Las conversaciones en Ginebra se desarrollan mientras en territorio sirio continúan los bombardeos y las masacres. El lunes fueron asesinadas 42 personas, en su mayoría menores y ancianos, en un pueblo alauita -la corriente religiosa del presidente Bashar al Assad- en el centro de Siria, al parecer en manos de radicales de la oposición. Las acusaciones apuntan al grupo radical Estado Islámico de Irak y Siria, que llevó un coche bomba hacia una región dominada por el Frente al Nusra, con el que mantiene un enfrentamiento interno porque los dos se declaran el representante de Al Qaeda en Siria. En la explosión del coche bomba murieron 22 personas, mientras que la ciudad de Alepo fue nuevamente bombardeada con barriles de explosivos por helicópteros del gobierno que causaron la muerte de al menos 11 personas.

La tregua prometida para el viernes llegó a la zona antigua de la ciudad de Homs, asediada por las fuerzas gubernamentales que impiden el paso de los alimentos, el agua y la ayuda humanitaria. Había sido pactada en la primera ronda de negociaciones e incluía la evacuación de los civiles y la entrega de ayuda humanitaria. Duró un solo día. Ya el sábado el primer convoy con ayuda humanitaria fue atacado, lo que retrasó un día la distribución de la ayuda. Hasta ayer se había logrado la evacuación de más de 800 personas, pese a que el lanzamiento de proyectiles y los enfrentamientos a balazos continuaron hasta el domingo.

El gobierno y la oposición cruzaron acusaciones sobre la autoría de esos ataques durante el fin de semana y las retomaron ayer, tras las reuniones, por separado, con el mediador del proceso, Lajdar Brahimi, designado por la ONU y la Liga Árabe. Pero después de la batería de acusaciones cruzadas, la ONU anunció que ambas partes alcanzaron un acuerdo para extender la tregua otros tres días.

El gobierno de Al Assad asegura que los ataques provinieron de las propias filas rebeldes, conformadas por un mosaico de grupos, muchos de los cuales no están representados por los negociadores de la oposición. De hecho, el único grupo armado representado es el Ejército Libre Sirio, como integrante de la Coalición Nacional Siria. Otros grupos, que no integran esta coalición, no están presentes en Ginebra. Estos aspectos son los que llevan a que quienes se sientan en las mesas de negociación sean considerados “revolucionarios de salón”, hombres de entre 40 y 50 años que viven en el exilio.

La ruta de Brahimi

La agencia de noticias Reuters informó que Brahimi exigiría a ambas partes su adhesión a un documento en el que se comprometerían a acordar sobre dos temas centrales: detener los enfrentamientos y avanzar en el debate sobre la transición. “El futuro de este proceso político y la posibilidad de su éxito requiere de una declaración clara desde el inicio de que ambas partes tienen la férrea y completa voluntad política de abordar estos dos temas”, subraya Brahimi en el documento citado por la agencia, cuya firma, al cierre de esta edición, no se había anunciado.

El documento incluye los dos aspectos que quieren negociar oposición y gobierno, pero el problema es que cada uno quiere empezar por uno distinto: el gobierno insiste en la necesidad de frenar a los “terroristas” -tal como define a todos los rebeldes-, mientras que la oposición reitera que es necesaria la partida de Al Assad para empezar a hablar. El gobierno retruca que la salida de Al Assad “no está en la agenda” del proceso de paz, al menos no de forma específica, y pide a la oposición que “deje de hacer perder el tiempo con ese tema”.

Más allá de lo que se hable en las mesas de Ginebra, en territorio sirio continúan los enfrentamientos, y permanecen los escépticos, como el ministro de Reconciliación Nacional, Ali Haidar, quien advirtió, antes de que comenzara la primera ronda de negociaciones: “No esperen nada de Ginebra II. Ni Ginebra II, ni Ginebra III o Ginebra X resolverán la crisis siria. La solución ya comenzó y será el triunfo militar del Estado”.