Su historia sigue los pasos de su partido de izquierda, la Unión Patriótica (UP). Aída Avella regresó a su país en noviembre, meses después de que la UP, que perdió su personería política en 2002, resurgiera gracias a un fallo del Consejo Nacional Electoral de Colombia, que reconoció que si el partido no obtuvo los 50.000 votos que exigían fue porque físicamente no tenía candidatos que los buscaran, porque casi todos estaban muertos o desaparecidos.

Su formación política sufrió una sangría en los años 90, durante la cual se estima que unos 3.000 de sus seguidores fueron asesinados por paramilitares. “Hacíamos la militancia en el cementerio”, recordó en una entrevista con la revista colombiana Semana. Avella tampoco estaba a salvo. Era desde 1991 la primera mujer presidenta de la UP (cargo que recayó sobre ella luego de la muerte de varios otros dirigentes) cuando en mayo de 1996 fue víctima de un atentado con una bazooka en plena autopista. Según relató, se salvó de milagro gracias a la habilidad de su chofer y a la aparición de dos policías que nunca volvió a ver y a los que calificó de “ángeles de la guarda”. Dos días después empezó un exilio que duró más de 17 años.

Su regreso en noviembre fue tan sorpresivo para ella como su partida. Volvió por una semana, por primera vez desde 1996, para presidir el Congreso de su partido, a meses de su resurgimiento. Sin embargo, allí no sólo se encontró con una participación de militantes mucho mayor de la esperada, sino que se le pidió que fuera la candidata presidencial de UP para las elecciones de mayo. “Nos miraba como pidiendo auxilio, como diciendo ‘¿qué hago?’”, relató el dirigente comunista y candidato al Senado por la UP y los verdes Carlos Lozano, que la conoce desde la facultad, de acuerdo al portal colombiano La Silla Vacía.

“Casi me caí de la silla. La gente empezó a cantar y yo pensaba: ¿qué hago? Era incapaz de echarle un balde de agua fría al Congreso. No pude ni llamar a mi esposo y mis hijos, porque estaban dormidos, y dije que sí. Así mi familia se enteró al día siguiente por el periódico”, contó luego Avella.

Para llegar a ser candidata a presidenta, a cuatro días de su retorno, a Avella le pasaron muchas cosas, y desde entonces, le pasaron unas cuantas más.

Camino difícil

La actual candidata a presidenta nació en la ciudad colombiana de Sogamoso, en el centro del país, en enero de 1949. “Hija de un contador de pueblo y de una mamá que le tocó quedarse en la casa porque tuvo nueve hijos”, dijo a la agencia de noticias Efe. Cuando tenía 14 años falleció su padre, y su abuelo, un político local liberal, fue el que más marcó sus orígenes y la inició en la política. Es la segunda de los nueve hermanos y fue gracias a una cuenta de ahorros que le dejó su abuelo que pudo ir a estudiar a Bogotá y graduarse en Psicología y Pedagogía.

Trabajó en el Ministerio de Educación, donde afloró y creció su compromiso sindical. Se convirtió en dirigente de la Federación Nacional de Trabajadores del Estado y después cofundó la Central Unitaria de Trabajadores. La primera amenaza la recibió en 1973, como dirigente sindical. “Enemigos de la patria, los seguimos paso a paso”, decía la carta que le llegó cuando estaba organizando un paro de una hora de todos los funcionarios del Estado.

Entró primero a la política por el Partido Comunista, y fue como integrante de esa organización que se sumó a la UP cuando ésta nació, en 1985, fruto de un acuerdo entre el gobierno de Belisario Betancur (1982-1986) y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Desde entonces el partido y ella no se libran de la imagen de “brazo político” de la guerrilla; a Avella incluso la calificaron de “vocera de la insurgencia”.

“La UP nació por los diálogos que se entablaron entre Belisario y las FARC [...] pero los guerrilleros no eran los miembros de la UP. Sus dirigentes estaban en los sindicatos, en el periodismo, en las corporaciones públicas, era gente que estaba cansada del Partido Liberal y del Partido Conservador”, aseguró Avella a Semana.

En 1986 la UP logró un resultado electoral jamás obtenido por la izquierda en su país: 14 legisladores, 27 alcaldes, 361 concejales y 328.000 votos para su candidato a presidente, Jaime Pardo Leal, que llegó tercero detrás de los candidatos de los partidos tradicionales: el Liberal y el Conservador. Después de esa votación se multiplicaron los atentados en contra de sus representantes. “Cuando empieza la matanza la gente alzada en armas se va porque no veían garantías de hacer política. Y nos quedamos todos los que no teníamos nada que ver con el movimiento insurgente. Nos quedamos los sindicatos, los trabajadores”, dice Avella al ser consultada sobre los vínculos de la UP con la guerrilla.

Más tarde, la dirigente presidió la Asamblea Constituyente, luego de ser electa como cabeza de lista de la UP, en 1987. También denunció la actuación de los paramilitares de su país, hasta que el atentado de 1996, cuando era la edil más votada de Bogotá, la llevó a exiliarse.

Durante los 17 años que pasó en la ciudad suiza de Ginebra aprendió francés de cero, trabajó como niñera y en una chocolatería. También fue traductora y asesora en la Organización Internacional del Trabajo, donde atendió en particular los casos de colombianos sindicalistas establecidos en esa ciudad.

No todo cambia

Desde que regresó a su país, Avella lo está redescubriendo, al tiempo que encabeza una campaña electoral con escasos recursos (la financian ella y los afiliados al partido). Sin embargo, no necesitó mucho tiempo para caer en la cuenta de que no hay “plenas garantías electorales”. Pudo confirmarlo el domingo cuando su caravana de campaña fue atacada, según cree, por “los sectores militaristas de siempre”, que dejaron 14 impactos de bala en los vehículos que la acompañaban.

Sin embargo, su partido decidió seguir con la campaña. Antes, el comandante en jefe del Ejército, el general Jaime Lasprilla, había acusado a las FARC del ataque, alegando que ocurrió en una zona rural del municipio de Tame que “es de influencia” de esa guerrilla. Desde La Habana, sede del diálogo de paz en curso entre las FARC y el gobierno, voceros de la guerrilla aseguraron que el ataque es como “balear la credibilidad del proceso de paz”.

“Somos un aporte al proceso de paz porque a pesar de toda la atrocidad contra la UP, del atentado y del exilio, creemos en la reconciliación”, asegura Avella, cuyo lema de campaña es “Elige la paz”.