El permiso lo dio el rey Abdullah Bin Abdelaziz en 2011, cuando aprobó el decreto que habilitaba a las mujeres a votar y a postularse como candidatas en las próximas elecciones municipales. Antes, Arabia Saudita era uno de los dos estados en el mundo en los que todavía no existía el sufragio universal. O el único, porque el otro es el Vaticano, donde sólo se elige al papa y lo votan los cardenales.
En cualquier caso, hace 11 días, las mujeres de Arabia Saudita ejercieron por primera vez el derecho al voto. Que hayan podido, también, postularse como candidatas lo convierte en un doble triunfo. Según informó la cadena HispanTV, las candidatas eran 979 y los candidatos 5.938, es decir, casi seis veces más. Aun así, 20 mujeres ganaron, contra todos los pronósticos y para sorpresa de las propias candidatas, que en varias ocasiones declararon que se postulaban con “pocas esperanzas” de salir electas. Esas 20 candidatas elegidas representan 1% del total de puestos disponibles para los consejos municipales, que son 2.100, según expone el Ministerio del Interior en su sitio web.
Pero la diferencia en la representación es lo menos importante. El poder es relativo cuando las mismas mujeres que supuestamente tomarán las decisiones sobre la planificación y el desarrollo en los municipios del reino tienen las libertades restringidas, incluso en las etapas de este proceso electoral. Antes de las elecciones, los líderes sauditas desfilaban por los medios de comunicación celebrando la participación de las mujeres como un “avance histórico”, mientras éstas peleaban contra un sistema electoral lleno de obstáculos.
Las aspirantes a concejalas sólo podían hacer campaña entre mujeres y exclusivamente por medio de las redes sociales, concretamente Twitter y Facebook, aunque sin divulgar sus fotografías. También tenían prohibido interactuar con votantes o candidatos masculinos (o dar discursos frente a ellos) y salir en la televisión para convencer al electorado de votarlas. Además, se les exigió tener sus oficinas de campaña separadas de las de los hombres, según señala un informe de la organización Human Rights Watch.
La situación de las mujeres votantes también era limitada, y eso se reflejó en el número de habilitados para participar en esta elección: en un total de 1,5 millones registrados, 1,3 millones eran hombres y 130.637 -menos de 10%- mujeres. En declaraciones a HispanTV, varias mujeres aseguraron que la inscripción fue “complicada”, debido a los obstáculos burocráticos y a la falta de información durante la campaña. Además, las sauditas se quejaron de las dificultades para demostrar su identidad y residencia, y de la existencia de un número limitado de centros de registro para ellas, según reportó Human Rights Watch.
Otros elementos del contexto también las condicionaron. Por ejemplo, Lujain Hathlul, una activista por los derechos humanos que fue presa en 2014 por haber entrado al país desde Emiratos Árabes manejando un auto -en el único país del mundo donde es ilegal para las mujeres hacerlo-, no pudo postularse por haber cometido ese “delito”.
En Baha, una zona al suroeste del país, la participación de las mujeres superó el 80%: votaron 946 de las 1.146 mujeres que estaban habilitadas, según la comisión electoral local. Es un buen indicio, pero no es suficiente para contrarrestar todo lo demás. Que una escasa porción de las mujeres sauditas haya votado y haya sido electa en los municipios está lejos de ser el “hito histórico” al que se refirieron países como Estados Unidos. En términos del español Ignacio Gutiérrez, investigador en procesos de transición democrática en el mundo árabe e islámico, las últimas elecciones municipales no significaron “nada”, “ni para lo que son los derechos políticos en Arabia Saudita ni para las mujeres, en relación a las restricciones que sufren”. El académico opinó que los comicios tuvieron una “función cosmética”, ya que, según explicó a Radio Francia Internacional, un tercio de los puestos es nombrado por la monarquía, y los cargos a los que acceden las mujeres tienen “muy pocas competencias”.
Arabia Saudita no reconoce el protagonismo de las mujeres en las esferas públicas y sigue relegándolas al ámbito del hogar. El testimonio de un votante, Abdullah al Maiteb, recogido por HispanTV el día de las elecciones, lo ilustra muy bien: “Sabemos que las mujeres constituyen la mitad de la sociedad, pero ellas no tienen rol en estos lugares [los cargos municipales], su papel está en la administración de la casa, en la educación de una nueva generación”, señaló.
Trabajo de hormiga
Los sucesivos reinados sauditas fueron consolidando un sistema informal de tutela masculina que requiere que las mujeres vayan acompañadas por un hombre a todos lados. Siguen necesitando del permiso de un tutor varón -que puede ser el esposo, el hermano o incluso el hijo- para casarse, viajar al exterior, someterse a ciertas operaciones quirúrgicas, tener un empleo remunerado, asistir a la escuela o matricularse en la universidad, entre otras cosas. Dato curioso: la primera abogada del país se recibió hace tan sólo seis años.
Hasta hace poco, las mujeres tampoco podían entrar en hoteles o en casas ajenas sin la compañía de un hombre o, como menciona la ley, de un “chaperón”. Además, las mujeres con esposos extranjeros, a diferencia de los hombres en una situación similar, no pueden transmitir la nacionalidad a sus hijos, lo que alimenta el problema de las personas apátridas en el país, según denunció en más de una oportunidad Amnistía Internacional.
A la mujer saudita se le exige tener la cabeza cubierta y no tiene permitido conducir. De hecho, aunque no hay ninguna ley que establezca oficialmente la prohibición, un decreto aprobado en 1990 formalizó lo que ya era una costumbre en el país.
Esta situación, que se repite en distintos ámbitos de la vida pública, hace que Arabia Saudita sea uno de los países en los que las mujeres son más discriminadas, porque la discriminación que sufren es sistemática tanto en la ley como en la práctica. Tal vez por eso mismo este último paso de hormiga sea tan celebrado. Aunque antes de éste, hubo otros. Según Human Rights Watch, los funcionarios sauditas propusieron por primera vez que las mujeres votaran en 2005, aunque Bin Abdelaziz lo decretó seis años después, para ponerlo finalmente en práctica hace unos días.
En 2013, Bin Abdelaziz ordenó que al menos 20% de los escaños en el Consejo Consultivo -un organismo que asesora al rey y puede proponer leyes- fueran reservados para las mujeres. Un mes después, nombró a 30 mujeres para que lo integraran. En materia laboral, se perciben débiles avances. En 2006 se puso en marcha una resolución del rey que apoyaba la ampliación de oportunidades laborales para las mujeres, pero encontró resistencias en el Ministerio de Trabajo, en la policía religiosa y en la población en general, que sencillamente no le vio el sentido. A pesar de esto, el número de mujeres que trabajan aumentó de 23.000 en 2004 a más de 400.000 en 2015, de acuerdo con cifras oficiales.