguientes a su firma sería reinstaurada la Constitución de 2004 y quedaría sin efecto la de 2010, más presidencialista. El mismo viernes se dio este paso. El texto incluye también que diez días después de la entrada en vigor de esa Constitución será creada una coalición mayoritaria en el Parlamento y se formará un gobierno de unidad nacional. También prevé una reforma constitucional y una serie de medidas para reinstaurar la calma en el país.

El sábado los legisladores aprobaron por unanimidad la destitución de Yanukóvich por “violaciones masivas de los derechos humanos” y por “desvincularse de sus deberes constitucionales” al negarse a ratificar con su firma las enmiendas legales acordadas el día anterior con la oposición para frenar la violencia en Kiev. Yanukóvich fue condenado hasta por su propio partido, que se desvinculó de su gestión de la crisis.

El dirigente del partido opositor Batkivschina, Alexandr Turchínov, había sido nombrado presidente del Parlamento el sábado, y el domingo fue designado presidente interino. Es el número dos de la líder de Batkivschina y ex primera ministra (en 2005 y de 2007 a 2010), Yulia Timoshenko, cuya liberación inmediata impulsó ese mismo día.

Timoshenko estaba presa desde hacía dos años y cumplía una cuestionada condena de siete años por abuso de poder. El sábado salió de una clínica en la segunda ciudad del país, Járkov, donde se encontraba desde mayo de 2012 por problemas en la columna vertebral, y dijo que se presentará a las elecciones presidenciales, que el Parlamento acababa de fijar para el 25 de mayo.

Timoshenko, de 53 años, se presentó en silla de ruedas ante los manifestantes en la plaza Maidán (“independencia” en ucraniano) y dijo a la multitud: “No se debe perdonar a aquellos que han alojado balas en el corazón de los jóvenes. Si no perseguimos los asesinatos, será una vergüenza insoportable […] No tienen derecho a dejar Maidán mientras no logremos nuestros objetivos. No se detengan ahora”.

Uno de los motivos de la marcha atrás de Yanukóvich a la hora de firmar un acuerdo de cooperación con la UE fue que Bruselas exigiera la liberación de Timo-
shenko, cuya detención en prisión preventiva, antes de ser condenada, había sido declarada ilegal por la Corte Europea de Derechos Humanos.

Por su parte, Yanukóvich abandonó Kiev el viernes y se informó que al día siguiente intentó, sin éxito, viajar hacia Rusia. En 2004 ya había tenido que renunciar a su reelección, calificada de fraudulenta por Timoshenko y sus aliados, antes de ser reelecto en 2010. El ex presidente, que había negado que quisiera salir del país, dijo el sábado al canal ucraniano UBR: “Los acontecimientos que vio nuestro país y todo el mundo son un ejemplo de golpe de Estado. Intentan amedrentarme para que presente voluntariamente mi dimisión. Pero no tengo intención de dimitir”.