El lunes comenzó con una sorpresa para los españoles: la noticia de que el rey Juan Carlos I, de 76 años, abdicaba en favor de su hijo, el príncipe Felipe de Asturias. El anuncio lo hizo el presidente del gobierno, Mariano Rajoy, que inmediatamente convocó a un Consejo de Ministros para hoy, con el objetivo de tratar la sucesión. “He encontrado al rey convencido de que es el mejor momento para que pueda producirse con normalidad el cambio en la jefatura y la transmisión de la corona al príncipe”, dijo Rajoy.

Al mediodía el rey hizo su anuncio oficial en forma de video desde el Palacio de la Zarzuela. Recordó que cuando fue proclamado rey asumió “el firme compromiso de servir a los intereses generales de España con el afán de que llegaran a ser los ciudadanos los protagonistas de su propio destino” y dijo sentirse orgulloso de haber encabezado “la ilusionante tarea nacional que permitió a los ciudadanos elegir a sus legítimos representantes y llevar a cabo esa gran y positiva transformación de España”, que era tan necesaria.

Juan Carlos fue designado príncipe sucesor a instancias del general Francisco Franco en 1969, seis años antes de ocupar el trono, lugar desde el cual se convirtió en un “artesano de la transición” a la democracia, en palabras de uno de los tantos jefes de Estado que lo elogiaron ayer, François Hollande.

El rey aseguró que tomó la decisión de abdicar en enero, cuando cumplió 76 años, y que lo anunció ahora, “una vez recuperado tanto físicamente como” en su “actividad profesional”, tras varios problemas de salud. Sostuvo que éste es un momento para renovar y para que pase “a la primera línea una generación más joven, con nuevas energías, decidida a emprender con determinación las transformaciones y reformas que la coyuntura actual está demandando”.

En el video el rey está sentado tras un escritorio y de fondo se ve una foto enmarcada en la que aparecen él, Felipe y la hija mayor de éste, la infanta Leonor. La misma imagen oficial se puede ver en la web de la Casa Real certificando la continuidad dinástica en la infanta, que pasará a ser la nueva princesa de Asturias. Juan Carlos indicó que su sucesor, a quien se refirió primero como “mi hijo Felipe” y luego como “el príncipe de Asturias”, tiene “inmejorables condiciones” para asegurar esa renovación y la estabilidad “que es seña de identidad de la institución monárquica”.

El rey aseguró que no abandona el trono por los problemas de salud, aunque éstos han llevado a que en los últimos años perdiera mucha visibilidad y que su lugar fuera ocupado, en varias instancias oficiales, por su hijo.

Señales

Hay un antes y un después en el reinado de Juan Carlos: en setiembre de 2012 el rey se cayó mientras participaba en una jornada de caza en Botsuana y se quebró la cadera, por lo que tuvo que ser operado de urgencia. En la foto que ilustró ese evento, en prácticamente todos los medios españoles, aparecía el rey, escopeta en mano, al lado de un elefante cazado. Mientras el rey se dedicaba a esas prácticas, de por sí cuestionadas por unos cuantos, España atravesaba una crisis económica que dejaba sin empleo a millones de trabajadores. Ese escándalo fue uno de los muchos que golpearon la popularidad de la monarquía. Otro fue el involucramiento del yerno del rey, Iñaki Urdangarin, en un caso de corrupción en el que también está imputada una de sus hijas, la infanta Cristina.

La disconformidad de los españoles con Juan Carlos y con la monarquía como sistema de gobierno llevó a que la popularidad de la corona bajara del siete -en una escala del uno al diez- que alcanzaba en los años 90, a 3,7, en abril, prácticamente a la mitad.

Los momentos más difíciles para la monarquía fueron los que atravesó en 2012 y 2013, cuando las voces que reclamaban su abdicación o una modificación del sistema político sonaban fuerte. En ese entonces la Casa Real adoptó lo que se denominó la “política del núcleo duro” y en las apariciones públicas de la monarquía estaban sólo los reyes, el príncipe Felipe y su esposa, Letizia.

Pero el rey no se retiró en su peor momento, ni siquiera cuando se rumoreaba a viva voz que lo haría, en su cumpleaños, el 5 de enero. Lo hizo ahora, ya recuperado físicamente y después de haber encabezado varios viajes para buscar acuerdos económicos para España. Como si hubiera querido dejar una imagen positiva.

Momento propicio

La abdicación del rey ocurre en un momento en el que en España hay una gran desilusión, no sólo con la monarquía sino también con todo el sistema político español, y mientras son cada vez más las voces que reclaman, desde hace años, la aplicación de una democracia más directa.

Esta disconformidad parece haber quedado muy clara en la última oportunidad que tuvieron los españoles para pronunciarse en las urnas: las elecciones europeas. En esa instancia el gobernante Partido Popular y el opositor Partido Socialista Obrero Español (PSOE), las formaciones tradicionales, perdieron bancas -siete y nueve, respectivamente-. En cambio, sorprendió un grupo recién creado, Podemos, identificado con el movimiento de “los indignados”, que logró cinco bancas, casi tantas como las seis de Izquierda Plural -integrada, entre otros por Izquierda Unida-.

Estas formaciones emergentes, así como algunas de Cataluña y del País Vasco, manifestaron ayer su abierto rechazo a una sucesión monárquica. Algunas reclamaron un referéndum para que la ciudadanía se pueda pronunciar sobre la continuidad de la monarquía -entre ellas un sector del PSOE, Izquierda Socialista, y su rama juvenil, las Juventudes Socialistas-. Otras, directamente pidieron el fin del sistema monárquico y la instauración de otro republicano.

Tanto Esquerra Republicana de Catalunya como Euskal Herria Bildu, de la izquierda vasca, convocaron a manifestaciones y se hicieron eco de estos reclamos en los edificios oficiales de sus municipios, colgando la bandera republicana -y en algunos casos también la catalana-. Ondearon además banderas republicanas en los municipios gobernados por Izquierda Unida, una de las formaciones que reclaman un referéndum.

Si bien se convocaron movilizaciones para anoche -según la agenda publicada por el periódico digital Público, estaban previstas incluso en Rumania o Israel- comenzaron bien temprano, apenas se conoció el anuncio, en distintas ciudades de España, en particular en Barcelona y Madrid, donde fue ocupada nuevamente la Plaza del Sol. Allí se congregaban unas 20.000 personas, según la Policía. En Barcelona se estimaba que había unas 10.000 y en las tres capitales del País Vasco, unas 3.000.

En todos los casos se trató de manifestaciones pacíficas, sin ningún incidente, en las que se escucharon consignas como “España, mañana, será republicana” o “¡Borbones, Borbones, a las elecciones!”.