España entró en un período de alianzas y negociaciones después de vivir las elecciones más reñidas de su historia reciente, con resultados que definieron un Parlamento fragmentado, una fuerte caída del PP y un inédito ascenso de los partidos emergentes, Ciudadanos y Podemos.

Ayer, los dirigentes de los distintos partidos empezaron la ronda de discusiones para determinar estrategias de gobierno. El PP confirmó que su candidato, Rajoy, intentará llegar a la presidencia del gobierno, para lo que buscará en el Parlamento el apoyo del partido de Albert Rivera, Ciudadanos -que obtuvo 40 bancas-, y la abstención del PSOE -que tiene 90 diputados- y del Partido Nacionalista Vasco (PNV), que se quedó con seis.

Rajoy será el primero en intentar la gobernabilidad, ya que su partido fue el más votado y reunió 123 escaños en un Parlamento que está integrado por 350. Si el PP se enfrentara a abstenciones por parte de Ciudadanos y del PSOE podría gobernar en minoría, aunque no le sería fácil con un Parlamento de mayoría adversa. Para ser electo presidente, Rajoy necesita el apoyo de la mayoría absoluta, es decir, de 176 diputados. Si no gana en la primera votación, la Constitución prevé una segunda, en la que el candidato puede ganar por mayoría simple.

Pero el panorama que planteó el PP se desdibujó rápidamente cuando el PSOE declaró ayer que no se abstendría, sino que directamente votaría en contra de la investidura de Rajoy. “El PSOE actuará con prudencia y responsabilidad y es el PP el que debe intentar formar gobierno; pero el PSOE va a votar ‘no’ a la investidura de Mariano Rajoy”, dijo el secretario de Organización de este partido socialdemócrata, César Luena.

Un cálculo sencillo indica entonces que, sin el apoyo del PSOE, Rajoy no podría volver a presidir España. Sobre todo porque los votos de Ciudadanos y de algún partido más chico que pueda aliarse con el PP no le alcanzarían siquiera para llegar a la mayoría simple. Lo que el PSOE no aclaró todavía es si, con esta estrategia, su líder, Pedro Sánchez, tratará de formar una mayoría alternativa de partidos de izquierda con miras a asumir el gobierno.

Unos minutos antes de que hablara Luena, en otro rincón del país, Rivera había señalado que “lo más razonable” era abstenerse para que Rajoy intentara formar gobierno en minoría, e insistió en la necesidad de que el PSOE decida sobre su abstención para facilitar esta vía. Agregó que si Sánchez intenta formar gobierno con “11 partidos políticos” minoritarios, Ciudadanos votaría en contra. La declaración de Luena cambió el escenario.

Rivera se refería a los partidos de izquierda que podría aglutinar Sánchez si decidiera formar una gran coalición de izquierda para competir con el actual presidente, como Izquierda Unida, Izquierda Republicana de Cataluña, Bildu (coalición independentista vasca), el PNV y Podemos. Este último, que ganó 69 escaños y se transformó en la segunda fuerza de izquierda y en la primera en territorios clave como Cataluña, Valencia y el País Vasco, pactará con el PSOE sólo si éste acepta el derecho de los catalanes a la autodeterminación mediante un referéndum sobre la independencia.

“Parece que los señores que mandan en el PSOE no entienden que España es un país diverso y plurinacional”, afirmó en este sentido Pablo Iglesias, el líder de Podemos. “Si el PSOE no entiende que España es plurinacional y se bunkeriza en el pasado, está diciendo que va a entregar el gobierno al PP. Que no cuente con nosotros para entregar el gobierno a Mariano Rajoy”, añadió. Xavier Domenèch, el líder de la lista que integra Podemos en Cataluña (En Comú Podem), recordó a los socialistas que cualquier pacto “debe pasar por un referéndum de autodeterminación” e insistió en que este punto es “absolutamente innegociable”.

“80% de la sociedad catalana es soberanista”, agregó. Es difícil que el PSOE, históricamente en contra de la autodeterminación de los catalanes, acceda a esta condición. Ayer el presidente socialista de la región autónoma de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, advirtió que su partido no aceptará acuerdos “complejos” o “que sean pastiches”, publicó el diario El País de Madrid.

Luena, por su parte, dijo que en el PSOE todos tienen “muy claro” el artículo 2 de la Constitución “que defiende la unidad de España”, dejando claro que Sánchez y compañía no tienen previsto cambiar de postura. En estos términos se expresó también Antonio Pradas, representante del PSOE en Andalucía, que se mostró “preocupado” por la apuesta que hace Podemos “por una España plurinacional”, por lo que están “convencidos” de que Sánchez preferirá liderar la oposición a satisfacer a los independentistas, según recoge el diario español El Periódico.

El referéndum para que la población pueda decidir si Cataluña sigue siendo parte de España, en este contexto, es una condición “imprescindible” que antepone Podemos para pactar con el PSOE, pero no es la única. En la reforma constitucional que propone el partido, están incluidos el blindaje del reconocimiento de los derechos sociales mediante su inclusión en la Constitución, el cambio del sistema electoral y la aprobación de un mecanismo revocatorio de los mandatos del gobierno.

Por otro lado, a 22 días de que se formen las cámaras de senadores y diputados, todavía no está fijada la fecha en que se realizará la votación para la investidura.

Romper la hegemonía

La coalición Unidad Popular-Izquierda Unida (UP-IU) también sufrió una caída en estas elecciones: de 11 escaños que ganó en 2011, IU pasó a tener solamente dos. La influencia del ascenso de Podemos es crucial en esta pérdida de votos. Durante una conferencia de prensa que brindó ayer, el candidato de la coalición, Alberto Garzón, aseguró que el PSOE puede contar con sus diputados para impedir que gobierne la derecha, siempre y cuando se tengan en cuenta ciertas condiciones, como derogar la reforma laboral y la ley mordaza. “No vamos a dejar que gobierne el PP”, reiteró.

Además, lamentó que Podemos “cerrara la puerta a una candidatura conjunta a nivel nacional” con IU, recalcando los buenos resultados que obtuvieron ambos partidos en regiones como Galicia y Cataluña. Garzón reconoció que está “descontento” porque su formación no pudo cumplir con sus dos objetivos: el de “tener grupo autónomo” en el Parlamento, que le permitiera acceder a ciertos tiempos de oratoria y recursos, y el de “impedir que el bipartidismo siga siendo mayoría”.