Los migrantes cubanos salen con sus papeles en regla, vía aérea, hacia Ecuador, país que no les pide visa para ingresar. Allí comienzan una travesía no exenta de riesgos y peligros, vía tierra y mar, hasta Estados Unidos, pasando por Colombia, Panamá, Nicaragua, Honduras, Guatemala y México.

Desde el 8 de noviembre quedó expuesta una crisis migratoria cuando Costa Rica cerró la frontera sur con Panamá y generó un aglutinamiento de centenares de cubanos que esperaban continuar su camino. Eso puso un foco de atención al paso sostenido de la migración cubana por el continente y dejó en evidencia una red de tráfico de personas que opera en la región.

Según Carlos Sandoval, psicólogo y comunicador que ha estudiado en profundidad el tema migratorio en Centroamérica, este fenómeno no es nuevo. Sin embargo, la existencia de la llamada Ley de Ajuste Cubano y la política “pies secos, pies mojados”, por la que Estados Unidos beneficia a los inmigrantes cubanos, los alienta a llegar a ese país por cualquier medio. “Es muy difícil intentar evitar el tráfico de personas si hay una expectativa de que uno va a alcanzar un permiso para residir en Estados Unidos”, opinó Sandoval.

El nuevo escenario en las relaciones entre Washington y La Habana ha generado todo tipo de conjeturas sobre lo que puede suceder con esas normas, lo que alimenta esta nueva ola migratoria. Gabriela Richards, del Centro Internacional para los Derechos Humanos de los Migrantes, dijo que han surgido “mitos” acerca de que esas negociaciones podrían anular ese trato preferencial que tienen los ciudadanos cubanos al llegar a Estados Unidos. “Eso genera una ansiedad mayor por salir de Cuba y comenzar a migrar a costa de lo que sea”, dijo Richards.

De a miles

Las autoridades de Costa Rica han divulgado una cifra oficial de 3.600 personas que llegaron a su territorio, y el dato de que cada día ingresan alrededor de 200 más por la frontera sur en la misma condición. Ante esta situación, Costa Rica decidió otorgar visas de tránsito, lo que molestó a Nicaragua, su vecino del norte. El gobierno nicaragüense cerró la frontera y dejó a los migrantes atrapados en territorio de Costa Rica.

La crisis migratoria ha llegado a tal punto que motivó una reunión extraordinaria del Sistema de Integración Centroamericana con Ecuador, Colombia, México y Cuba como invitados. En ese encuentro Costa Rica propuso un “corredor humanitario” para que las personas transitaran de forma ordenada por todos los países hasta llegar a Estados Unidos, pero Nicaragua se negó y mantuvo su posición de no abrir las fronteras a los migrantes cubanos.

Ahora el gobierno costarricense busca alternativas para bordear Nicaragua y negociar directamente con Honduras y El Salvador, que podrían recibir a los migrantes vía marítima y así permitirles seguir con su travesía. Esta situación echó fuego en las ya tensas relaciones diplomáticas entre Nicaragua y Costa Rica, que se acusan mutuamente de utilizar a la migración cubana para atacar a su vecino.

Nicaragua acusa a Costa Rica de politizar la crisis migratoria y de trasladar el problema de frontera a frontera sin resolverlo, y afirma que de esa manera le da vía libre al tráfico y trata de personas. Costa Rica acusa a Nicaragua de intransigencia y de que prefiere generarle un problema su vecino antes que resolver una situación humanitaria.

La otra batalla política desatada por esta crisis migratoria es la de Cuba y Estados Unidos. La isla insiste en que es Washington el que incita a la migración cubana. Por su parte, Estados Unidos se mantiene en silencio y fuera de las negociaciones regionales.

Mientras tanto, La Cruz, un pueblo fronterizo de Costa Rica, de 9.000 habitantes, el segundo en pobreza de todo el país, ve pasar a los cubanos y les brinda su solidaridad. Unos 2.500 migrantes caminan por las calles de La Cruz y modifican su dinámica tranquila y calurosa.

Un domingo, en el centro de esa localidad, a 20 kilómetros del puesto fronterizo Peñas Blancas, cuesta encontrar costarricenses y se puede ver cubanos conectando celulares en cuanto tomacorriente haya disponible. La mayoría se aloja en albergues improvisados -escuelas, iglesias y centros deportivos-, pero algunos han llenado los cupos de los hoteles de la zona.

La salida del país podría tardar semanas, aunque ninguna de las posibilidades que se manejan es realmente una solución para quienes la migración, sea por razones políticas o económicas, es una decisión forzada.

Hasta acá

“Veníamos en un barco unas 25 personas”, relató Minerva. Ése no es su nombre verdadero. Ella prefirió resguardar su identidad. Llegó con su esposo y un niño de tres años. “Llevamos 55 días en esta travesía, lo hemos visto todo”, dijo en un refugio de la iglesia luterana en San José. Ella y otras 23 personas viajaron en grupo. Fueron en avión a Ecuador, con escala en México. A partir de allí transcurrió la parte más árida de la travesía: “Tuvimos que dejarlo todo. En Colombia fue lo peor, allí hasta la Policía nos pedía dinero. Aunque en varios puntos nos tenían listas unas camionetas para transitar, en otros había que hacerlo a pie. Allí estaban los llamados ‘coyotes’, armados, que nos amenazaron hasta con violarnos o matarnos si no pagábamos. Ahora ya no queremos seguir. Hemos solicitado acogernos al estado de refugio en Costa Rica”.