-Usted es precandidato a la presidencia de Argentina y va a competir en agosto en las primarias kirchneristas. ¿Por qué?
-Era un asunto que venía pensando desde diciembre o enero. Me tomé estos meses para recorrer el país, charlé con muchos dirigentes, militantes y adherentes al Frente para la Victoria, y escuché dos voces claras. Una es: “Defiendan a la presidenta, cuiden a la presidenta, apoyen a la presidenta, acompañen a la presidenta”, lo que me muestra claramente el liderazgo que tiene hacia el interior de nuestro espacio político. Por otro lado, escuché a una inmensa mayoría de adherentes al kirchnerismo que quieren que el 10 de diciembre de 2015 continúe este modelo político que empezó el 25 de mayo de 2003 [cuando asumió el ex presidente Néstor Kirchner]. Siento que mi candidatura claramente puede interpretar y canalizar esas dos voces.
-¿Siente que los demás precandidatos kichneristas no lo hacen?
-Otra de las cosas que me propuse con gran contundencia fue transitar esta campaña sin definirme por terceros. Voy a hacer todo ese esfuerzo por definirme por lo que soy. Además, el Partido Justicialista hizo un congreso partidario hace dos meses y allí nominó a siete dirigentes como precandidatos a la presidencia, a los que nombró como vicepresidentes. Entre ellos estaba yo, aunque todavía no había formalizado. [Los vicepresidentes del PJ son Rossi, el ministro de Interior y Transporte, Florencio Randazzo, los gobernadores Daniel Scioli (Buenos Aires), Sergio Urribarri (Entre Ríos) y Juan Manuel Urtubey (Salta), el titular de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, y el senador Aníbal Fernández].
-¿Habló de su candidatura con la presidenta?
-Las cosas que se hablan con la presidenta no se comentan [se ríe]. Lo que sí le puedo decir es que el partido nuestro tomó esa decisión.
-Después de la muerte de Néstor Kirchner, varios analistas auguraban que el final del mandato de Fernández se iba a complicar por las luchas internas dentro de kirchnerismo. ¿Cómo lo vive usted?
-Nada de eso sucede. Quien ejerce poder hacia el interior de nuestro espacio político es Cristina Fernández de Kirchner. Su mandato como presidenta termina el 10 de diciembre de 2015, pero los liderazgos no tienen fecha de finalización. Son construcciones políticas y sociales que no responden a esas lógicas. Mi interpretación es que hacia la interna del kirchnerismo Cristina va a seguir ejerciendo el liderazgo, independientemente de que, por impedimento constitucional, no pueda ser candidata a la presidencia. Al no poder ser ella la candidata, que es la que tiene el único liderazgo totalizador, globalizante, en nuestro espacio, aparece una cantidad de candidatos que tienen vocación de protagonizar el proceso electoral y que representan, cada uno, una parcialidad, un matiz de lo que existe en el Frente para la Victoria.
-Más allá de la interna del partido, este fin de mandato está bastante convulsionado. Se ve en el aspecto económico y en la fuerte polarización en el ámbito político. ¿Cree que debieron hacer algo distinto en la gestión? ¿Sería necesario cambiar algo en un próximo gobierno kirchnerista?
-Yo creo que hemos gobernado durante todos estos años con altos niveles de consenso en el conjunto de la sociedad. Inclusive en esas elecciones en que no nos fue tan bien, terminamos consolidando siempre el lugar de primera minoría. La política pública que ha llevado adelante nuestro gobierno ha tenido siempre altos niveles de adhesión. Hemos gobernado desde un lugar ideológico -eso es así-, pero también es cierto que hemos trasformado el país en estos 11 años. En 2003 encontramos una Argentina con 60% de los argentinos debajo de la línea de pobreza y con una desocupación de 26%. Creamos seis millones de puestos de trabajo y bajamos la desocupación a 7%, uno de los índices históricos más bajos que ha tenido el país. Durante la década del 90 en Argentina se cerraron 40.000 empresas; nosotros creamos 200.000 nuevas empresas.
-O sea que la idea no es cambiar sino mantener el rumbo.
-Mi visión, por lo menos como candidato, es plantearles a los argentinos la continuidad de un modelo que empezó en 2003, aunque las políticas que aplicamos entonces no son las mismas que aplicamos en 2011 o en 2012, porque la situación fue cambiando. Fuimos resolviendo temas y aparecieron otros para atender y solucionar. Pero siempre resolvimos los desafíos que nos planteaba la realidad argentina desde una matriz ideológica, y creo que es la matriz que debe permanecer. Estoy seguro de que desde ese lugar vamos a afrontar con éxito los desafíos que nos plantee el futuro.
-¿Cómo se ve desde Argentina la legislación sobre la marihuana en Uruguay?
-Con expectativas, diría yo, pero es una opinión personal. Me parece que en diferentes lugares de América Latina y el mundo deben tener la mirada puesta sobre esa experiencia. Ojalá que funcione, creo que está bien que haya nuevas iniciativas sobre este tipo de cuestiones. Pero no es un área que a mí me corresponda.
-En el ámbito regional, el país que se instaló como líder en defensa es Brasil. ¿Cómo se para Argentina frente a eso?
-Nosotros no tenemos una mirada en ese sentido; la que tenemos es de cooperación mutua entre los países integrantes de la región y de disuasión extracontinental. En ese marco, además de nuestra participación en un organismo multilateral, me he preocupado, en el año que llevo de gestión, por tener una intensa relación bilateral con todos los países. Creo que no me falta reunirme con ninguno de los ministros de Defensa de países de la Unasur [Unión de las Naciones Suramericanas].
-Durante las presidencias de Hugo Chávez en Venezuela parecía que este país era un contrapeso para Brasil y que Argentina era más afín a Caracas.
-Argentina tiene una identidad propia dentro de todo el desarrollo de la Unasur y del Mercosur, y tiene una posición política claramente definida desde hace 12 años. En ese marco hemos sostenido los procesos de integración. Tenemos una excelente relación con el presidente venezolano, Nicolás Maduro, y la tuvimos antes con Chávez, pero eso no inhibe que también mantengamos una relación, por ejemplo, con Colombia. Entonces, lo mismo que le dije sobre mi candidatura se lo digo sobre mi país: no me defina respecto de otros. Nosotros somos un país con una identidad clara, que entiende que nuestro lugar en el mundo es Latinoamérica; miramos siempre el mundo desde este lugar.
-En Argentina los militares entregaron archivos de la dictadura. ¿Cómo explica ese logro?
-Argentina viene con un proceso muy fuerte, desde 2003, de memoria, verdad y justicia, en el que las leyes que impedían juzgar a quienes habían cometido delitos durante la dictadura militar fueron declaradas inconstitucionales y se llevaron adelante los juicios en tribunales ordinarios. Hay más de 500 militares que cometieron delitos de lesa humanidad cumpliendo prisión en cárceles comunes. Todo ese proceso es muy fuerte, tiene un consenso de toda la sociedad, de todas las fuerzas políticas de Argentina. El 31 de octubre, el jefe de la Fuerza Aérea Argentina, el brigadier Mario Callejo, me llamó telefónicamente y me dijo que había encontrado documentación que le pareció que era sensible, de la época de la dictadura. Encontramos las 280 actas que reflejan las 280 reuniones que celebró la Junta Militar, integrada por los tres comandantes en jefe, entre 1976 y 1983, un hallazgo documental enorme. Me parece que tiene que ver con la decisión de un jefe de la fuerza; siempre valoro este hecho. Me parece que en Argentina hoy estamos en presencia de unas Fuerzas Armadas que tienen compromiso con la democracia, respeto por los derechos humanos y, sobre todo, con un compromiso a futuro. Su debate es ver desde qué lugar se insertan y aportan a la construcción de una nación, sin estar ancladas en el pasado.
-¿Eso ocurre por alguna medida en particular?
-No podría decir una causa en particular. Hay un gobierno claramente civil de la defensa. Estamos trabajando muy bien y con una mirada mucho más precisa, con debates hacia futuro; para lo del pasado está la Justicia.