En un día declarado de luto por el gobierno ucraniano, las fotos de cadáveres, heridos, fuego, humo y personas vestidas como para una guerra recorrían el mundo. Horas antes, el miércoles de noche, el presidente de Ucrania, Víktor Yanukóvich, y dirigentes opositores habían pactado una tregua. Intentaban así terminar con los enfrentamientos entre manifestantes de la oposición y la Policía, que habían dejado 25 muertos desde el martes.

Sin embargo, ayer de mañana la tregua se había terminado. Otra vez se informaba de balazos, pedradas, cócteles molotov, camiones lanza-agua y gases lacrimógenos en la capital, Kiev.

La oposición aseguraba que se terminó la paz porque la Policía disparó contra los civiles que protestaban sin violencia en la plaza Maidán, centro de estas protestas, y estimaba que desde el comienzo de las movilizaciones y su represión, los muertos suman más de 100.

Ese número no está claro porque no ha dejado de crecer. El Ministerio de Salud informó ayer que desde el martes murieron 67 personas, 54 civiles y 13 policías. Algunos calculan que los heridos son algunos cientos, otros señalan que ya son más de 1.000.

“[La Policía] está utilizando balas de combate comunes y antiblindados. Disparan a matar”, dijo el diputado Sviatoslav Janenko, del partido Svoboda, opositor, informó la agencia Efe. Por su parte, el ministro del Interior, Vitali Zajarchenko, acusó a los manifestantes: “Hoy se disparó contra los policías con armas de fuego. En las calles mueren no sólo los efectivos policiales sino también los ciudadanos pacíficos”. Reclamó a los “extremistas” que entreguen sus armas. Además, el Ministerio del Interior denunció en un comunicado que durante los enfrentamientos los manifestantes retuvieron a 67 policías de los que “se desconoce su estado de salud y su suerte”, y advirtió que “para la liberación de sus colegas, las fuerzas de seguridad tienen derecho a emplear todos los medios que les permite la ley, incluidas las armas”.

Según informaba ayer la agencia de noticias Reuters, el paisaje de Kiev, una ciudad de tres millones de habitantes, incluía comercios, escuelas y bares cerrados, el metro detenido y los cajeros automáticos casi vacíos. El hotel Ucrania, donde trabajan corresponsales extranjeros, se utilizaba como hospital improvisado para atender a algunos heridos.

A causa de la violencia, el alcalde de la capital, Vladimir Makéyenko, renunció al gobernante Partido de las Regiones y reclamó que los políticos actúen para proteger a los ciudadanos. “Ni un solo oligarca, ni un solo político ha muerto”, manifestó. El municipio informó que desde el martes habían muerto 67 personas.

Las divisiones internas en el oficialismo, al que también renunciaron ayer 12 diputados, permitió que el Parlamento prohibiera que se lanzara una operación antiterrorista que fue anunciada esta semana en respuesta a las protestas. De los 238 diputados que había en la sesión sólo dos se negaron a apoyar la prohibición, que necesitaba 225 votos.

La crisis política en Ucrania comenzó cuando el gobierno se negó a firmar un acuerdo con la Unión Europea y prefirió privilegiar un acercamiento a Rusia. La identificación con uno y otro es un tema significativo para los ucranianos, que en la zona de la capital y del oeste tienen una mayor sintonía con Europa y en el este y el sur, la influencia rusa está presente incluso en el idioma que se habla.

Es en ese marco que ayer Moscú envió al defensor del Pueblo ruso, Vladimir Lukín, para intentar mediar en el conflicto, y que los ministros de Relaciones Exteriores de Alemania, Francia y Polonia permanecían en Kiev con el mismo objetivo.

Mientras tanto, en Bruselas se celebró una reunión de los demás cancilleres del bloque. Allí, de acuerdo con la canciller italiana, Emma Bonino, los ministros acordaron la cancelación de los visados y la congelación de activos de dirigentes ucranianos a los que considera responsables de la violencia contra los 
manifestantes.

Al cierre de esta edición, el canciller francés, Laurent Fabius, que se había reunido con Yanukóvich y líderes de la oposición, resumía: “No hay nada por ahora. Las negociaciones han sido bastante difíciles, pero continuamos trabajando para alcanzar un acuerdo de paz”. Su par polaco, Radoslaw Sikorski, agregó que se había “avanzado” en el diálogo, pero que todavía había “diferencias importantes entre las partes”.

Más temprano, el primer ministro de Polonia, Donald Tusk, había dicho que se había acordado la celebración de elecciones anticipadas, que han reclamado dirigentes de la oposición. Sin embargo, en conferencia de prensa había hecho un diagnóstico dramático de la situación en Ucrania: “Los eventos de la noche pasada [del miércoles] y de la mañana [de ayer] demuestran que el peor escenario posible, el que más tememos, la guerra civil, es muy real”.