El primer debate de los precandidatos del Partido Demócrata a la presidencia de Estados Unidos fue protagonizado, tal como se esperaba, por Hillary Clinton, favorita para ganar las internas, y el senador Bernie Sanders, el candidato independiente que representa el ala más izquierdista del partido. Según las encuestas, ellos son los únicos que realmente compiten por los votos demócratas; Clinton con una intención de voto de 47%, con tendencia a la baja, y Sanders con 35% y con tendencia al alza.

Durante el debate, Clinton reivindicó su carácter de política progresista y Sanders se mostró como un referente directamente de izquierda, en un escenario de afabilidad, adornado con sonrisas, risas y hasta carcajadas. Una muestra de este clima fue que cuando los participantes tuvieron que hacerse preguntas entre ellos: nadie preguntó a Clinton por el escándalo de los correos electrónicos, e incluso Sanders dijo: “¡Basta con los emails!”, tras lo cual Clinton le tendió la mano para darle un apretón.

Aun así hubo algunos tiros por elevación. Consultada sobre si Sanders había sido firme en el Congreso en su rechazo a las armas, Clinton dijo: “No, para nada”; a su vez, el senador defendió al ex espía Edward Snowden (perseguido por la Justicia estadounidense a instancias del gobierno que Clinton integró): “Incumplió la ley, pero lo hizo para educarnos”.

El debate transmitido por CNN fue una oportunidad para que Sanders, poco conocido por los estadounidenses, difundiera su mensaje. El dirigente aprovechó la ocasión, con frases como “el Congreso no controla Wall Street, es Wall Street el que controla el Congreso” o “Podés tener todo el crecimiento que quieras, pero eso no significa nada si la riqueza sigue siendo del 1% [de la población]”.