“Rescatamos a 36 millones de personas de la extrema pobreza, 22 millones sólo durante mi gobierno”, reivindicó Rousseff al asumir su segundo mandato, el cuarto del PT, en un acto que contó con menos participación popular de la prevista por su partido. Se esperaban unas 30.000 personas, la misma cantidad que fue hace cuatro años, pero sólo asistió la mitad. Además, a diferencia del acto de izquierda que preparaban sectores del PT, organizaciones sociales y sindicatos, el acto oficial se pudo ver en distintos videos que se divulgaron en internet. Allí se vieron muchas banderas partidarias: tantas del PT como de su principal aliado, el centrista Partido del Movimiento Democrático Brasileño, y muy pocas de la Central Única de Trabajadores, en comparación con otras ceremonias similares.

Rousseff habló del combate a la pobreza en sus dos discursos, el del Congreso y el de la Explanada de los Ministerios, pero sólo en el segundo, dirigido a los brasileños y pronunciado ante la militancia, aseguró que durante su gobierno no habrá “ningún derecho menos, ningún paso atrás”. Afirmó: “Vamos a probar que se pueden hacer ajustes en la economía sin revocar derechos conquistados o traicionar los compromisos sociales asumidos”.

Los movimientos sociales y la izquierda miran con algo de recelo a Rousseff por haber designado un equipo económico de tendencia liberal. Ayer la presidenta dijo que ganó las elecciones porque su proyecto político se mantiene gracias a los “grandes resultados conseguidos hasta ahora” y añadió: “Este proyecto pertenece al pueblo brasileño, y más que nunca es para el pueblo brasileño, y es con el pueblo brasileño que vamos a gobernar”. Pidió el apoyo popular y aseguró: “Nunca me alejaré de ustedes”.

En su discurso previo, ante el Congreso, Rousseff destacó que hay “muchos motivos” para defender a Petrobras -afectada por un escándalo de corrupción- “de predadores internos y enemigos externos”, y agregó: “No podemos permitir que sea blanco de un cerco especulativo”. Además, la presidenta propuso “un gran pacto nacional contra la corrupción” que involucre al gobierno y “todos los segmentos de poder”.

También señaló que mantendrá como una de sus prioridades la integración de “Sudamérica, América Latina y el Caribe”, que avanzará en su trabajo con los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), y calificó como “de gran importancia” el mejoramiento de la relación con Estados Unidos, algo a lo que parece apuntar con la designación del nuevo canciller.

Una cara nueva

El miércoles Rousseff terminó de designar a los integrantes de su gabinete. Además de la confirmación de varios ministros que ya estaban en funciones (entre ellos Aloízio Mercadante como ministro de Presidencia), nombró a su nuevo canciller con un criterio similar al que aplicó en su primera presidencia: alguien que había sido embajador en Estados Unidos. Antonio Patriota había abandonado Washington sólo un año antes de asumir como canciller, el 1° de enero de 2011, y el nuevo jefe de la diplomacia brasileña, Mauro Vieira, llega a Itamaraty directo desde la embajada en Estados Unidos.

Al igual que aquella vez, se considera que la designación de un ex embajador es un guiño hacia a Estados Unidos. Vieira tendrá por delante un reto: la normalización de las relaciones bilaterales entre ambos países, afectadas por la revelación, en 2013, de que Estados Unidos espió a Rousseff, a otros dirigentes brasileños y a Petrobras.

Vieira ocupó distintos puestos en las embajadas de Brasil en México y Francia, fue embajador en Argentina antes de viajar a Estados Unidos y fue jefe de la misión brasileña ante la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi). Además, tiene una amplia experiencia en comercio exterior, algo que parece vinculado con uno de los objetivos que tiene Rousseff: aumentar el intercambio de comercio con Estados Unidos, después de que Brasil fuera desplazado por China como principal socio comercial de ese país.