El Ejecutivo japonés hizo oficial su voluntad de retomar la producción de energía nuclear y aprobó un plan energético básico en el que se propone aprovechar todas las plantas atómicas instaladas en el país. El primer ministro ya había dado indicios de que la situación energética de Japón se vería muy comprometida si no se retomaba la fuente nuclear, desde la cual se suministraba 30% de la energía eléctrica antes del desastre de la central de Fukushima.
Tras el terremoto y posterior tsunami de marzo de 2011, el gobierno anterior, el del Yoshihiko Noda, fijó como objetivo reducir al mínimo la dependencia de las plantas nucleares, y bajó su producción al 10% de la energía necesaria para el país. Su plan incluyó un aumento de la importación de petróleo, gas y carbón, que incrementó la dependencia energética al exterior. Este cambio en la matriz energética implicó que Tokio renunciara a su objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero 25% respecto de 1990.
El objetivo del gobierno de Noda era eliminar las plantas nucleares para 2030. El del gobierno de Abe es otro, tal como él mismo había anunciado en la campaña que lo llevó al poder en diciembre de 2012, aunque también apunta a “reducir la dependencia atómica en la mayor medida posible”. Así lo indica el Plan Básico de Energía aprobado el viernes por su gabinete, en el que se señala que se “seguirá adelante con la reactivación” de los 50 reactores nucleares cuyo funcionamiento fue suspendido indefinidamente tras el accidente de Fukushima. Se los pondrá en marcha después de que el Comité para el Control de la Energía Nuclear compruebe su seguridad. El texto define la energía nuclear como una “fuente de energía básica importante” para el país.
Toshimitsu Motegi, el ministro de Comercio e Industria, argumentó que “las centrales nucleares en general tiene una estabilidad y efectividad excelentes, además de un gasto estable”. El plan del gobierno deja abierta la posibilidad de construir nuevos reactores si éstos aportan a la estabilidad del suministro eléctrico que Japón necesita. También propone aumentar la generación de energía por medio de fuentes renovables, que antes del accidente de Fukushima representaban 10% de la energía eléctrica, porcentaje que aumentó en los últimos años gracias a incentivos impulsados por el gobierno anterior.
El Plan Básico de Energía no establece cuál será el porcentaje de energía producido por las plantas nucleares porque, señala, es difícil prever cuántos de los reactores que superaron las pruebas de seguridad en 2011 están en condiciones de ser puestos en funcionamiento nuevamente.
Entre los reactores que pueden ser encendidos no se cuentan los de Fukushima, que serán desmantelados. Para ello es necesario, entre otras cosas, que se termine de evacuar el agua altamente radiactiva que se utilizó en las primeras jornadas tras el accidente para enfriar los reactores. Ayer la operadora de la central, Tokyo Electric Power (Tepco), reconoció que cometió un error con el manejo de 203 toneladas de agua altamente radiactiva, que deberían haber ido a unos depósitos especialmente construidos para recibir estos vertidos pero fueron a parar a instalaciones que no estaban preparadas.
En ocasiones anteriores, Tepco reconoció que agua altamente contaminada ha llegado al océano Pacífico, y el sábado admitió que una de estas fugas, ocurrida en 2013, fue de una gravedad 3,5 veces mayor de lo que se estimó en su momento.