“Liberen a Kim Davis, heroína de Kentucky, heroína cristiana”, decía una de las pancartas desplegadas a principios de setiembre por unas decenas de militantes religiosos que defendían a esa funcionaria estadounidense. Davis había sido condenada a una pena de cárcel por negarles la documentación matrimonial a las parejas homosexuales.

Su militancia comenzó debido al fallo de la Corte Suprema que habilitó este año el matrimonio homosexual en todos los estados del país. Uno de los estados en los que el fallo cambió las reglas fue Kentucky. Allí vive Davis, en Rowan, un condado pobre, con una población que en su enorme mayoría es blanca y evangélica.

Con una imagen despojada de adornos -sin maquillaje, con pelo hasta la cintura y vestida con pollera larga-, esta empleada pública de 49 años se convirtió en un símbolo para la derecha cristiana estadounidense. Los cinco días que pasó en la cárcel le valieron que algunos la compararan con Martin Luther King.

Esta semana, Davis sumó otro reconocimiento. Según informó el miércoles el grupo cristiano Consejo por la Libertad, ella y su esposo Joe se reunieron en privado con el papa Francisco en la nunciatura apostólica de Washington, el jueves 24. El Vaticano no había informado acerca de ese encuentro, que formó parte de la gira del papa en Estados Unidos, pero su portavoz, Federico Lombardi, confirmó la información al diario The New York Times, sin agregar más datos.

De acuerdo con el Consejo por la Libertad, el papa le regaló a Davis, que es evangélica, un rosario bendecido. “Yo nunca pensé que conocería al papa”, dijo ella a la cadena ABC. “Yo soy sólo una funcionaria que ama a Jesús y que desea servirle con todo mi corazón. [...] El papa me pidió que sea fuerte y me agradeció mi valentía”, agregó.

Si bien el papa no había hecho pública esta parada en su gira, sí había dejado claro su apoyo a quienes actúan como Davis. De regreso al Vaticano, en el avión papal, Francisco había dicho a periodistas que era un “derecho humano” el de negarse a emitir licencias de matrimonio a homosexuales. El papa (el mismo que dijo en referencia a los homosexuales “¿Quién soy yo para juzgarlos?”) defendió la objeción de conciencia en casos como el de Davis. “Si el funcionario de gobierno es una persona humana, tiene ese derecho. Es un derecho humano”, dijo.

Davis había alegado que su fe le impedía cumplir con su tarea, que actuaba respetando “la autoridad de Dios” y que “emitir partidas matrimoniales que entran en conflicto con la definición de Dios del matrimonio”, y en las que, para colmo, figuraría su propio nombre, violaría su conciencia. En definitiva, dijo, era “una decisión de cielo o infierno”.

El juez David Bunning la condenó por desacato, y ella presentó recursos incluso ante la Suprema Corte, que los rechazó. Además, de acuerdo con la BBC, Bunning advirtió a cinco compañeros de trabajo de Davis que debían responder en un plazo determinado si ellos cumplirían con su tarea o harían lo mismo que ella. En este último caso, enfrentarían multas y cárcel.

Con su militancia, la funcionaria logró incluir el tema en la campaña electoral y recibió el apoyo de candidatos conservadores a la presidencia, como los republicanos Mike Huckabee, Bobby Jindal, Marco Rubio y Ted Cruz. “Ha mostrado más valentía que cualquier político que yo conozca”, dijo Huckabee, que se declaró dispuesto a ir a la cárcel en lugar de ella.

Pero Davis también recogió muchísimas críticas, y no sólo de quienes defendían los derechos de las parejas homosexuales. Después de que The Washington Post divulgara que Davis se casó en cuatro ocasiones, algunos argumentaron que eran sus divorcios los que desautorizaban su discurso.