Como colaborador de Charlie Hebdo, Camus es autor de una nota publicada en la edición del miércoles de ese semanario titulada “Los carroñeros del complot”. Como politólogo, trabaja como investigador en el Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de París, y está a cargo de las Relaciones Internacionales de la alcaldía de París. Es judío practicante y, aunque no le gusta que se caricaturice a los rabinos, defiende el derecho a hacerlo.
-¿Dónde estaba el miércoles cuando se supo del ataque a la sede de Charlie Hebdo, en el que murieron 12 personas?
-Yo estaba en mi oficina. Me enteré por las alertas informativas que llegan ahora [a los celulares]. Salí de inmediato hacia el lugar junto a la alcaldesa de París, Anne Hidalgo [socialista], con quien trabajo. Apenas 15 minutos después se nos sumó [el ministro del Interior] Bernard Cazeneuve y también el presidente de la República [François Hollande].
-¿Cómo definiría a Charlie Hebdo para alguien que no lo conoce?
-Resumiendo, es un periódico en el que la mayoría de los redactores se sienten cercanos a la izquierda alternativa y que nació en el período pos Mayo de 1968 en un ambiente más bien anarquizante. En la configuración actual, los trabajadores regulares son los dueños del diario, una situación casi única en la prensa francesa. Así que la tradición del periódico es libertaria, además de una tradición de sátira y de caricatura que es habitual en Francia desde la época de Voltaire, desde antes de la Revolución Francesa. Siempre se caricaturizó y se atacó mucho a la Iglesia, entre otros. Es toda una parte de la tradición francesa a la que se puede llamar “anticlerical”. Yo soy una especie de oveja negra, porque no vengo de la extrema izquierda. Soy más bien cercano al Partido Socialista. Además soy el único religioso y practicante de Charlie Hebdo. Al mismo tiempo, no practico el anticlericalismo o la caricatura de las religiones. A menudo vi tapas de Charlie Hebdo con caricaturas de rabinos, de judíos ortodoxos, y siempre pensé: “Si querés tener la libertad de expresarte tenés que aceptar que también se puedan burlar de tu estilo de vida y de algunas de las tradiciones de tu propia religión”.
-Su nota del miércoles trata de las teorías de la conspiración. ¿Tienen mucho éxito en Francia desde el ataque?
-Es un fenómeno que tiene mucho éxito en general. Cada vez que ocurre un evento que tiene que ver con el terrorismo, la seguridad o la política extranjera, hay toda una franja en los sectores musulmanes, por un lado, y de izquierda, por otro, que lo interpretan como la consecuencia de una conspiración.
-¿A qué se debe? ¿A falta de confianza en las instituciones?
-Sí. Hay una falta de confianza en las instituciones. Existe una ruptura entre el pueblo y las elites. Las elites políticas, económicas e incluso mediáticas no hicieron nada para que aumente la confianza que se les tiene. Pero las teorías del complot que vemos hoy son absolutamente locas. Cuando en 2001 se estrellaron aviones en las Torres Gemelas, a menos que uno esté loco no puede negar que hubo aviones que se estrellaron en las Torres Gemelas. Se puede opinar que no fue un atentado encargado por islamistas, sino por una parte de las autoridades estadounidenses, para acreditar no sé bien qué. No es razonable. Obviamente, existieron complots en la historia y probablemente sigan existiendo. Pero no hay un complot mundial ni significa que todo sea un complot.
-¿Qué opina de las reacciones adversas que causó en autoridades religiosas o políticas musulmanas la última tapa de Charlie Hebdo con una caricatura de Mahoma?
-Entiendo que los musulmanes se sientan ofendidos. Pero lo decía hace un instante: tenemos una tradición en Francia. Hace mucho tiempo que los católicos aceptaron que haya caricaturas muy feroces del papa. No les gusta, pero no le hacen un juicio sistemáticamente a los autores y -sobre todo- no los matan. Claro que se puede estar en contra de las caricaturas de Mahoma. A mí mismo, lo digo sinceramente -y no se lo oculté a los que conocía en Charlie Hebdo-, me parecía que algunos de esos dibujos eran excesivos. En particular el que mostraba a Mahoma con una bomba en la cabeza. No me gustaba. Pero nadie debe morir porque publica un dibujo.
-Hay quienes dicen que la religión musulmana está “atrasada” respecto de otras porque no tolera la burla.
-Con respecto a ese punto, indudablemente. Pero no sé si es la religión musulmana, que no tiene iglesia, no hay papa. Pero cuando se vive en Francia hay que admitir -como ya lo hicieron los católicos, los protestantes, los judíos, los ortodoxos- que está permitido burlarse de las religiones. También es necesario que los musulmanes que quieren practicar su religión puedan construir mezquitas y tener imanes. Quiero libertad para mí y también para ellos.
-Hay un malestar en Francia desde antes del ataque contra Charlie Hebdo.
-Sí, se siente que Francia se convirtió en un país multicultural, pero a su vez la Constitución, la ley y el espíritu francés siguen repitiéndonos que estamos en una República única e indivisible. Hay un desfasaje con la realidad que se ve en las calles. Además está esa idea muy francesa según la cual el multiculturalismo no está bien y todos los franceses tienen que responder al mismo modelo; eso ya no es la Francia de 2015. Al mismo tiempo, nos pasamos a la hora de aceptar las diferencias. En los años 80 y 90 se hizo énfasis en lo que diferenciaba más que en lo que unía. Ahora sufrimos el contragolpe, porque al final está cada uno por su lado, en su grupo étnico, religioso o de origen. Se usa a más no poder el término “comunidad”: la comunidad musulmana, la judía, la árabe-musulmana, la china, y quedamos presos de eso. Ya no logramos formular lo que nos reúne como franceses.
-¿Eso explica el éxito del partido de ultraderecha Frente Nacional [FN]?
-En gran medida. Y existe el riesgo de que eso explique su éxito en el futuro. Porque ahora la situación puede complicarse mucho, y rápidamente, para los musulmanes, sean practicantes o de origen. La tensión es palpable. De momento no desemboca en violencia, pero existe la posibilidad. El objetivo de los terroristas es llegar a un punto de verdadera ruptura entre los musulmanes y el resto de la población. Acerca del FN, es verdad también que Marine Le Pen [su líder] no supo aprovechar lo ocurrido. No encontró las palabras ni la actitud.
-El gobierno anunció que para luchar contra la radicalización de los islamistas tomará medidas en las cárceles, donde 60% de los detenidos son musulmanes. ¿Cómo explica ese porcentaje si hay seis millones de musulmanes de origen en un país de 66 millones de habitantes?
-Es sencillo: dejamos que sectores geográficos enteros, ubicados en las afueras de ciudades, se convirtieran en guetos. Son guetos geográficos, porque para ir de Clichy-sous-Bois al centro de París se demora dos horas; y son guetos sociales, porque con la crisis económica y las medidas neoliberales el Estado está cada vez menos presente. A eso se agregan el desempleo y la discriminación que sufren en las actividades de ocio, en la educación, en el mercado laboral.
-Un precioso vivero para extremistas.
-Es el vivero ideal para individuos que en muchos casos son jóvenes y a los que se les ofrece darle un sentido a su vida.
-¿Hay un sentimiento antijudío en Francia?
-Sí. Hay una parte de la población de origen árabe-musulmán que ve a los judíos como israelíes. Yo soy un judío francés, soy funcionario del gobierno francés. Al mismo tiempo, sigue existiendo el viejo antisemitismo, cuyos adeptos siguen sin considerarme francés.
-¿Eso es recíproco?
-Sí, lamentablemente. Tenemos una población judía que es originaria del norte de África en su mayoría. Los judíos de origen africano sienten que se los está echando por segunda vez. Los echaron de Marruecos, de Argelia, de Túnez, y ahora piensan: “Nos echan otra vez y por culpa de los mismos”, los musulmanes.